Peripheria: Iglesia en Salida
Pbro. José Marcos Castellón Pérez
Los discípulos del Resucitado, una vez que han recibido la fuerza del Espíritu Santo en Pentecostés, comenzaron a evangelizar con parresía, palabra griega que utiliza el libro de los Hechos para referirse a la actitud con la que los Apóstoles predicaban el Evangelio de Cristo. Parresía etimológicamente significa “libertad para decirlo todo” (pan-todo y rhésis-discurso). En el contexto de los primeros cristianos esta palabra seguramente acentuaba la valentía y fortaleza con las que la Iglesia realizaba la misión que Jesucristo le había encomendado, incluso en medio de pruebas, dificultades y persecuciones. En el contexto actual la palabra parresia puede aplicarse, además de la valentía y la fortaleza, a la audacia misionera, que implica también la creatividad, la constancia y la intrepidez con la que nos toca a nosotros llevar la alegría del Evangelio, saliendo de nuestras comodidades a las periferias existenciales.
Actitudes contrarias a la parresía es el miedo o la acedia. Los discípulos de las primitivas comunidades cristianas debieron vencer el miedo natural ante la muerte martirial. Nosotros ahora como Iglesia quizá debemos vencer la acedia, que los monjes del desierto señalaban como el “demonio del medio día”, porque en el sopor del calor y el cansancio de media jornada, llega el tedio, el hambre, el cansancio, el desánimo y, lo más grave, la pereza. Para Santo Tomás de Aquino, la acedia tiene dos vertientes: la tristeza por el bien divino y el desánimo por la acción; esa tristeza es consecuencia de un corazón dividido, de anteponer los propios intereses a los de Cristo y su Evangelio, lo que produce un desánimo en las tareas pastorales, porque ya no brotan del amor apasionado por el Señor. Esta acedia tiene además un aditamento mayor y más peligroso: el pensar que se podría ser más productivo o más eficaz en algún otro lugar o en otra actividad más rentable que la que se debe hacer. Algunos agentes de pastoral así parece que actúan, con una acedia que se agrava además por el contagio.
Síntomas de esa la acedia pastoral son: desmoralización frente a los aparentes fracasos pastorales, la tentación de una pastoral de mantenimiento, el conformismo de lo que ya se ha logrado, el abandono de las prácticas de piedad y la vida de oración, el hacer castillos en el aire que lleva a la negligencia en las responsabilidades más concretas y sencillas de la vida, un desánimo generalizado por el estéril activismo (cf. EG 81-83).
En este día de Pentecostés cuánto hemos de desear y pedir que el Espíritu Santo haga que nuestro corazón arda en celo gozoso y alegre por el Reino de Dios para evangelizar con parresía y así poder vencer la acedia pastoral, que en la voz del Cardenal Schönborn es “la crisis más profunda que hay en la Iglesia actual”.

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