Pbro. Lic. José Marcos Castellón Pérez
En esta semana, una persona adulta mayor fue al banco, cuyos colores albiazules no son para nada en referencia a la Virgen María, a reclamar el cobro a su cuenta de un supuesto seguro del que ella no estaba informada, pues ni lo había solicitado ni autorizado. Después de perder mucho tiempo en la sucursal, fue atendida por un empleado con una burocracia ineficaz, que sólo la comunicó por teléfono con la central de seguros de esa misma empresa bancaria en la Cd. de México. La llamada fue contestada por un aparato cuyas indicaciones generaban más nerviosismo en aquella pobre mujer de edad avanzada, acostumbrada más bien a las labores domésticas. Por fin, pudo cancelar ese seguro que nunca contrató y cuyo monto de cobro se sumaba, por los meses en que injustamente se le retuvo, casi el 35% de sus ingresos mensuales. Cuando pidió el rembolso de ese cobro arbitrariamente impuesto por quien maneja la cuenta, es decir, del mismo banco, se le dijo que esto era imposible. Se le sugirió, como recurso gravoso e inútil, hacer una denuncia a la CONDUSEF, pero ella tiene miedo a la burocracia y a que termine por gastar más dinero del que se le robó.
Quien escribe esto también hace algunos años pasó por la misma experiencia y, seguramente, más de algún lector ha sufrido de estos mañosos cobros de parte de banqueros con poca ética en el manejo de las cuentas de sus clientes. Roban conscientes de que muchos ciudadanos dejamos perder ese dinero por negligencia o por desconocimiento de los procedimientos jurídicos para el justo reembolso.
Así como los robos con violencia abonan a la descomposición del tejido social, también el robo bancario, el que realizan las instituciones a las que uno como ciudadano confía el dinero que con mucho trabajo ha podido ahorrar, generan una ambiente de desesperanza y desconfianza social. Ojalá que quienes prestan servicios bancarios tomen conciencia del mal que provocan y busquen formas verdaderamente honestas de ofrecer sus servicios a sus clientes dando toda la información necesaria. Así mismo, deseamos que las instituciones judiciales que garantizan los derechos fiscales de los ciudadanos puedan, sin excesiva burocracia, resolver pronto estas situaciones.
Como buenos cristianos y como ciudadanos responsables debemos preocuparnos por estar informados de los contratos que realizamos, incluso por teléfono, y no dar ningún dato personal o aceptar algún servicio bancario si no estamos bien informados de los deberes y derechos que supone dicho contrato; por otra parte, también debemos tener conocimiento suficiente de los derechos que tenemos y la forma de defendernos mediante la CONDUSEF, sin permitir que se aprovechen de nuestra ignorancia o de nuestros miedos. Ser un buen cristiano es saber defender oportunamente los justos derechos y no permitir ninguna clase de abuso, pues el Señor nos ha pedido ser mansos, pero no mensos.

Publicar un comentario