De tal amplitud fue la misión encomendada por el Arzobispo de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati, al moderador de la Curia. Para ello, en 2012, el padre Tupper formalizó la institución —creada ya en 2004—, bajo el nombre de Fundación para el Patrimonio —cuyo directorio lo complementan monseñor Cristián Contreras Villarroel, Obispo Auxiliar de Santiago; Patricia Silva, Directora del Departamento de Arquitectura; Nelda Campos, Contralora; y Julio Poblete, Administrador de Bienes del Arzobispado—, con la tarea principal de establecer cuál es efectivamente el patrimonio de la Iglesia de Santiago.
“No se puede preservar un patrimonio desconocido”, sostiene el profesor Fernando Guzmán, de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez. Para el académico, la Iglesia Católica, además del Estado, es la institución que administra más patrimonio histórico-artístico en Chile y, si bien había un diagnóstico de la situación de los edificios patrimoniales, no existía información adecuada respecto de los bienes muebles, es decir, de los objetos.
“Vimos que había una necesidad, porque el Arzobispado de Santiago tiene una cantidad de pinturas, de objetos de orfebrería y otros que realmente desconoce”, apunta Guzmán. “Si te roban una pieza y no tienes, por lo menos, una fotografía de ella, no tienes cómo recuperarla. Además, no se han podido diseñar políticas de conservación o de restauración, precisamente porque no hay información. Tampoco se les ha podido sacar partido en términos de extensión, de proponer publicaciones, exposiciones o incluso recorridos, que implican un gasto mínimo”, agrega.
Inventario
El proyecto de Catastro de Bienes Culturales Muebles —realizado por el equipo compuesto por el académico Fernando Guzmán, doctor en Historia del Arte; Constanza López, licenciada en historia; Claudio Díaz, magíster en Historia del Arte; junto a Marcel Sánchez y María José Castillo en archivo—, consiste en un inventario completo y detallado —programado para 2016— de todos los bienes patrimoniales que no sean edificaciones y que estén al cuidado del Arzobispado de Santiago. Eso implica parroquias, templos, colegios y oficinas de la diócesis.
La metodología consiste primero en discriminar qué objetos son patrimoniales y tienen valor artístico e histórico y cuáles no. “Eso es discutible y tratamos de ser bastante amplios en el sentido de tratar de incluir la mayor cantidad de objetos posibles”, apunta Fernando Guzmán. Luego, la tarea es fotografiar el objeto y llenar una ficha que incluye la identificación del lugar y el propietario, una descripción físico-material y técnica del objeto, una descripción histórica, que implica determinar una cronología, establecer si hay un autor reconocible y un estilo, y hacer un relato histórico del objeto. La información puede provenir tanto de libros parroquiales, como de diarios antiguos, del párroco o algún viejo feligrés con buena memoria.
“Decidimos partir por todas las parroquias diocesanas y ya catastramos la zona Centro, estamos iniciando el catastro de la zona Norte, y vamos a seguir por todas las demás zonas, incluyendo el mismo Arzobispado, el Cementerio Católico y otras entidades que no son necesariamente parroquias, como las vicarías, por ejemplo”, complementa el padre Rodrigo Tupper.
¿Qué han encontrado? Hasta ahora, por ejemplo, un conjunto muy importante de escultura colonial, de los siglos XVII y XVIII, “no en muy buen estado, por lo que es un elemento del que hay que ocuparse”, dice Fernando Guzmán. Otro grupo importante de pinturas, objetos de metales muy diversos del siglo XIX, de Francia e Italia. También hay obras de chilenos que estudiaron en la Academia de Pintura y que se dedicaron al arte religioso. Del siglo XX, muchas obras de Peter Horn, escultor en madera activo desde los 50. Y varias pinturas religiosas de la familia Di Girólamo.
También hay elementos aislados destacables: un crucifijo de Matta, en la parroquia El Sagrario; un relicario neogótico regalo del Papa Pío Nono en el XIX para la Catedral; la primera pila bautismal, también en El Sagrario; una pintura de la Sagrada Familia, del florentino Giovanni Mochi, que fue director de la Academia, en la parroquia Santa Ana; un San Pablo de tamaño natural, de madera policromada; y un San Isidro Labrador.
A cada parroquia se le entrega la foto y ficha de cada objeto. “Tenemos digitalizada una base de datos, que nos permite seleccionar, de los 2500 objetos que hemos catastrado ya, si es que quisiéramos hacer una selección, por ejemplo, de las esculturas del siglo XIX que están en mal estado, con el objetivo de restaurarlas”, dice el profesor Guzmán. “La idea es que esa base de datos se convierta en una intranet del Arzobispado, de manera que cualquier colaborador pueda hacer esas búsquedas”, agrega.
“Otro objetivo es que los párrocos reciban este catastro, de tal manera que cuando ellos entreguen la parroquia, después de su servicio pastoral, podamos saber cómo se cuidó ese patrimonio durante su periodo”, complementa el padre Tupper. “En el futuro —agrega—, nos encantaría tener exposiciones temporales con parte de este patrimonio a la vista de todos los ciudadanos, y así poder enriquecer a la ciudad”, concluye.
Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago
www.iglesiadesantiago.cl

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