EDITORIAL

A favor de la vida, jóvenes en libertad

El Papa y la juventud es una fórmula explosiva para un mundo que se ha establecido en la soberbia, la dominación y el uso inconsciente de los bienes comunes. La riqueza sin Misericordia ofende la conciencia de los pueblos pobres. En recientes días, desde Cracovia, ha invitado Francisco a los jóvenes del mundo a tomar postura ante temas cruciales que golpean hoy mismo a la Humanidad. Se trata de evitar, desde ya, la indiferencia ante el terrorismo por las razones más oscuras, y en ocasiones, pretextando motivos religiosos.
Nada más propio para nombrar el lugar del encuentro con cientos de miles de jóvenes, allá en la Polonia multicultural y bendecida en muchos sentidos, a pesar del sufrimiento de siglos, ha sido bautizado de una manera significativa: “Campus Misericordiae”. Los íconos, las frases, cantos y poesía, están llenando el mundo de esta fuerza singular del corazón, la Misericordia. De seguro, falta que llegue al fondo de las conciencias de hombres y mujeres en los distintos ámbitos de la cultura de los pueblos.
“La Jornada Mundial de la Juventud, comienza aquí y continúa en sus casas”. El Papa quiere llenar la conciencia de los jóvenes y del mundo de esta convicción: “Misericordes sicut Pater”. Quiere transformar la inercia con inquietudes nuevas. “No confundan la felicidad con un sofá en el que corren el peligro de terminar adormecidos, embobados y atontados.”
En este domingo último de julio concluyó una semana de encuentros, catequesis, oración y amistad. Los jóvenes del mundo no volverán a sus casas indiferentes, tal como les pidió aquel sábado 30 por la tarde el Santo Padre en un motivador discurso, y estuvo en esos días a la escucha de las inquietudes de los muchachos; a 12 jóvenes voluntarios -que comieron y platicaron con Él- les pidió: “no dejarse robar la Esperanza”
A los Sacerdotes, en Cracovia y para todo el mundo, los exhortó a que sean “escritores vivos del Evangelio con Obras de Misericordia. Cristo no quiere discípulos duros, sino que, habiendo experimentado el perdón de Dios, lo derramen con compasión para todos”. A los niños que visitó en un Hospital les dijo: “Quien hace Obras de Misericordia no teme a la muerte”.
En Auschwitz, interrogó con sus gestos a toda la Humanidad; ahí, donde la Segunda Guerra Mundial cobró la vida de más de un millón de personas, el Vicario de Cristo tocó “el muro de la muerte” y rezó en silencio…Que este silencio se convierta en plegaria para el perdón.
El testimonio de una joven siria de Alepo expresó, desde el fondo de su experiencia: “Parece que no hay por dónde escapar y que nadie ayuda. Dios, ¿dónde estás?; ¿por qué nos has olvidado?; ¿existes acaso?; ¿por qué no tienes Misericordia de nosotros?; ¿eres el Dios del amor? Cada día hacemos estas preguntas y yo no tengo una respuesta”.
Hoy, los jóvenes están invitados a ser los protagonistas de la Esperanza desde sus propios entornos.

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