Paz, responsabilidad social

Sonia Gabriela Ceja Ramírez

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El alejarnos de las instituciones, el esperar soluciones mágicas y que vengan de afuera, el justificar las ejecuciones y desapariciones asumiendo que la gente está involucrada en el crimen organizado, son formas de darle carta amplia a la violencia.

Rosa Inés Floriano Carrera, Coordinator of the Department of Life, Justice and Peace Caritas of the Colombia during the Twenty-Seventh session of the Human Rights Council.15 September 2014. UN Photo / Jean-Marc Ferré

Rosa Inés Floriano es colombiana y trabaja para Cáritas de su país, actualmente dirigiendo un programa de fortalecimiento de sociedad civil para la gobernanza, pero desde hace 18 años ha acompañado el proceso de paz y reconciliación en Colombia. “En este momento, en este escenario del país, aplicando procesos de paz, apoyando la reconstrucción de la relación entre la institucionalidad y la ciudadanía”, explica en entrevista para Semanario.
Desde hace mucho tiempo, la paz venía tratando de reconstruirse y en el tiempo en que Rosa Inés comenzó a trabajar para Cáritas Colombia se realizó uno de los intentos fallidos: “La Iglesia siempre había trabajado en distintas iniciativas de paz. En ese momento se trataba de ayudar a las comunidades de la región de El Caguán para pensar cómo participar de la construcción de la paz para que los ciudadanos fueran participantes activos, sin embargo, fue un proceso que fracasó porque la gente de esas comunidades se sintió relegada y además estigmatizada pues para el resto del país lo único que había en ese territorio eran las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y se olvidaban del pueblo que no participaba en la guerra.
“Incluso se especulaba que el gobierno cedería ese espacio a las FARC para crear un estado independiente y comunista, cosa con la que no estaban de acuerdo los habitantes fuera de la guerra. Esa experiencia fue fallida pero dejó mucha enseñanza para enfrentar este nuevo proceso de paz que terminó con un acuerdo en 2016”.

Fortalecer el tejido social
“Desde entonces, los esfuerzos por construir la paz eran para recomponer el tejido social. Lo interesante fue lo que aprendimos porque a partir de entonces llegó mucha cooperación internacional al país aunque también se generó bastante daño porque cuando hay recursos, una cierta sobreoferta de fondos con el nombre de la paz, la paz se vuelve prácticamente un negocio. En esa época hubo iniciativas muy buenas pero otras que tenían como trasfondo una intención económica.
“Entre lo que descubrimos fue que la construcción de la paz exige sumar. Todo lo que no pueda hacerse sumando, capitalizando esfuerzos y articulando iniciativas, definitivamente no contribuye a la paz.

La situación de México
  “Creo que en el caso de México esa es la mayor necesidad. Si en algo requiere avanzar la sociedad civil mexicana, la institucionalidad mexicana también, es en aprender a trabajar con otros. Mientras se sigan pensando iniciativas desarticuladas, cada quien haciendo lo que puede pero por su lado, eso solamente sirve y se vuelve funcional a campañas políticas y cosas que a la larga terminan restando credibilidad de parte de la comunidad.
“La gente sabe que son promesas de campaña y que no son creíbles, lo que va generando un desaliento en la sociedad. Se debe generar una reflexión ciudadana sobre la importancia de la construcción de la paz.

No ejercer democracia, es abrirle la puerta al crimen organizado
“La sociedad civil, por muy madura que esté, sino logra engancharse a trabajar con las instituciones, no va a lograr nada. Porque es que hay muchos imaginarios de que estamos en un narco estado, que los gobiernos están cooptados.
“En Colombia lo vivimos pues en algún momento prácticamente todo el Congreso de la República estaba cooptado sino por los paramilitares por las FARC, pero había llegado a un nivel de cooptación del Estado que era terrible. Sin embargo, lo que nos permitió reflexionar eso es que justamente la institucionalidad queda a merced de la cooptación de los armados o de los criminales, precisamente porque la ciudadanía se separa de la institucionalidad y la deja sola.
“En esa medida, mantener ese imaginario de que todos son unos corruptos, de que no hay que creer en la institucionalidad porque están cooptados, solo refuerza la brecha histórica y entonces se los dejamos para que la institucionalidad sea cooptada y eso es funcional precisamente a la criminalidad.

