Recuerdan y honran la memoria del Presbítero Agustín Rivera
“Nadie me honre con lágrimas, ni erija noble aparato funeral; yo vivo, y por la voz de los que existen vuelo”, recita la nueva lápida que fue colocada en la tumba del Presbítero Doctor Agustín Rivera y Sanromán, a 101 años de su muerte.
Rebeca Ortega Camacho
El jueves 6 de julio, por iniciativa de la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco y con apoyo de los ayuntamientos de Guadalajara y de Lagos de Moreno, se colocó una lápida en la tumba del Padre Agustín Rivera, espacio que estuvo sin identificación oficial por muchos años, en el Mausoleo de los hijos ilustres de Jalisco, en el Panteón de Belén.
“Nosotros hemos estado batallando porque se reconozca la figura de un laguense, jalisciense, muy singular. Don Agustín tuvo cosas muy significativas, fue un sacerdote, no se alejó nunca de su ejercicio sacerdotal, pero al mismo tiempo tuvo la independencia de ser liberal y muy distinguido; fue el que dio el discurso oficial del Centenario de la Independencia de México. Venimos a poner una placa con sus datos, en una tumba que ha estado sin identificación oficial desde hace muchos años. Es para nosotros una satisfacción llegar a este día”, señaló Julio Zamora Bátiz, Presidente Nacional de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística
Entre los asistentes al homenaje, se contó con la presencia de Óscar González Azuela, Presidente del Consejo de la Crónica de Lagos de Moreno; Susana Sánchez Brando, Directora de la Secretaría de Cultura de Guadalajara; Hugo Reyes García, representante del presidente Municipal de Lagos de Moreno; Francisco Palacios, Director del Panteón Museo de Belén y miembros de la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística de Jalisco.
Ilustre jalisciense
El Presbítero Agustín Rivera y Sanromán nació el 29 de febrero de 1824 en Lagos de Moreno, Jalisco, donde vivió la mayor parte de su vida y murió en León, Guanajuato el 6 de julio de 1916.
El Padre Tomás de Híjar Ornelas, Cronista de la Arquidiócesis de Guadalajara, compartió algunos datos del ilustre jalisciense. “Don Agustín fue un eclesiástico distinguido, doctor por la Universidad de Guadalajara. Eclesiástico que más se distinguió en términos escriturísticos en el siglo XIX, y eso hizo que su fama y su nombre fuera conocido y respetado en diversos ámbitos culturales, principalmente en la Ciudad de México. En atención a eso, el presidente Porfirio Díaz, al tiempo de clausurar las actividades del primer Centenario del inicio de la emancipación, lo invitó a que diera el discurso final en presencia de embajadores y representantes de los diversos países que habían venido a participar de este acontecimiento, esto fue en el Palacio Nacional, el 21 de septiembre de 1910.
“Al Padre Rivera se le tuvo, como un clérigo a fin del liberalismo y eso hizo que recayeran sobre él sospechas infundadas de que perteneciera de alguna manera en la masonería. Sin embargo, eso se disipa en el respeto y admiración que siempre tuvieron por su persona los Arzobispos de Guadalajara, Don Pedro Loza y Don José de Jesús Ortiz, que lo visitaron en su casa de lagos.
“A su muerte, el Padre Agustín Rivera donó su muy rica biblioteca a la Universidad Autónoma de México, y junto con los libros, una importante colección de manuscritos y de antigüedades, que para fortuna de todos se conservan y de la que en fechas recientes se ha hecho un catálogo. La bibliografía del Padre Rivera supera los cien libros publicados, sobre temas muy diversos; y hay que señalarlo, lamenta uno que no se haya especializado en un tema en sí.
“Destacamos que es el único eclesiástico al que el gobierno liberal le ha dado un reconocimiento público, dedicándole una plaza a su memoria (frente a la Prepa uno) y una calle en la Ciudad de Guadalajara con su nombre. Podría sintetizar diciendo que fue un hombre de su tiempo, coherente con sus ideas; siempre consagrado al estudio y a la ciencia”, concluyó el Padre Tomás de Híjar.
Publicar un comentario