Por Francisco Xavier SÁNCHEZ │
Manuel Machado (hermano de Antonio) decía que: “Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son, y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe el autor. Procura tú que tus coplas vayan al pueblo a parar, aunque dejen de ser tuyas para ser de los demás. Que al fundir tu corazón en el alma popular, lo que se pierde de nombre se gana de eternidad” (La copla). Versos que se aplican bastante bien al cantautor mexicano Juan Gabriel, que nos acaba de quitar hace apenas pocos días (domingo 28 de Agosto de 2016).
Juan Gabriel llevó una vida difícil, polémica, controvertida, pero sobre todo llena de inspiración. Alguien que logró sacar de los acontecimientos –buenos y malos– de la vida, las palabras mágicas (es decir poéticas) que le permitían componer, de esos hechos, hermosas letras y melodías: “Si nosotros nos hubiéramos casado…”, “Hasta que te conocí vi la vida con dolor…”, “Amor eterno e inolvidable”, etc.
El poeta es aquel que logra tocar las fibras del alma. Hay poetas complejos que sólo llegan a unos cuantos, a los eruditos, a la élite, a aquellos que piensan que el ser humano es sobre todo racionalidad; tal es el caso de Heráclito (el oscuro); Hölderlin (el poeta de la tierra), e incluso yo citaría a Octavio Paz. Sin embargo hay poetas sencillos y humildes, cuyas obras no aparecen en los estantes muchas veces empolvados de las bibliotecas, pero que están presentes en la voz popular. Sus palabras se vuelven del dominio público y las canta el bolero, el albañil, la empleada domestica, el ingeniero, el diputado, e incluso alguno que otro cura como yo.
El ser humano no es sólo racionalidad sino también y sobre todo sentimiento. Somos: dolor, risa, llanto, pasión, ternura, deseo, etc. Ya nuestros antepasados nahuas decían que llegar a ser persona implicaba tener un “rostro y un corazón” (in ixtli in yólotl).
Gracias Señor Alberto Aguilera Valadez por haber hecho palpitar nuestros corazones con sus canciones. Gracias por habernos hecho olvidar por momentos nuestras penas gracias a su humor e ironía. Gracias por habernos hecho bailar. Gracias por permitirnos sentir simplemente humanos al lado de millones y millones de personas de todo el mundo, que también hemos deseado, reído y amado como usted. Que Dios lo bendiga en su camino a nuestro destino común: gozar de la presencia de Dios.
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