Retiro Kerigmático en el Seminario Mayor
Jorge Cadena Romo 1 ° Teología /
José Manuel Gutiérrez Alvizo 1° Teología
El pasado 9 de mayo, en nuestra casa del Seminario Mayor hicimos un alto en las labores cotidianas, para tener un retiro kerigmático de evangelizadores. El kerigma, es el primer anuncio: la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que nos lleva a un encuentro personal con Él. Básicamente se buscó “volver a empezar” en nuestra relación con Aquél a quien hemos decidido seguir tan cerca.
La propuesta de dicho encuentro, nació de un grupo de alumnos, apoyados por los formadores, haciendo participes a algunas comunidades laicales. En concreto los involucrados fueron: Comunidad Koinonía de San Juan Bautista, Escuela de Evangelización de San Andrés, Vida Plena en Jesús, Renovación Carismática Católica y Comunidad Nueva Alianza.
Muy de mañana, queriendo aprovechar el día, a las 6:45 iniciaron las laudes, dirigidas por la consagrada de San Juan Bautista; acto seguido, Jacob, varón consagrado de origen checo, dirigió la meditación centrada en la necesidad de obras de amor, como el salto de calidad que distingue a los discípulos de Jesús. Las implicaciones comunitarias son obvias, y así, todos en la capilla acabaron abrazados por filas, mientras repetían una oración; no exactamente una modalidad muy acostumbrada, pero ciertamente a tono con lo que se buscaba transmitir.
Las comunidades laicales tuvieron a bien, el desayunar con los seminaristas, entre ellos el Pbro. Corrado Sperotto, quien dirigió la primera predicación general. Mientras tanto, las demás comunidades iban haciendo aparición en el seminario con sonrisas y saludos, y disposición en plenitud.
Reunidos en la capilla, la Palabra de Dios fue entronizada por el Pbro. Gabriel Quezada, formador del seminario, referenciando el orden de la creación relatado en el Génesis, para llamar a ordenar el propio ser, conforme a un Dios que no lo es tanto de cabezas, sino de corazones, y en ese espíritu se hizo el envío misionero: “Vayan por todo el mundo…”
A la par, un grupo de intercesión ya estaba frente al Santísimo, en el auditorio del seminario, en concentrada oración; no así todavía en la capilla, donde se percibía un cierto aire de dispersión, cuando el Padre Corrado, de la Comunidad Koinonía de San Juan Bautista, empezó su predicación: “Llamados a la unidad para trabajar en la Nueva Evangelización”. Este sacerdote con gran alegría transmitía sus experiencias y conocimiento, destacando en particular el formidable reto que representa la unidad, al grado de ponerla como un anuncio previo al kerigma. Y no le falta razón: si no hay testimonio, ¿qué evangelización puede haber? Para lograr la unidad, el Padre Sperotto propuso tres sencillos puntos, basándose en el capítulo de la Pesca Milagrosa (Lc 5, 4-7): a) Escuchar dócilmente la Palabra de Dios; b) Trabajar entre todos, y c) Confiar en los hermanos.
Al concluir la primer intervención general, se indicaba el paso a los talleres optativos, ubicados en distintas aulas como un primer momento de reflexión. Éstos ofrecían seis diferentes temas; a saber: “Ludus, evangelizando a través del juego” y “El kerigma en la adoración”, a cargo de Vida Plena en Jesús. “Orar con la Palabra de Dios”, que impartió la Comunidad Koinonía; “La cultura del kerigma en las parroquias”, por la Renovación Carismática Católica; y dos inspirados en las enseñanzas del Papa Francisco: “Salgan a evangelizar a las calles” y “Por favor no enjaulen al Espíritu Santo”, dados por la Comunidad Nueva Alianza.
Muchos intercambiaban impresiones del retiro y los talleres: quienes esperaban menos, quienes más. El evento ciertamente ya estaba en plena marcha, funcionando de acuerdo a todas las semanas previas de planeación, aunque no exento de detalles: la “Casa de la Palabra” era un aula acondicionada para que cada participante recibiera en ella el kerigma de forma personalizada, de acuerdo a un orden programado al minuto. Vale la pena hacer hincapié en el esfuerzo de los evangelizadores, quienes trataron a cada participante como si fuera el único, pese a haber repetido su parte del discurso –literalmente- cientos de veces. Cada uno de los participantes tuvo la oportunidad de oir la secuencia que parte desde Jesús como fuente de vida plena, que nos remite al amor de Dios; después la realidad del pecado, la redención, la respuesta personal, el encuentro con Cristo, el don del Espíritu Santo, la lucha espiritual, hasta culminar con la perseverancia y unión en la comunidad, que se ha de reflejar en la vida como una misión permanente.