No los queremos pero volvemos a elegirlos
“En Colombia, la sociedad civil está haciendo un esfuerzo por recuperar al Estado, por recuperar un estado de derecho al servicio de la ciudadanía y que no sirva a los intereses de los criminales.
“Esto hay que hacerlo funcional por las vías de la democracia. No solo por las vías legales, sino caminando con las instituciones y rodeándolas. Esto es un desafío que en México todavía se ve bastante lejos.
“En México existe bastante enojo del pueblo hacia sus instituciones pero al momento de ejercer la ciudadanía a través del voto vuelven a ser manipulados. No logra verse una conexión entre el enojo ciudadano y los resultados electorales. Ahí hay un desafío enorme. La sociedad civil tiene que madurar en eso y lanzarse a recuperar al Estado para sí”. 

Asumir nuestra participación en la violencia
La entrevistada refirió que en nuestros países, como sociedad civil y como individuos, debemos reconocer que aunque no es nuestra culpa la situación que se vive, uno también forma parte de esa realidad “y cuando uno se empieza a ver como actor en ese proceso, no esperando a ser víctima para entonces aceptar que sí es con uno también el asunto, uno se acepta como parte de esa realidad pero también como parte del cambio de esa realidad.
“El problema es que siempre estamos esperando una solución de afuera y casi soluciones mágicas: estamos esperando que llegue un presidente que sea casi como un mesías y nos resuelva el problema.
“Cuando eres consciente de que tú eres parte de este drama por acción o por omisión porque eres un ciudadano inactivo que no ha controlado a sus instituciones, que no vota responsablemente, en cualquier medida tú eres corresponsable de lo que está pasando, entonces asumes que también tiene que empezar por ti el cambio”,
explica Rosa Inés Floriano.

“Cuando tú haces de la paz no una expectativa, sino una convicción, entonces empiezas a labrar desde adentro. Te das cuenta de que eres artesano de paz en tu entorno y el cambio se va abriendo paso”.
Y es que aunque Colombia ha logrado superar su conflicto armado y actualmente no se registra una muerte por la guerra interna en lo que va del año, un índice que todavía no se logra abatir es el de la violencia intrafamiliar. “Esa es una tarea que nos toca a todos, eso nadie nos lo puede venir a resolver. Ese es el punto en el que estamos ahora”.

El papel de la Iglesia
Respecto a la Iglesia, Rosa Inés refiere que en Colombia también le tocó madurar y asumir su rol de madre de todos.
En México se está dando ese paso. “Cuando decimos que a alguien lo mataron o desaparecieron porque seguramente andaba metido en negocios sucios, estamos justificando la muerte, e inconscientemente estamos validando que eso ocurra hasta que un día, alguno de nuestros sacerdotes, religiosas o laicos comprometidos o seminaristas estaba en el lugar equivocado lo acribillan y entonces la Iglesia dice, esto también era con nosotros”. 

