(Más de 35,000 seguidores)
El Padre Luis Zazano, Religioso de la Sagrada Familia de Nazareth, en Alderetes, Tucumán, Argentina, llega a miles de personas a través de las redes sociales. Tiene seguidores en todos los continentes, menos África. Cuenta con más de 21,000 seguidores en Facebook (4,000 en su cuenta personal); 5,000 en Twitter; y 5,000 en Instagram. Lo procuran ateos, agnósticos, y de otras religiones. María Carolina Juncos escribió algo de ese quehacer digital del Sacerdote:
-¿Cómo administras el tiempo entre las meditaciones y tu labor pastoral?
Hago mi media hora de oración por la tarde, y cuando termino de hacer la Meditación del Evangelio del otro día, la consecuencia es esa pequeña reflexión; y eso lo escribo, y luego de escribirlo lo leo y grabo la Meditación en audio. Por la mañana y por la tarde me dedico a la labor propiamente parroquial.
-¿En qué te inspiras para grabar las meditaciones?
-Invoco al Espíritu Santo y les pido mucho a San José y a San Ignacio de Loyola que me acompañen en esta labor, para que me den el don del discernimiento y poder ver qué es lo que el Señor quiere decirme en esta Palabra de Dios.
-¿Los fieles también participan del armado de los audios?
-Sí, por supuesto. Todo lo baso en tres aspectos: primero, la meditación personal; segundo, la experiencia personal de uno, porque si no, sería desencarnado, sería solamente dar una clase; y tercero, lo que cada uno comenta y dialoga en el confesionario.
-¿Cuáles son las preocupaciones más frecuentes de los fieles?
-Hay una preocupación afectiva, y soledad. Hay un gran vacío espiritual que buscan llenarlo con cosas, hasta que descubren que es vacío de Dios. Y también hay un materialismo exacerbado, además de cuestiones familiares sin resolver.
-El Papa Francisco, para la 50ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2016, dice que la comunicación tiene que inspirarse en la Misericordia; ¿qué aconsejarías sobre esto?
Hay que hablar desde el Sí: sí a la vida, sí a esto, sí a lo otro, y creo que este gesto de Misericordia al que nos invita el Papa, es hablar de eso: desde el punto de partida que, como consagrados y como católicos, no tenemos que hablar desde un punto negativo, y mucho menos pesimista. Debemos tener esa actitud de cercanía, de estar al lado del otro, buscar un lazo de amistad, y desde ese lado del compartir y del diálogo, recién empezar a llevarlos a Dios. Creo que la amistad hace que el Evangelio sea más fluido y que uno comience a predicar el Evangelio sin mencionar esa palabra “Dios”, porque ya estás metiendo la presencia de Dios. Me acuerdo lo que decía San Francisco de Asís: “Vayan a evangelizar y, si es necesario, hablen”.
-¿Cómo fue tu llamado vocacional?
-Lo sentí a los 17 años. Yo no venía de una familia practicante que participara de algún Movimiento o de algún Grupo. Para nada. Es más, me había tomado una buena distancia de la Iglesia Católica, y hasta podría decirte que tuve una actitud contraria a la Iglesia desde los 12 hasta los 15 años. La que me volvió a acercar a la Iglesia era la que en ese entonces era mi novia, porque ella sí pertenecía a un Grupo. Entonces, cuando me puse de novio con ella, empecé a ir a Misa y a participar, y después, jugando a la pelota, conocí a un Sacerdote, del que me hice muy amigo. Y, luego de un camino que fui haciendo en ese proceso de conversión al Cristianismo, me di cuenta de cómo Dios llenaba mi vida, y lo descubrí también en el servicio, atendiendo a un Comedor Infantil, y después dando Catequesis. Y la gran pregunta fue la Confesión. Una niña que quería confesarse y no había Sacerdote, me dijo: “¿Qué voy a hacer si no tengo quién me confiese?”. Fue cuando empecé a cuestionarme: “El día de mañana yo podría confesar”. Esa necesidad y esa carencia de la Confesión es la que me llevó a preguntarme: “¿Qué puedo hacer yo para llegar a una alma?”
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