6 de octubre, 2013
27º Domingo Tiempo Ordinario (C)
Lc 17,5-10: Homilía de san Agustín (Cuest. sobre los evang. 2, 39, 1-4)
«Los discípulos le dijeron al Señor: Auméntanos la fe (Lc 17, 5). Sin duda, puede interpretarse que los discípulos le pedían que aumentase en ellos la fe por la que se creen aquellas cosas que no se ven; pero también hablamos de fe cuando se cree no a las palabras sino a las mismas realidades presentes que han de suceder cuando sea dado a los santos contemplar en visión directa la misma sabiduría de Dios, por la que fueron creadas todas las cosas (cf. Sal 103, 24). A esta fe sobre las propias realidades y a la luz que la acompaña se refiere quizás el apóstol san Pablo cuando dice: La justicia de Dios se manifiesta desde la fe hacia la fe (Rom 1,17), y dice en otro lugar: Pero nosotros, que contemplamos la gloria del Señor a cara descubierta, somos transformados por el Espíritu del Señor en esa misma imagen, desde la gloria hacia la gloria (2Cor 3, 18).
Al modo como aquí habla de la gloria hacia la gloria, allí habla de la fe hacia la fe; es decir, del paso de la gloria del evangelio, –por el que ahora son iluminados los creyentes–, a la gloria de la misma Verdad inconmutable y manifiesta de la que gozarán los bienaventurados, lo mismo que desde la fe en las palabras –por las que ahora creemos los que todavía no vemos– pasaremos a la fe de las verdaderas realidades, por las que obtendremos por toda la eternidad aquello en lo que ahora creemos.
En concordancia con estas palabras se halla también lo que afirma Juan en su epístola a los partos: Amadísimos, ahora somos hijos de Dios, y todavía no se ha revelado lo que seremos. Sabemos que, cuando aparezca, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es (1Jn 3, 2)».
(Trad. de Javier Ruiz, oar)
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