El Caso Colombia

Cabe recordar que Colombia vivió seis décadas de guerra entre diferentes actores sociales. Según la recapitulación de Rosa Inés Floriano, lo que ocurrió en su país es similar a lo que ha sucedido y todavía ocurre en diferentes países de Latinoamérica, que al ser ricos en recursos naturales son codiciados por quienes pretenden obtener jugosas ganancias sin importar el costo ecológico o social.
“En nuestros países se dan muchas estrategias de violencia que terminan creando alianzas entre intereses económicos y políticos que llegan a esos territorios e inventan una violencia para desvertebrar el tejido social, los liderazgos que hay en esos territorios y dejar la tierra a merced de esos otros intereses.
“Si uno analiza los mapas de la violencia en América Latina, se da cuenta que donde se ha dado mayor violencia es en los territorios de mayor riqueza, donde más convenía mantener a la población muy pobre, sometida por la vía del terror y la violencia, y luego, ya sea empresas multinacionales o políticos con grandes predios en esos territorios, se adueñan y explotan esa región.
“La lectura intermedia, en el caso colombiano es la disputa entre partidos políticos conservadores y liberales. Fue una mezcla de pasiones políticas con un cierto fundamentalismo religioso, que afectaba ciertos privilegios de la Iglesia, lo cual fue una bomba de tiempo que detonó con el asesinato del caudillo Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, lo que desplegó la lucha por todo el país.  
“El temor de la Iglesia en ese momento, era la avanzada del comunismo en América Latina.
“A la fecha todavía hay coletazos de esa violencia bipartidista y tenemos que trabajar en desinstalarla porque se le alimentó durante 60 años.
“Así nace el movimiento guerrillero que incluso involucró a algunos sacerdotes cansados de ver la injusticia y los abusos que se cometían al tratar de reprimir a los guerrilleros, y que colgaron la sotana y se unieron a los movimientos. Eran los tiempos de la teología de la liberación.
“Es una guerra que fue mutando y que en cada territorio adopta rostros distintos. El conflicto colombiano es una suma de muchas guerras con el pretexto de recuperar el poder para el pueblo por la vía de las armas y con una puja política detrás de eso entre los conservadores, liberales y comunistas, cada uno con sus patrocinadores buscando quedarse con una parte de la riqueza, pero después entra la economía criminal detrás de eso; el tema del narcotráfico, fue una mutación”.

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¿En verdad buscamos ser agentes de paz?

Periodismo sin violencia

Dulce Natalia Romero Cruz

Desde hace más de 20 años Cristina Ávila Zesatti ha trabajado en la cultura de paz, pero desde que estaba estudiando en Barcelona lo pudo formalizar: “al final del curso teníamos que hacer una tesis y decidí que iba a ser sobre la violencia en México. Mi asesor me dijo que me volvería loca, que tenía que escoger un tipo de violencia (estructural, cultural, el narco o las mujeres de Juárez), sin embargo yo quería hacer un estudio que demostrara que todas las violencias confluyen en los ciudadanos mexicanos desde hace mucho tiempo. Era un mundo inabarcable. Fue una experiencia muy aleccionadora, me di cuenta que la gente de mi país y que yo misma, somos parte de eso a veces sin querer. Por otro lado fue muy esclarecedor  porque cuando yo me documentaba, en 2006, vi que la otra parte que comenzaba a hacer algo nadie la notaba,   y por esa razón me empiezo a mover, porque nadie conocía el fenómeno a nivel internacional”.
Comentó Cristina que inició hablando con sus compañeros pero que nunca logró despertar su interés, hasta 2007 que una ONG suizo-catalana le ofreció becarla para realizar su proyecto. No le daban dinero, pero le ponían toda la arquitectura, justo en el momento que le da el sí a CNN.

Cambio de rumbo
“Metida en la narración de la violencia (al trabajar en CNN) me doy cuenta que hay una sintaxis y una semántica para contarla, pero que no existe lo mismo para narrar la paz, que aunque no lo creamos está en todo momento. Creé un medio de comunicación especializado en paz, fuera del sistema de Medios (me salgo de CNN en 2008) ‘Corresponsal de paz’. En el mundo hay institutos, organismos y asociaciones dedicados a hacer la paz, el mundo lo ignora, pues yo quería mostrarlo, sin embargo nadie cree en esto por eso yo termino regalando mis historias.
“Tenemos que abrir brechas e ir contracorriente, aguantar a que nos digan que estamos locos, que no tiene sentido lo que promovemos, y ante todo eso poner buena cara, no digo que no tengo mis momentos de depresión, pero reacciono y me olvido de lo negativo, porque yo no podría volver, ni por la gran necesidad económica que tengo. Se puede volver una situación angustiante, pero deja gran tranquilidad”.

