Misioneras vicentinas, trabajo por el migrante y el vulnerable

Amor al servicio

Albergue San Vicente de Paul, alojamiento para el migrante

Foto 4

Once Voluntarias Vicentinas, amas de casa, en su mayoría adultas mayores, son ejemplo de generosidad, entrega y servicio hacia las personas más vulnerables de la sociedad (migrantes, personas en situación de calle y ancianos). Sin recibir remuneración alguna, solo bendiciones, desde el 31 de julio de 1989, cuando comenzó la construcción del albergue, ellas han trabajado para recaudar fondos y conseguir lo necesario para ayudar a todo aquel que lo necesite.

Rebeca Ortega Camacho

Elisa Blas Alvarado, mejor conocida como doña Licho, desde hace 29 años se comprometió con este apostolado y recuerda los comienzos de esta iniciativa, “la necesidad de este albergue inició cuando hubo una misión de los Padres Misioneros Vicentinos, que estuvieron aquí diez años”. Ellos pedían permiso al párroco y albergaban a las personas en un salón del templo y en muchas ocasiones, doña Licho, dio asilo a varios migrantes en su casa.
“Una santa mujer, podría decirlo así, donó este terreno a los Misioneros Vicentinos para que hicieran su casa, pero ellos no podían quedarse aquí. Entonces, cuando este sacerdote se fue (P. Vicente de Dios), nos donó el terreno para que hiciéramos el albergue. Lo veíamos muy lejano, porque en realidad la comunidad estaba en una situación muy pobre, en cuestión económica y espiritual. Cuando los Misioneros se fueron, se formó este grupo (las Voluntarias Vicentinas) y la Asociación Civil, éramos siete voluntarias; iniciamos con mucho entusiasmo. Con un cuarto y un baño empezamos a recibir a las personas”, dijo la señora Elisa.
Actualmente la casa cuenta con dos cuartos grandes, una oficina, cocina, espacio para el aseo personal y una terraza techada. Entre los proyectos está la construcción de una cocina con desayunador “vamos a empezar a buscar fondos”. Los ingresos para el sostenimiento del albergue son mínimos, solo lo que ellas producen y venden. “Económicamente no recibimos mucho apoyo, solo lo que nosotras conseguimos trabajando, haciendo tamales (más de 800 a la semana, rifas, tenemos un bazar de ropa que la misma comunidad nos regala y se vende para recaudar fondos, aunque sea para la luz”, dijo la entrevistada. Además, del apoyo de algunos bienhechores y en los últimos años, se ha contado con la ayuda del DIF y el Ayuntamiento de Zapopan.
De acuerdo al “Estudio sobre las casas de migrantes católicas”, que realizó el Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano, en marzo de 2017, señaló que: “Hasta el momento se ha logrado contabilizar a lo largo del país, 75 organizaciones dirigidas por personas de la Iglesia, entre albergues, comedores, centros de apoyo, parroquias, módulos de atención, dispensarios médicos, entre otros. Estas casas están dividas en tres regiones: la frontera norte (38), sur (25) y el centro (12)”. Y señala que para la Iglesia una Casa Migrantes es: “todo aquel lugar -no importando las características físicas-, que abre sus puertas para dar acogida, y que sirve para procurar protección humanitaria, moral, jurídica y espiritual. En ella el migrante encuentra un refugio porque recibe un trato digno y humano. (…) Las casas migrantes católicas son pioneras en brindar generosidad y amor, por la gran sensibilidad hacia los fieles y a la sociedad en general”; definición que encuadra con la atención que brinda el Albergue San Vicente de Paul.
Albergue de paso
“Hemos tenido unas experiencias bonitas y a veces muy difíciles porque las personas no se dejan ayudar. Hace una semana murió una persona que llegó aquí (enfermo de tuberculosis) y no pudimos darle sepultura, porque no traía un papel y se lo llevó el SEMEFO. También hemos recogido ancianitos que están solos y se quedan hasta que fallecen. En el panteón tenemos dos lugarcitos para sepultar a las personas que no tienen a nadie. Además, apoyamos a familias con necesidades, a los enfermos se les hacen visitas y se les ayuda (por ejemplo: se les prestan sillas de ruedas), es decir, lo que tenemos lo brindamos a nuestra comunidad”, dijo doña Licho.
De acuerdo con las Voluntarias Vicentinas, al año reciben un promedio de 700 personas, al mes entre 60 y 80. Sin embargo, hay circunstancias especiales: “se reciben bastantes cuando hay un problema del ferrocarril que se detiene o hay un derrumbe, por lo regular en tiempo de lluvias. No pueden seguir su camino y se llena, recibimos entre 40 o 50 migrantes; no caben todos en los cuartos, pero tenemos un lugar grande y ponemos colchonetas o catres, aunque sea amontonaditos, aquí caben”, dijo la entrevistada y aseguró que todos los que llegan son bien recibidos.
Los migrantes se pueden quedar máximo dos o tres días, pero si están enfermos o buscaron un trabajo para conseguir dinero, son bien recibidos por el tiempo necesario. La entrada es las 19 horas y tienen que salir a las 8 de la mañana. Para ingresar necesitan un pase, que entregan las Voluntarias, en él se encuentra anotado el reglamento y ellas escriben los datos de la persona, pues es importante el registro de los que entran y salen del albergue.
“Nos organizamos entre todas para traerles su desayuno, comida y cena, nosotros les cocinamos. Y durante la semana, tenemos un día cada una de nosotras para traerles comida”, dijo doña Licho. Además, se les ofrece ropa y calzado.
Para ellas, es fácil distinguir a una migrante, al respecto señalan: “Un migrante no dice tanto rollo; él quiere descansar, bañarse… un migrante no se detiene; él ansia que amanezca y seguir su camino. Muchas personas se hacen pasar por migrantes y no son; son personas que les gusta vivir en la calle y que les gusta vivir de los demás. En la formación nos han enseñado los sacerdotes que primero tenemos que platicar con ellos, para conocer las necesidades de la gente”.
Es de destacar que el albergue está al servicio de la comunidad; comentan las entrevistadas que el inmueble se ha prestado y acondicionado como velatorio y también para realizar fiestas. “La comunidad nos apoya mucho, también es de ellos”.

