Hay gente que empieza a mirar distinto en asuntos de la política. La partidocracia parece agotada. Vista ésta, como “una manera de beneficiar solo a los pares”. Los partidos “sui generis” oyen ya doblar las campanas. ¿Cuánto tiempo más ofrece la democracia a la simulación de partidos? En las cantaletas de principios, reciclan puestos, aumentan prebendas, -se despachan con la cuchara grande- en un país de más del 58% que sobrevive con apenas un salario mínimo.
La maldad que hiere, ajena y propia se vuelve parte de lo cotidiano. Aguantamos ya casi sin asombro. Así hoy, lo que antaño fueron “chapuzas” de los partidos políticos, se ofertan con descaro como parte del menú de nuestras desgracias. Que si bien soportables, son indicadores de políticas ventajosas de las mafias de partido, y un desentendimiento de las mayorías. No proponemos con el voto y no exigimos en consecuencia.
Cierto, hay organizaciones que luchan por otro país; son sin embargo, voces que gritan al despoblado, son los nuevos quijotes de la dignidad, pero sin efecto socialmente organizado. Se asoman propuestas diferentes. La ya famosa “ley Kumamoto” puede ser un ejemplo de lucha por la dignidad de las instituciones.
La llamada clase política tiene múltiples adeudos con el pueblo, económicos, culturales, tranzas domésticas… la gente que dicen representar, tiene su dignidad. A la hora de los votos, de la conciencia cívica, del hambre de cambio social; el crimen organizado también quiere su parte, casi de una manera institucional.
Asombra a la sociedad, metida en la redes, tanta basura comunicativa que producimos y exportamos. Empacamos mentiras envueltas en “cambios sociales”. La tecnología comunicativa debiera ser una herramienta para la conciencia y la búsqueda de alternativas sociales. Se carece de educación para el uso social de las herramientas de comunicación. Parecieran éstas, un deporte nacional para perder el tiempo.
Algunos medios de comunicación y sus referentes en las redes sociales, no dejan de advertir y protestar sobre los abusos y desaseos de la clase política. Cierto, se protesta desde trincheras desarticuladas, en un pueblo desorganizado. La presentación de inconformidades, tiene el rostro de un simple vecindario inconforme. Parece el chismorreo de unos cuantos.
Sobre la violencia los hogares hasta la que se articula desde el crimen organizado, huele a cáncer incurable; y ningún “cirujano” mete la mano a fondo. Las mentes lúcidas son voces que claman en el desierto.
El autoritarismo y el la maquinaria electoral que cambia el voto por espejitos brillantes, debieran tener las horas contadas. Hoy por hoy en la era de las comunicaciones, debieran éstas ser herramientas para el despliegue de la conciencia social, cívica, total. Este pueblo ha pagado ya con sangre la tozudez y el empoderamiento de personajes que se han adueñado de los partidos políticos.
…y sin embargo. Hay por supuesto gente lúcida, líderes de opinión, sesudos analistas que advierten la sordidez de la clase política. La corrupción de distintos niveles, políticos, sociales, del medio educativo y de un etcétera interminable; parece que tiene más clientela, que la conciencia de un pueblo busca dignidad en el esfuerzo comprometido.
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