Coyuntura
Román Ramírez Carrillo
En el ámbito profesional de los medios de comunicación, cada día más periodistas y comunicadores inciden en la necesidad de un cambio en la narrativa periodística que permita una mejor interrelación con la sociedad y menos con el poder. En la actualidad, una parte de la prensa interactúa más con el poder y menos con la sociedad.
El periodismo social y centrado en las personas es una pieza clave para visibilizar realidades. Una alquimia entre el reportaje, la crónica, la entrevista, la imagen fotográfica y la recepción pública participa en la creación de una visión sobre el mundo por la paz.
Con la firme convicción de que es urgente fomentar la paz y la no violencia, un grupo de periodistas de nuestro medio y de un semanario local, Semanario Arquidiocesano, con 20 años de trabajo periodístico en Guadalajara, impulsa el reto de promover un periodismo que alimente una nueva cultura: aquélla que visibiliza el conflicto para construir la paz, aquélla que respeta y dignifica a las personas. Un periodismo que contribuya a la construcción de sociedades más abiertas, respetuosas, libres y plurales.
Ante la violencia y los últimos acontecimientos en México, en las páginas de los periódicos nacionales y en nuestros periódicos locales el paradigma narrativo que se muestra es el de la cultura de la guerra.
Rasgos de este paradigma narrativo periodístico son: confusión entre conflicto y violencia. Existe incapacidad entre algunos periodistas para distinguirlo, por lo tanto, no pueden detectar el conflicto que provoca esa violencia. El periodismo de guerra inmediatamente elige bando, tiende a privilegiar acríticamente a las fuerzas económicas y políticas dominantes. Se fundamenta en la opinión de las élites, que se convierten en la principal fuente de información.
Los medios de comunicación, en búsqueda de la “objetividad”, acuden a las fuentes “verídicas”, o sea, las élites empresariales y las fuentes oficiales.
En la narrativa periodística todo se simplifica, pues el periodismo de guerra asume los criterios tradicionales, al basar sus contenidos en eventos concretos, limitados en el tiempo, descontextualizados; de esta forma, es la violencia física directa la que centra su interés, mientras otros efectos no son traducibles en imágenes. El resultado, independientemente de la intención inicial de los periodistas, es que esta forma de periodismo contribuye a exacerbar el conflicto, a la creación de bandos irreconciliables y a ocultar los sufrimientos de las víctimas, que se convierten en números fríos.
En cambio, el paradigma del periodismo de paz está orientado hacia la transformación del conflicto, atiende a la voz de las víctimas e interpreta la paz como un proceso en el que todas las partes han de estar involucradas para la reconciliación. Los periodistas que se encuadran en esta perspectiva aportan información que contextualiza los conflictos y consideran los efectos no directamente visibles de los mismos, así como sus causas estructurales y culturales. En definitiva, se trata de un periodismo implicado en los procesos de resolución del conflicto, de reconstrucción y de reconciliación.
El periodismo por la paz busca promover una cultura de paz con diferentes miradas y abordajes de la realidad social, a través de los géneros periodísticos, para fomentar la construcción de una sociedad abierta, respetuosa y libre de violencia. Por la cantidad de muertos en Jalisco, ya nadie objeta que estamos en una guerra civil permanente de media intensidad.
Oportuno es, en este contexto, recordar los cuatro principios citados en Evangelii gaudium orientados al logro de la paz social. Estos principios pueden ayudarnos a comprender mejor la necesidad de la participación ciudadana, de los medios de comunicación y de las organizaciones de la sociedad civil, en la preservación y la construcción de la paz. Participación indispensable para enfrentar los principales problemas nacionales: la inseguridad y la violencia.
1. La unidad de la sociedad debe prevalecer sobre el conflicto. Debemos situarnos ante el conflicto, aceptarlo, resolverlo y transformarlo. El conflicto no puede ser ignorado o disimulado, ha de ser asumido. Pero si quedamos atrapados en él, se pierde perspectiva, los horizontes se limitan y la realidad queda fragmentada. Ante el conflicto, algunos simplemente pasan de largo como si nada sucediera. Otros entran de tal manera en él que se quedan prisioneros en la problemática.
2. El tiempo es superior al espacio político. Se trata de privilegiar acciones que generen dinamismos nuevos en la sociedad e involucren a otras personas y grupos, hasta que fructifiquen. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios de poder. Darle prioridad al espacio político lleva a enloquecerse por tener todo resuelto ya, buscando tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación, en que se busca el bienestar de las familias a costa de las propias familias.
3. La realidad es más importante que la idea. En consecuencia, con la participación ciudadana se debe instaurar un diálogo constante entre la realidad y las elaboraciones conceptuales de los gobernantes en turno, evitando que la idea termine separándose de la realidad.
4. El todo es superior a la parte. Siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Se trabaja en lo pequeño, en lo cercano, pero con una perspectiva más amplia. Eso es trabajar desde los ciudadanos y para los ciudadanos.
Trabajar por la paz con la participación ciudadana es desarrollar procesos que conduzcan a cambios muy concretos: mejorar la vida de las personas para reducir la incidencia e impacto de la violencia y el crimen; contar con un sistema de justicia penal que goce de la confianza de la ciudadanía; disponer de un marco legal y de una oferta institucional que garantice la atención integral y la protección a las víctimas; contar con una institucionalidad coherente y con probidad que enfrente de manera efectiva la violencia y la criminalidad.
En este contexto, destacan las palabras de despedida del papa Francisco en su visita: “La noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian esperanza; he podido ver en muchos de sus testimonios, en sus rostros, la presencia de Dios que sigue caminando en esta tierra, guiándolos y sosteniendo la esperanza; muchos hombres y mujeres, con su esfuerzo de cada día, hacen posible que esta sociedad mexicana no se quede a oscuras” (Ciudad Juárez, 17 febrero, 2016).
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