EDITORIAL

Navidad disfrazada y suplantada

La máscara del consumo y los excesos parece elegante y excelente; da prestigio en las “fiestas decembrinas”, que no pocos nombran así, de manera simplona. Esta temporada es, para no pocos, una forma imprescindiblemente necesaria para sobrevivir; permite fortificar a cal y canto la ficción de un estrato social conveniente. Cierta Navidad suplantada con disimulos culturales, endurece egoísmos, engorda vanidades y ofende el hambre de millones. En los closets atiborrados con apenas un 10% de uso, se encierran pecados. Existen alacenas abundantes, que ignoran a la otra mitad de la Humanidad.
Enflaca la virtud del compartir y se atreve a presumir lujos exuberantes a la otra gente de su nivel. La otra realidad, millones de seres humanos en una Sociedad hambrienta, viviendo en la raya de la miseria. Hoy persiste un cielo asfixiante; la libertad y esperanza transformadoras han quedado bloqueadas por envidias, injusticias y mentiras. El resto de la Humanidad, la parte frágil del mundo, sobrevive apenas con su trabajo escaso y mal remunerado. Se le aniquilan de antemano sus potencialidades de desarrollo.
Vivimos en un planeta donde rigen las fuerzas de la violencia, que no sólo es agresión física; empieza por ser económica y puede llegar a sinrazones de exclusión, hasta de tipo religioso. La fuerza de los poderosos que gobiernan el orbe, construye con hipocresía leyes que fustigan la dignidad. Los parámetros de la pobreza son no sólo permisibles, sino también legalizados.
El Papa Francisco subraya que vivimos en un mundo trastocado: cuando “se ponen en juego ciertas conveniencias en la riqueza, el prestigio, el poder y la fama…” de unos cuantos –a los que él llama “fariseos”, porque acomodan las reglas de gobierno, economía, e incluso de la conciencia a su favor–, se están negando las posibilidades más elementales para que “el otro” pueda también vivir con dignidad social y moral.
No sólo son violencia las acciones destructoras, inmisericordes, obtusas, respaldadas en ideologías carentes de toda humanidad. También hay una violencia nacida del pecado de omisión. En el mundo habitan millones de seres al borde de la miseria que, desde su orfandad social, se sienten impelidos a organizar cualquier ‘negocio’ con tal de mitigar un poco el hambre. Hay Gobiernos que organizan, desde su posición ideológica, una incruenta violencia contra el mundo empobrecido. En las barriadas paupérrimas, la falta de alimento marca la lucha; ahí el robo parece justificarse ante tantas carencias.
Violencia es cuando el erario público, urgido para la salud, educación, obra pública, termina por engrosar unos cuantos bolsillos de la clase política y de sus congéneres, los Partidos, eternamente ávidos.
Pero… existe una Navidad que es menester que vuelva: la de valores humanos y religiosos. Al respecto, dice el Santo Padre: “La Navidad suele ser una fiesta ruidosa: nos vendría bien un poco de silencio para oír la voz del Amor. Navidad eres tú, cuando decides nacer de nuevo cada día y dejar entrar a Dios en tu alma. El pino de Navidad eres tú, cuando resistes vigoroso a los vientos y dificultades de la vida. Los adornos de Navidad eres tú, cuando tus virtudes son colores que adornan tu vida. La campana de Navidad eres tú, cuando llamas, congregas y buscas unir. Eres también luz de Navidad cuando iluminas con tu vida el camino de los demás con la bondad, la paciencia, la alegría y la generosidad…”.

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