Cada quien tiene su don
Desde sus posibilidades, habilidades y dones cada una de las voluntarias ofrece su trabajo al servicio del Albergue San Vicente, una ayuda desinteresada. Cada una realiza una actividad y cada integrante ha vivido una experiencia de alegría por estar al servicio de los más necesitados.
La Asociación Civil tiene una estructura definida, al frente de la coordinación se encuentra Gertrudis de León, presidenta desde hace un año y tiene 17 años como voluntaria. “Es un poquito pesado, porque a veces llega mucha gente. El compromiso de la presidenta y secretaria es hacer el informe mensual de las personas que llegan, cuántos hombres, cuántas mujeres, cuántos niños”. Informe que realiza con ayuda de Guadalupe Ochoa Figueroa, voluntaria desde el 2010 y que se desempeña como secretaria; Francisca de León, “Pachita”, ha sido voluntaria por más de 24 años y de acuerdo a sus compañeras es muy buena tesorera, pues administra muy bien el dinero.
Otra voluntaria es Olivia de León Ramírez, ella se dedica a conseguir donativos: “Es una experiencia bonita, porque uno queda satisfecho cuando atiendes a esa persona. Me ha gustado mucho ayudarles a pedir a las personas su ayuda, su cooperación y me da gusto cuando consigo un nuevo bienhechor”. Por su parte, Alicia Canchola Pérez señaló, “es importante el servicio, la gente no se puede quedar en la calle, son personas y tienen dignidad. Entonces qué bueno que hay lugares así, en donde se les puede recibir”. Mientras que para María Engracia Chávez Robles, con 24 años de voluntaria, expresa su espíritu de servicio.
Para Teresita, apodada “la dichosa”, de 85 años de edad y una de las primeras voluntarias, es un verdadero placer ayudar, “todo lo que tengo se los vengo a entregar. He vivido experiencias muy bonitas con mis compañeras desde que pusimos la primera piedra, hemos trabajado macizo; con el sudor de nuestra frente. Con las bendiciones que ellos nos dan, vivimos muy contentas porque sabemos que estamos en manos de Dios. Nosotros les quitamos el hambre, pero ellos nos dan apoyo, nos brindan sus bendiciones, qué más queremos. Un ratito nos cansamos, pero seguimos adelante”. Y para doña Licho es una labor que forma parte de su vida, “me siento muy feliz en esta Asociación de San Vicente, que hubiera sido de mi vida, si no estuviera trabajando por los demás”.
Su trabajo se sostiene por su alimento espiritual. Cada mes tiene una formación a cargo de su Asesor, el Padre Religioso Vicentino Fernando Vallejo, quien además ofrece asesoría a las familias de la comunidad. También participan de una Asamblea Nacional (cada 2 años) y una Asamblea Regional, con las Voluntarias Vicentinas de todo el país. “Pertenecemos a la Región 6, que abarca: Guadalajara, Ahualulco, Colima, Ciudad Guzmán, Ocotlán, Villa de Álvarez y Tecalitlán, y Juchitán”. Sin olvidar los apostolados que desempeñan en la Parroquia de la Virgen de Guadalupe. Uno de sus deseos es que pronto se unan más voluntarios, para que nunca deje de funcionar el albergue.
Las Voluntarias Vicentinas realizan un trabajo silencioso pero que da muchos frutos; con la confianza de la comunidad y el ánimo inagotable de las once mujeres, las “Buenas Samaritanas”, que realizan las Obras de Misericordia con los más necesitados, todos los días. “Aquí estamos con ayuda de Nuestro Señor Jesucristo, estamos un poquito cansadas, pero el ánimo y la alegría del servicio te levantan”, concluyó doña Licho.

Visita de la reliquia de San Vicente de Paul

Logo Vicentinas

En el año 2017, la Familia Vicentina celebra 400 años del nacimiento de su carisma. En este aniversario, diferentes actividades se llevan a cabo para festejar en todo el mundo, con reflexiones en torno a los gestos de caridad emprendidos en favor de los extranjeros. En el marco del Jubileo, una reliquia de primer grado de su fundador, San Vicente de Paul, está recorriendo diferentes ciudades de México para su veneración pública.
El próximo miércoles 14 de junio, la reliquia visitará a la Familia Vicentina de Guadalajara y las Voluntarias Vicentinas preparan un gran festejo al que todos están invitados. Antes de la Misa se prevé una charla sobre la vida de San Vicente de Paul, en el templo; a las 12 horas se llevará a cabo la Eucaristía en la Parroquia de la Virgen de Guadalupe, ubicada en Manuel García #60, colonia La Venta del Astillero, Zapopan. Después, se realizará una procesión con la reliquia por la comunidad, hasta llegar al albergue. Finalmente, habrá un convivió con todos los asistentes.

Albergue
San Vicente de Paul A.C.

Dirección: Calle Agustín Yáñez #122, La Venta del Astillero, Jal.
Informes a los Tels.:
Elisa Blas:
3151 0308 /
Guadalupe Ochoa:
3151 0209

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