Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara
Hermanas, hermanos:
La postura de la Iglesia sobre la aprobación legal como matrimonio, de la unión de personas del mismo sexo, ya es conocida, y ahora la reiteramos: la Iglesia está a favor de la familia basada en el matrimonio de un hombre con una mujer; ésta es la postura de la Iglesia, que no varía, no cambia.
Para las personas que tienen preferencias homosexuales, absoluto respeto, como lo señala el Catecismo de la Iglesia. Respeto a su dignidad de personas y al derecho que tienen de elegir una forma de vida; pero, para la Iglesia, solamente se reconoce al matrimonio como base de la familia, constituido por el enlace que se establece entre un hombre y una mujer.
Respecto a la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), habrá católicos que quieran acogerse a esa Ley, pero que sepan cuál es la Doctrina proclamada por Jesús, con su respectivo fundamento natural y antropológico. La Iglesia no se lo podrá impedir, pero pide, a los que pertenecen a ella, que tomen conciencia de esto.
Pero hay otro asunto que no debemos olvidar. Detrás de esta decisión de la SCJN, está una ideología que es un verdadero desafío en el mundo cultural de hoy: el desafío que pretende abolir la diferencia de sexo, la oposición y la complementariedad que tienen el hombre y la mujer. El hombre deja de ser hombre, y la mujer deja de ser mujer. Pueden ser lo que ellos quieran, de acuerdo a este pensamiento.
Esta corriente pretende que cada quien elija el sexo que quiera vivir, independientemente de su cuerpo, del sexo biológico con el que haya nacido. De acuerdo a esta doctrina de género, cada quien es libre de elegir su sexualidad.
No solamente es la propuesta de vivir ‘libremente’ la sexualidad, sino que la ideología de género va más allá. Impulsa, además, proyectos educativos, normas legales, leyes que, incluso, se imponen para que cada quien olvide la diferencia y acepte una identidad, ‘su’ propia identidad personal o afectiva.
Esto es muy grave, porque mina el sustento antropológico del matrimonio como base de la familia, pues ya sabemos que de dos hombres, de dos mujeres, por respetada que sea su condición de personas y su derecho a vivir o convivir, no podemos esperar la procreación de un hijo. No se trata sólo de que puedan juntarse como cuerpos, indistintamente del género que posean, sino que se oponen, antropológicamente hablando, en la práctica, a la reproducción natural de las personas.
Por otra parte, es una ideología que va por pasos. Hace poco se discutía la Ley de Convivencia. Fue el primer paso. Ahora ya estamos en la aprobación del ‘matrimonio’, como le han titulado, igualitario. Y, desde luego, después vendrá la discusión sobre la adopción de hijos por parte de parejas homosexuales.
Tomemos el ejemplo de Italia. No hace un mes que se produjo en ese país una manifestación de dos millones de personas en la vía pública, para apoyar el matrimonio entre un hombre y una mujer, no el ‘matrimonio’ homosexual. También se manifestaron en contra de la adopción de hijos de parte de estas parejas.
Hace falta a nuestras Instituciones y Autoridades respetar, sí, a todos, incluyendo a esa minoría que quiere vivir así; pero también el derecho que tiene la mayoría de las personas, que concibe el matrimonio como lo que es. El matrimonio no puede ser otra realidad que el enlace que se establece entre un hombre y una mujer.
Yo los bendigo en el Nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.
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