“Cómo va a existir algo a lo que no le damos una oportunidad de comprobar que existe, como la paz. Imaginemos un mundo donde valga más fuerza un relato de paz que de violencia, o que por lo menes estuviera igualado”.

Cómplices de la mentira
La especialista en cultura de paz, aseguró que ha habido algunos intentos de hacer una red de periodistas que trabajen por la paz. En Colombia se llamaba ‘Medios por la paz’, pero solo enfocado al conflicto interno y terminó desapareciendo, pero hicieron cosas muy interesantes, como un diccionario. “Fue algo muy preciso porque como periodistas hablamos mal y lo reproducimos, y nos damos cuenta hasta que la gente ya está repitiendo nuestras mentiras, porque nos informamos mal y mal informamos. A veces que vivimos en una esquizofrenia, tu sabes que tu fuente te está mintiendo, como cuando nos toca entrevistar a algún político porque esa fuente nos corresponde, le haces unas preguntas y ni tú le crees, pero tienes que llegar escribir e informar eso, y el que te lee piensa en que tú le mientes y que además sabe que te mintieron también a ti. El lector sabe que estamos contando mentiras, pero también le entra al juego porque salirse es muy complicado. Pero no nos queda más que salirnos, hay que decir las cosas por su nombre.
“Entrevistemos a gente real que está haciendo algo por construir la paz, aunque no sean personas famosas o reconocidas. Desgraciadamente esa gente no es nuestra fuente”.

En el periodismo de paz “no se trata de eludir la violencia o la guerra, sino de contarla desde otra perspectiva, la perspectiva de las soluciones, que inevitablemente están presentes desde el nacimiento mismo de cualquier conflicto”.

Pensamiento de un periodista
La mentalidad tiene que cambiar, cuando se hace periodismo por la paz insiste Ávila Zesatti: “Nos hablan del terrorismo y nos ponen a los grupos extremistas musulmanes como enemigos, haciendo atentados en toda Europa, pero hay que saber quiénes están haciendo la guerra, quiénes la mantienen y quiénes están vendiendo las armas. Yo sé mucho de conflictos, a mí no me van a venir a contar que los malos son ISIS, porque, ¿Quién los creó?, ¿Quién los financia?, ¿Quiénes los arman y para qué?; ¿A quién le interesa que yo esté asustada y odiando a los islámicos?”.
El portal ‘Corresponsal de paz’ (www.corresponsaldepaz.org), está a cargo de Cristina Ávila y tiene algunos voluntarios, asegura que muchos se acercan pero al saber que no hay dinero, se les terminan las ganas. Por eso, ahora difunde su libro “La paz que si existe (y que el periodismo ignora”, para salir de la red y que su sueño haga despertar a muchas personas más para que ellos realicen sus propios sueños.
Como especialista imparte Talleres de educación para la paz, hay una pedagogía que se da a los niños; también para periodistas y para víctimas de la violencia, tanto en México, como Colombia, Estados Unidos y España.

