Dándole vueltas a la Decalogía


La agradable noticia de una profesora que propone a sus setenta alumnos la lectura de varias obras mías me ha alegrado mucho. Alegría que me lleva a hacer varias consideraciones entre mi novela Cyclus Apocalypticus y la realidad del año 2017.
En mi novela, escrita antes del año 2000, un millonario llega a la presidencia de Estados Unidos. Sólo que Fromheim era un impresionante político de pura raza con mucho más dinero y poder que Trump. Y Fromheim llega con la clara y decidida idea de torpedear la democracia. En mi novela, los tiempos ya estaban más maduros.
Otro aspecto importante del comienzo de mi libro es la brutal oleada de atentados que se produce. Pero en Cyclus esos atentados están orquestados, financiados y magníficamente organizados por todo un Estado. Las consecuencias son devastadoras sobre la opinión pública estadounidense y ése el factor final que permite la aparición de un Presidente con poderes especiales.
Hay aspectos tecnológicos de Cyclus que en esa época no se hablaba y ya son realidad: libros, películas y música están todos en la nube. También entonces hablaba de proyectos colosales como la recreación de mundos virtuales como el planeta Tierra en el siglo XIX. Sigue sin realidad el que los números de teléfono, email, etc sean sustituidos por una secuencia alfanumérica personal que unifica todo. Sin embargo, la marca de la Bestia que contenía un código de barras ha sido superado por el Sistema NU de identificación que ya expuse en su momento.
En mi novela, China no tenía ninguna importancia. Tampoco conté con los países emergentes. Antes del año 2000, yo era un joven totalmente eurocéntrico. El mundo para mi pequeña mente se reducía a Europa y a esa otra réplica de Europa que son los Estados Unidos. Reconozco con vergüenza que ni se me pasó por la cabeza que el poder del mundo pudiera estar en otro lugar que en Europa y Estados Unidos.
Del mismo modo, también ahora me causa sonrojo, las mujeres estaban totalmente relegadas en mi novela a papeles secundarios. Insisto, todas estas cosas las veo ahora como muestra de mi provincianismo y mi involuntaria visión machista propias de aquella edad mía en aquella época.
Dígase lo mismo de la cuestión racial. Debo recordaros que era la década de los noventa y que yo apenas había salido de mi querido continente. El resultado era que cuando yo hablaba de la Humanidad pensaba en Europa. El resto eran poco menos que unas minorías étnicas situadas en los alrededores de nuestro querido continente. Ese provincianismo se me fue curando en los años siguientes. No había malicia en ese eurocentrismo, simplemente era ignorancia.
Leída de esta manera, como una colección de prejuicios, la novela se vuelve más interesante. También por eso no he querido corregir ni una coma en ese texto: es una muestra de mi evolución.
Como anécdota diré que en Historia de la II Secesión de los Estados Unidos (escrita en la década de los 90) se cuenta que una de las Torres Gemelas se derrumba por un atentado terrorista. Y que se hunde de forma vertical. Se puede probar documentalmente que escribí eso, porque esa novela (como todas) la inscribí en el Registro de la Propiedad Intelectual.

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