La segunda intervención en la comunidad bajo el nombre “Perfil del Kerigma y radiografía del evangelizador” estuvo a cargo de José H. Prado, fundador de la Escuela de Evangelización de San Andrés, de inconmensurable trayectoria (46 años evangelizando). Con chispeante estilo, salpicado de imágenes, resaltó la interdependencia entre mensaje y mensajero, como las dos coordenadas de un plano cartesiano (que se ve como una cruz). Y así dividió el tema: primero El Mensaje, donde Pepe resaltó primeramente el orden de los factores. No se puede dar sacramentos ni catequizar a quien aún no está siquiera evangelizado. Este mensaje debe ser cristocéntrico, y debe estar fundado en un testimonio, pues de lo contrario se convierte en teoría. Todo bajo el poder del Espíritu Santo, protagonista de la misión. La siguiente mitad trató sobre El Evangelizador, el cual debe ser un testigo, no un reportero. Un testigo lleno del Espíritu santo con la Palabra de Dios en la mano, arma que los católicos aún no nos animamos a usar, aseguró. Terminó Pepe Prado su exposición resaltando algunas cualidades que han de acompañar a todo predicador: La fuerza, convicción, valentía y unción que provienen del Espíritu Santo. Una promesa final: “Tú vas a triunfar cuando estés convencido de lo que ofreces”, y un reto: “¿Estás convencido de Cristo?”
Como de ordinario, a las 13:30 fue la comida, que se desarrolló entre el bullicio de las conversaciones que –también como de costumbre- llenan el comedor de seminaristas, ahora más ocupado debido a los invitados. Terminada ésta, y tras la visita de rigor al Santísimo, cada quien dispuso de su tiempo hasta las 16:00, hora en que estaba programada la última predicación, aprovechando para el descanso y la recreación en el deporte.
El último tema general, a cargo de Vida Plena en Jesús, se llamó “El Espíritu Santo: exigencia vital para la Nueva Evangelización”. Impartido por Clara Macías de Lara, evangelizadora con treinta años de experiencia, supo captar enseguida la atención de los participantes, con su prédica llena de enérgico amor y convicción, y no exenta de humor. Comenzó por hacer conciencia del punto de partida: el corazón de la diócesis, el seminario, y el mensaje de Juan Pablo II, que nos llama a abrir el corazón a la acción del Espíritu Santo. A continuación dio un descarnado panorama de lo que espera a los seminaristas que aspiran llegar hasta el final de la formación, algo nada alentador, dada la terrible situación de los jóvenes, las familias, y la composición del tejido social, contrastando con la comodidad en la que los futuros sacerdotes se forjan. Urgiendo a volver la vista a la Iglesia primitiva, Clarita clamaba por sacerdotes convertidos, expertos y ungidos, que “chorrearan” Espíritu Santo, y a nombre de la sociedad interpeló a toda la comunidad del seminario: “Te estamos esperando; necesitamos a Cristo. ¿Tú qué nos traes?”
Una hora después, sin protocolos ni grandes preparativos, como Dios lo hace en nuestras vidas, hizo su entrada a la capilla el Santísimo, para una hora de adoración eucarística dirigida por la propia Clarita y ambientada por Nueva Alianza. La efusión del Espíritu Santo fue patente, moviendo a la alabanza y a la oración viva y fervorosa a toda la congregación, muchos postrados delante del altar, y muchos más rodeándolo de rodillas, o de pie, en un ambiente de íntima reunión entre el Señor Jesús y sus llamados, sus escogidos. Una vez impartida la bendición, por parte del Pbro. Enrique Barbosa, los seminaristas se dispersaron para acudir a la segunda parte de sus respectivos talleres.
A las 19:00 el retiro terminó con la celebración de la Santa Misa, con el padre Barbosa y presidida por el Pbro. Corrado Sperotto, quien hizo una última exhortación a escuchar la voz del Señor y creer; a dejar la pereza, las distracciones, y en vez de tener que seguir oyendo que Cristo es Rey, llevar esa convicción a la vida diaria.
Así los seminaristas llamados a la evangelización, hacen frente a los retos del VI Plan Diocesano de Pastoral de la arquidiócesis tapatía, fomentando desde su formación espacios de encuentro verdadero con Cristo, que nos llama a la Nueva Evangelización, y así siguiendo estas líneas de acción de propiciar un encuentro con Cristo en todas las instancias y tareas pastorales, contribuir a estas necesidades apremiantes para la feligresía tapatía, de la que en un futuro seremos nosotros los pastores.
¡No dejes de orar por el Seminario de Guadalajara!

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