Nuestros hijos deben sentir que son importantes, pero no “lo único importante”

Querida Lupita:

Siempre soñé con formar una familia. Yo no tuve a mi padre conmigo y me propuse ser el mejor papá del mundo. Sin embargo, ahora que tenemos dos hijos, siento que mi esposa se olvidó de ser mi compañera de vida y se ha volcado solo en los niños. Ella dice que ellos son lo que más importa y que debemos dejar nuestros gustos a un lado. Tengo un sentimiento de decepción que no sé cómo superar.
Salvador D.

Lupita opcion3

Muy estimado en Cristo, Salvador:

Nuestros hijos deben saber que son importantes pero no son lo único importante. Las ciencias de la conducta son contundentes al expresar que una necesidad básica del niño es la de sentirse valorado. Los niños no deben sentirse una carga o un estorbo para sus padres.
Sin embargo, el escritor y consejero John Drescher, puntualiza tres suposiciones falsas acerca de la forma en que los padres queremos hacer sentir importantes a nuestros pequeños:
Pensar que la relación paterno-filial va antes que la relación conyugal. Esto es un grave error. Las madres que dicen que sus hijos van antes que su esposo están poniendo en riesgo la unidad matrimonial y familiar. Si en verdad deseas que tu hijo se sienta importante dale el mejor regalo que puedes ofrecer: el amor visible de sus padres. Un reconocido juez norteamericano llegó a afirmar que la falta de cariño entre padre y madre era la mayor causa de delincuencia que podría señalar. Cuidar y alimentar el amor conyugal es la primera clave que permitirá a nuestros hijos sentirse seguros.
Creer que el niño debe ser el centro de atención. Si hacemos esto estaremos formando personas egoístas. Nuestros hijos crecen creyendo que lo merecen todo sólo por existir. Jamás internalizarán el principio de que a cada derecho corresponde una responsabilidad. Los niños que se saben el centro de atención en sus casas, serán demandantes y rebeldes, crecerán exigiendo a sus padres mucho más de lo que ellos pueden dar. Su mentalidad siempre los llevará a preguntarse: ¿qué puedo tener? en lugar de: ¿qué puedo dar?. El ideal de la educación exitosa es formar corazones generosos, capaces de comprometerse a luchar por el bien de los demás.
Suponer que debemos adelantar las etapas de la vida y empujar a los niños a comportarse como personas maduras lo antes posible. Estamos viviendo en un mundo de competencia, queremos más belleza, más inteligencia, más posesiones. Enrolamos a nuestros hijos en mil programas de estimulación temprana, les hablamos de novios cuando están en pre-escolar, les vestimos de acuerdo a la moda juvenil aunque tengan 3 años. John Drescher sostiene que si a un niño se le presiona constantemente a competir, presentará sentimientos de inferioridad que lo harán muy inseguro. Lo mejor es conocer a nuestros hijos, darles nuestro tiempo y estimular sus capacidades únicas y especiales sin presionarlo a ser como marcan los estándares del consumismo reinante.
Es cierto que hemos de desterrar todo aquello que envíe un mensaje negativo a nuestros hijos, ellos son una gran noticia y deben saberlo, evita estos cuatro enemigos del auto-concepto y la auto-estima saludable: sarcasmo, burla, ridículo y desprecio.
Sí deben sentirse importantes, tanto como sus hermanos y sus padres, tanto como cada ser humano al que debemos respeto y consideración. Eduquémoslos para amar, no para que se crean reyes a quienes se debe servir.

Lupita Venegas Leiva/Psicóloga
Facebook: lupitavenegasoficial

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