Libros, libros, libros


Qué bellos son los sellos de lacre de la Edad Media. Condensar una idea en un minúsculo trozo de resina, rodearla de una leyenda, convertir eso en símbolo de poder secular o espiritual. Hoy he hojeado largamente un libro sobre este tema. Pero no es de esto de lo que os quería hablar.
Sabéis que he escrito algunos libros sobre asuntos catedralicios, como podéis ver en Biblioteca Forteniana. Durante las próximas semanas, voy a dedicar ratos perdidos a leer más sobre la apasionante vida en las catedrales inglesas medievales.
Cada catedral se movía en medio de una invisible pero real trama de ligaduras entre distintos actores: el estamento monacal, la figura episcopal, los intereses seculares locales, el rey…
Es interesante ver la total oposición de los monjes de la catedral de Canterbury a la intención de su arzobispo Baldwin de establecer una gran comunidad de canónigos seculares en Hackington, justo a las afueras de la ciudad episcopal. Este tipo de luchas, de partidas de ajedrez reales, nos dan la visión realista de una situación en una época. Qué bonito es asomarse a una época con todos sus detalles. 

Pero la brevedad de la vida cada vez se me hace más evidente. Hay tantas historias tan apasionantes, libros tan formidables. Pero, por primera vez, veo la lectura como una lucha contra el tiempo, como una carrera en la que el oponente, tenaz, nos va dando alcance.

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