El santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia dispone en la Eucaristía, pertenece al llamado ‘Discurso de la Misión’, centrado, como su nombre lo indica, en la tarea misionera confiada a los discípulos. La perícopa comienza por mostrar que la misericordia está en el origen mismo de la misión, y termina destacando que si la misión tiene su génesis en la graciosa misericordia de Dios, manifestada en y por Jesús, en consecuencia, por el hecho de ser sus discípulos debemos llevarla a cabo gratuitamente (Mt 9, 36 – 10, 8).
Jesús personifica la misericordia divina
San Mateo subraya que Jesús hace visible la generosa misericordia de Dios: ‘En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor’ (v. 36). El verbo griego splanchnízô, traducido por ‘compadecer’, significa literalmente: ‘se le enternecieron las entrañas’; alude por tanto a un sentimiento de compasión tan intenso que hasta afecta las vísceras. Jesús se conmovió al máximo ante la multitud revelando así la ternura y la piedad de Dios (véanse Ex 34, 6; Sal 103, 8.13). En el Salmo 145, 9 leemos: ‘Bueno es Yahvé para con todos, tierno con todas sus creaturas’; divina ternura que vemos a Jesús revelar con su entrañable actitud. Se debe pedir al dueño de la mies, o sea al Padre. En efecto, en el origen de todo envió está siempre el Padre, a quien todos sus discípulos recurren en oración (véanse vv. 37-38; compárense: Lc 6, 12).
Los elegidos son Doce al igual que las tribus de Israel
Los elegidos son Doce: se trata como de una familia del nuevo Israel (véase v. 1a, y compárese: Mt 19, 28). Su misión no es otra que hacer el bien (véase v. 1b). Son encabezados por Pedro. Proceden de mundos diversos y antagónicos: nombres hebreos y griegos, pescadores, un odiado recaudador y un zelota. La lista resulta paradigmática por su carácter inclusivo (véanse vv. 2-4). Su objetivo: Las ovejas perdidas de Israel (véanse vv. 5-6). ¿No será una alusión a las ovejas dispersas por culpa de los pastores: ‘Ovejas perdidas era mi pueblo. Sus pastores las descarriaron, extraviándolas por los montes’ (Jr 50, 6)? Son los continuadores de la misericordiosa obra de Jesús, de ahí el mandato de dispensarla sin cargo: ‘Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente’; aunque de momento, los discípulos no aparecen como ‘maestros’ (véanse: vv. 5-8 y compárense: 28, 19).
“Misericordia quiero y no sacrificios”
La misión evangelizadora, la cual nos abarca a todos los seguidores de Jesús, plantea claras directrices: la oración confiada, la conciencia de que somos llamados y enviados personalmente y, la gratuidad de la misión. Todo ello fundamentado en el anhelo divino revelado en aquellas palabras pronunciadas por el profeta Oseas, y recordadas con insistencia por nuestro Señor Jesús: ‘Misericordia quiero y no sacrificios’ (Mt 9, 13; 12, 7; compárese Os 6, 6).
Nuestro pastor diocesano, con claridad meridiana, traduce éste anhelo del Señor, en palabras vivas y actuales: “Continuar su obra significa que estamos llamados a ser consuelo para los demás, especialmente para los que más sufren” (Véase: Se recibe al Espíritu para ser testigos, Semanario 1060, 28/V/2017, pág. 2).
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