La mejor herencia que podemos dejar es la fe, dijo Francisco

Ciudad del Vaticano (AICA): El papa Francisco celebró esta mañana la misa cotidiana en la capilla de la Casa Santa Marta, reflexionando sobre la primera lectura del día, en la que se relata la muerte del rey David, el Santo Padre recuerda que “cada vida tiene un final”, si bien este pensamiento a muchos no les gusta, se oculta, pero “es la realidad de todos los días”. Pensar en el “último paso” tiene que ser “una luz que ilumina la vida. Ante esta realidad, dijo, es importante recordar que “la herencia más bella y más grande que un hombre o una mujer puede dejar a los hijos es la fe”.
El papa Francisco celebró esta mañana la misa cotidiana en la capilla de la Casa Santa Marta, reflexionando sobre la primera lectura del día, en la que se relata la muerte del rey David, el Santo Padre recordó que David reinó por 40 años. “También 40 años pasan”, comentó el Papa. Y antes de morir David exhorta al hijo Salomón a observar la Ley del Señor, él que en la vida había pecado mucho pero había también aprendido a pedir perdón. Por ello la Iglesia lo llama “el santo rey David. ¡Pecador pero santo!”. Y cuando está por morir deja al hijo “la herencia más grande que un hombre o una mujer pueden dejar a sus hijos: les deja la fe”.

“Cuando se hace testamento la gente dice: ‘A este le dejo esto, a este le dejo aquello, a este le dejo esto’. Sí, está bien, pero la herencia más bella, la mayor herencia que un hombre, una mujer, puede dejar a sus hijos es la fe. Y David hace memoria de las promesas de Dios, hace memoria de su propia fe en estas promesas y se las recuerda a su hijo. Dejar la fe en herencia. Cuando en la ceremonia del Bautismo damos a los padres la vela encendida, la luz de la fe, les estamos diciendo: ‘Consérvala, hazla crecer en tu hijo y en tu hija y déjala como herencia’”.

El Papa subrayó luego: “dejar la fe como herencia, esto nos enseña David, y muere así, sencillamente como cada hombre. Pero sabe bien qué aconsejar a su hijo y cuál es la mejor herencia que le deja: ¡no el reino, sino la fe!”. Entonces el Santo Padre alentó a los presentes a preguntarse: “¿Cuál es la herencia que yo dejo con mi vida?”: “¿Dejo la herencia de un hombre, de una mujer de fe? ¿Les dejo esta herencia a los míos?”

El Pontífice contó en su homilía algo que le dijo una anciana religiosa en una de las audiencias de los miércoles: “En una de las audiencias del miércoles había entre los enfermos una monjita anciana, pero con un rostro de paz, con una mirada luminosa: ‘¿Cuántos años tiene usted, hermana?’. Y con una sonrisa: ‘Ochenta y tres, pero estoy terminando mi recorrido en esta vida, para comenzar el otro itinerario con el Señor, porque tengo un cáncer en el páncreas’. Y así, en paz, aquella mujer había vivido su vida consagrada con intensidad. No tenía miedo de la muerte: ‘Estoy terminando mi recorrido de vida, para comenzar el otro’. Es un pasaje. Estas cosas nos hacen bien”.

“Pidamos al Señor dos cosas: no tener miedo de este último paso, como la hermana de la audiencia del miércoles –‘Estoy terminando mi recorrido y comienzo el otro’– no tener miedo; y la segunda, que todos nosotros podamos dejar con nuestra vida, como la mejor herencia, la fe, la fe en este Dios fiel, este Dios que está junto a nosotros siempre, este Dios que es Padre y jamás decepciona”.+

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