La paz en el periodismo
Cada una de las historias relatadas en el Libro “La paz que si existe (y que el periodismo ignora” es diferente y le tomó su propio tiempo. Cristina asegura que algunas entrevistas tardaron en ser concretadas hasta 5 años. “En el texto están mis 30 historias favoritas, porque todas me han marcado, aunque algunas se quedaron fuera. Unas dice que son inéditas porque nadie me las ha comprado. Es un libro que tiene mucha voz de mujer, en términos femeninos no feministas, porque por mi experiencia me he dado cuenta que las mujeres somos más constructoras de la paz porque a los hombres, culturalmente, los han enseñado a ocultar sus sentimientos y emociones; pero creo que los dos géneros tenemos la capacidad de ser educados en la paz, solo falta que la alimentemos”. 
Aseguró Cristina Ávila que entre los países que más están trabajando por la paz (que son lugares que se rompieron por completo), está Colombia que sigue en un proceso de pacificación; también Camboya, que tiene algunos intentos de periodismo de paz, y Nepal donde hasta hoy ha sido muy generalizado el tema de paz, ya que vivió una guerra (que a nadie le importó porque no había intereses económicos) muy cruel entre 1996 y 2006, que siendo un país tan hermoso, pero muy pobre, quedó muy lacerado. 

Biografía

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Cristina Ávila Zesatti es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad del Valle de Atemajac, UNIVA, master en Guiones Documentales por la Universidad Complutense de Madrid y diplomada en Cultura de Paz por la Universidad Autónoma de Barcelona; es humanista, pacifista, animalista y periodista. Nació en Zacatecas, México, en 1972. Ha vivido en Guadalajara, Ciudad de México, Madrid, París, Bruselas y Barcelona; hoy sufre y disfruta el regreso a su terruño.
En Europa colaboró en los Semanarios Día Siete y Eme Equis, con temas de investigación social; realizó trabajo voluntario en la Cruz Roja, con niños enfermos de VIH-Sida; también en la Comunidad Humana de ayuda a niños en el Tíbet, y en la Fundación Mundo 21, a través del portal de noticias sociales Humanitaria TV.
Vive de noche e intenta dormir de día; sus paseos de madrugada para alimentar animales callejeros le han merecido reprimendas policíacas y familiares, burlas, apodos y la sospecha de una excentricidad que confirma siempre que puede. Es tozuda y rebelde porque intenta hacer honor al sobrenombre que la acompaña desde niña, ‘Cristina la Bruja’.
Antes de decidirse a escribir reportajes, pasó 10 años haciendo televisión internacional en CNN, NBC y NBC-Telemundo, donde llegó a ser jefa de los corresponsales en México. Tras más de 20 años ejerciendo el periodismo, algunos tempranos ideales de su vocación se mantienen y otros se han esfumado; por ejemplo, todavía hoy cree que es posible transformar el mundo con el poder de la palabra, y en cambio, la abandonó por completo aquel joven deseo de ser corresponsal de guerra.

Tiene dos libros (Texere Editores):
-México en el laberinto de la contradicción: pacificar a un país que oficialmente no está en guerra.
-La Paz que sí que existe (y que el periodismo ignora).
Contacto: www.corresponsaldepaz.org, xavila@corresponsaldepaz.org, @brujadepaz.

Menos cortes de listones y más seguridad

Exigencia ciudadana: Cardenal Robles

Monserrat Ayala Razo

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La inseguridad en la Zona Metropolitana de Guadalajara es un mal que las autoridades no han podido frenar, cada día hay más personas víctimas de la delincuencia, lamentó el Arzobispo de Guadalajara, Cardenal José Francisco Robles Ortega.
“Es triste el aumento de casos de robo en la calle a mano armada con violencia, yo no sé, no entiendo por qué las Autoridades no se hacen presentes, en lugar de cortar listones”.
Insistió en que no hay lugar ni persona que quede libre de atracos, incluso, las propias Parroquias, son espacios afectados por los ladrones, por lo que lanzó un llamado a las autoridades a trabajar en favor de la ciudadanía.
“Que se haga lo que sea necesario, si el cambio de cabezas  lo remedia, pues ya es tiempo de pensar en el cambio”. 
Sobre el incremento de casos de asesinato al interior de las familias, señaló como una de las causas, la falta de valores y la “violencia enfermiza”.
“Hay que volver a los valores, a la formación, a la educación, falta que todos sumemos para hacer la cultura del valor de la vida y respeto al otro”.

inseguridad

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