Los niños son hoy menos creativos e innovadores por falta de autoridad y poca educación sobre sus deseos
Pbro. Alfonso Rocha Torres
A los problemas educativos específicos que plantea la vida moderna (escaso tiempo de convivencia padres-hijos, fractura familiar, pérdida del sentido de autoridad en la escuela) se han unido en los últimos años los derivados de la implantación de las redes sociales y las nuevas tecnologías como ámbito habitual de ocio para niños y adolescentes. Este artículo estadounidense bien puede aplicarse a los nuestros.
Reflexionando sobre todo ello, el experto Leonard Sax, médico de familia y psicólogo y fundador de la Asociación Nacional para la Educación Pública Diferenciada, ha escrito en First Things un revelador artículo sobre la importancia de educar los deseos de los hijos para que maduren, en vez de abandonar a los hijos a sus inmaduros deseos:
El Science Talent Search [Búsqueda de Talento Científico] es la principal competición para estudiantes de bachillerato en Estados Unidos. Es “el Premio Nobel junior”. Según un reciente estudio, el 83% de los 40 finalistas de 2016 eran hijos de inmigrantes.
La cobertura de los grandes medios sobre este informe se ha centrado en la necesidad de fomentar la inmigración a Estados Unidos desde países como India, China y Corea del Sur, de donde surgieron los tres primeros lugares. Nadie se plantea por qué los niños de origen estadounidense están ahora infra representados en las filas de la innovación. Ha habido un auténtico colapso de creatividad entre los niños. Los niños son ahora menos creativos y menos innovadores que los de hace solo veinte años.
Se notan ya las consecuencias negativas
He sido médico en Estados Unidos desde hace más de treinta años. Hoy le oigo decir a menudo a los padres norteamericanos: “Yo solo quiero que mi hijo sea feliz”. Por desgracia, cuando dejas que los niños actuales hagan lo que les hace felices, lo más probable es que el resultado sea chicas adolescentes que dedican todo su tiempo a Instagram o Snapchat, y chicos adolescentes cuyos pasatiempos favoritos son los videojuegos y la pornografía.
Como médico de familia, he visto de primera mano las consecuencias a largo plazo. Ese chico de 15 años parecía muy contento gastando su tiempo libre en lo que le apetecía. Pero 18 años más tarde, a la edad de 33, tiene una sensación creciente de que la vida debería ser algo más que videojuegos y placer sexual. Vive en casa con sus padres trabajando a tiempo parcial en un empleo sin futuro. Y estalla de rabia, a menudo rabia contra sus propios padres, por razones que intenta expresar con palabras, palabras que podrían ser: ¿Por qué no me educaron para ser algo más que esto?.
Educar los deseos
La primera tarea del padre es educar los deseos de su hijo: inculcarles el deseo de algo más elevado y mejor que los videojuegos o la pornografía o las redes sociales, ya lo encontremos en la ciencia, en la música, en el arte, en la naturaleza o en la religión. El trabajo ganador fue presentado por Indrani Das, cuyos padres llegaron a Estados Unidos como inmigrantes desde Calcuta (India). Dudo de que la señorita Das disfrutase estudiando reparación de astrocitos de células nerviosas de las neuronas cuando era pequeña. Sospecho que sus padres educaron sus deseos.
Como padre, lucho diariamente contra la cultura del “Yo solo quiero que ella sea feliz”. Cada noche, le leo a mi hija de diez años libros escritos por personas que murieron hace tiempo, intentando inculcar en ella el deseo de algo más sustancial y más duradero que Snapchat e Instagram. Me anima el ejemplo de otros padres que han tenido éxito en esta tarea.
En su libro “El colapso de la autoridad”, Leonard Sax retrata algunos problemas de la educación de niños y adolescentes hoy y aporta soluciones basadas en cientos de entrevistas con padres, hijos y educadores en todo el mundo.
¡Apaga las pantallas!
No dejes que a tu hija o hijo le preocupe haberse perdido el último tuit o snap. Al contrario, toma a tu hijo y sal a dar un paseo al bosque, o vayan juntos a un concierto, o visita un museo. No persigas la felicidad como un fin en sí misma. Persigue el arte, la música, el conocimiento, o la visión de ese precioso jilguero de cuerpo amarillo que anida cerca de casa. Y enseña a tu hijo a actuar así. Verás que la felicidad llega, espontánea e inesperada. Y ¿quién sabe? Tu hijo podría incluso ganar un premio de ciencias.
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