II. Refranes Mexicanos

Foto y textos: Luis Sandoval Godoy
Formuló: José Sánchez Orozco

5. GUAY DE LA LABOR, DO PRIMERO SE VE EL SOL QUE EL SEÑOR
A las gentes del campo, en lo general, nada dice este refrán.
Parece que el consejo aquí sale sobrando; nadie lo necesita.
Porque si se habla de responsabilidad, de gusto, de interés en el trabajo, hay que hablar del agricultor.
No necesita él que alguien vaya a echarle puya en lo que tiene qué hacer.
Mucho menos si se trata de su labor, su siembra, su milpa, su barbecho.
Antes que el alba, mucho antes que el sol asome, ya anda en lo suyo.
Aquí quita una mala hierba, allá endereza una milpa.
Luego viene a esta orilla y acaricia las plantas tiernas, ahí donde aparece apenas el jilote.
Los hueritos, dicen nuestros campesinos, y la mano ruda se les vuelve tierna para acariciar los cabellitos
rubios que asoman en lo que se convertirá en mazorca.
Mas habría de pensarse en este aviso del refrán en el caso de otras labores.
Labor, es trabajo; las clases laborales, los organismos laborales; todo ello desde el significado de la palabra ‘madre’.
Bueno, en este significado amplio, puede darse el caso de perezosos y dormilones.
La hora de entrar, el compromiso de un horario establecido…
Y aquel señor, o empleado, u obrero, o trabajador, llegan quitándose las lagañas. Esto, mucho después de la hora reglamentaria de ingreso, mucho
después de salido el sol. Pobres.

6. NO HAY TAL CALDO
COMO EL ZUMO DEL GUIJARRO
A primera vista, este refrán parece extraño; no se le entiende.
Luego de pensar un poco en las palabras y en su sentido figurado, se capta lo que quiere decir.
Contiene, en buen sentido, un canto al agua, una alabanza a la fuente,
Muy a su manera, pero en el mismo tono, es como el Canto a la Hermana Agua, de San Francisco.
Habla del agua limpia y casta, del agua pura y fresca.
Ensalza el regalo del agua que brota silenciosa de la hendidura de unas rocas.
Nadie la ha mancillado, nadie ha puesto en ella ni siquiera los ojos.
Así viene derramándose en suavidades de pureza y de gracia, de frescura y transparencia.
Lo interesante en el caso es que se le hace brotar de la peña misma. Se dice que es como zumo de la piedra… si la piedra tuviera vida.
Y en expresión de esa vida, jugo de esa vida, brotará el manantial de referencia.
Con todo esto, acaba uno pensando en los misterios de la Naturaleza, en los esquemas de la Naturaleza que encierran salud, vida y gozo.
Y en la tozudez de los seres humanos que ensucian, manchan y envilecen las fuentes de la vida.

7. QUIEN CUMPLE CON SU DEBER
CUMPLE SU MENESTER
En nosotros mismos, en ese rincón de la conciencia personal, existe una Ley.
No necesitamos que alguien de fuera venga a leernos la cartilla.
Por intuición personal, sabemos lo que debemos hacer y lo que debemos evitar.
Y no porque hagamos el desaire a esa augusta, insoslayable Ley Natural, quedamos al margen de su obligación.
En esa misma norma de conducta, inserta en la naturaleza humana, están escritas nuestras obligaciones.
Cierto que en ocasiones hubiéramos querido escalar las cumbres altas.
Cierto que a veces soñamos en el aire azul, o en el picacho donde anidan las águilas.
Pero nos faltaron las fuerzas; no estaba a nuestro alcance la empinada altura de los héroes.
Y hemos de contemplar desde abajo, con ojos de tristeza, aquella meta que no vencimos.
El refrán nos consuela diciéndonos que el que hace lo que puede, hace lo que debe.
Nadie, ni nosotros mismos, podemos exigirnos algo que está más allá de nuestra capacidad.
El cumplir con el deber particular de nuestra condición, es todo lo que se nos pide.
Con ello, ya hicimos, ya vencimos, ya triunfamos en lo que nos es menester.

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