Por Antonio MAZA PEREDA |
Los eventos electorales del 2017 son, dicen algunos, un ensayo con vestuario de los del 2018. Otros le dicen un laboratorio, una prueba piloto de lo que ocurrirá el año próximo. Evidentemente, una vez que se sacudan el triunfalismo o el derrotismo que les hayan dejado estas elecciones, los partidos tendrán que desarrollar su plan para las del 2018. Lo cual incluye, por supuesto, extraer las lecciones de estos comicios.
Y algo parecido deberíamos estar haciendo los ciudadanos. No podemos seguir a merced de los análisis que nos ofrecen la prensa y los medios en general y mucho menos los de los partidos políticos. Si queremos votar en conciencia, tenemos que hacer un análisis independiente. Para mí, ciudadano sin partido, pero plenamente comprometido con mi función de elector encuentro algunas lecciones que comparto con ustedes. Por si les sirven.
Lo primero es que los partidos seguirán apelando a nuestros sentimientos y cada vez menos a nuestro razonamiento. Para ellos ha sido mucho más rentable políticamente manipularnos con el temor o con la simpatía que tratar de convencernos con razonamientos. De modo que no hay motivo para que cambien. Estoy seguro de que la ciudadanía no encontrará ideas claras en las propuestas de la clase política. Lo cual significa que tendremos que asumir el papel de informarnos, contrastar opciones y evaluar las propuestas, cuando las haya. Que es de dudarse. Y organizarnos para debatir distintas opciones, sopesar los méritos de cada una y emitir un voto informado.
Otra tarea será la de informarnos respecto al desempeño y los méritos de los candidatos. Tontos seríamos si nos quedáramos con lo que los propios partidos nos informan o con lo que nos da la mercadotecnia política. Obviamente, no nos van hablar mal de sus propios candidatos: siempre nos tratan de presentar su mejor cara y tratarán que se olviden sus fallas y limitaciones. En cuanto a la prensa, habrá que evaluar también la credibilidad de quien informa. Hay una gran desconfianza en la prensa y una sospecha de que no son totalmente imparciales. No hay que caer en la trampa que han caído muchos de pensar que, si los medios hablan mal de alguien, es porque ese alguien vale mucho. Como ocurrió en el caso de Donald Trump y como parece ocurrir muchas veces en el caso de Andrés Manuel López Obrador quien parecería que entre más lo ataque la prensa, entre más le descubren fallas de sus partidarios, más prestigio adquiere. O como le ocurrió a la maestra Delfina, donde los ataques por pedir “el diezmo” a los empleados de su administración fueron totalmente ineficaces e incluso le hicieron crecer en las preferencias del electorado.
Creo que el riesgo más grande es el del voto “en contra de …” en lugar del voto “a favor de …”. Desgraciadamente, la clase política no nos está dejando muchas opciones. Sus campañas se han dedicado más a atacar al contrincante que a convencernos de que sus candidatos tienen las capacidades para ser un buen gobernante. El punto es que no tenemos mucho de dónde agarrarnos. No podemos confiar en los medios de manera acrítica, Y mucho menos podemos confiar en la mercadotecnia política, que con toda certeza nos presentará siempre visiones sesgadas de la realidad, de las necesidades del país y de sus candidatos. No nos queda más que una tarea tediosa y fatigosa: la de reunir y validar la información, ubicar a los pocos analistas verdaderamente independientes, comunicarnos unos con otros y discutir los pros y contras, ventajas y desventajas de cada uno de los que se nos presentan solicitando nuestro voto. Nuestra tarea, si queremos ser ciudadanos responsables, es tratar de votar hasta donde sea posible con nuestra razón y no con nuestro hígado.
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