Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara
De los labios del Señor escuchamos, a veces, palabras que, posiblemente, nos desconciertan, ya que dice que ha “traído fuego a la Tierra, y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo”.
Estas palabras vienen a su mente, pensando en el objetivo que va persiguiendo, llegar a Jerusalén, donde sabe que le espera la muerte. No cabe duda que en su mente hay turbación, porque los acontecimientos que se vienen, especialmente la Resurrección, provocarán un nuevo orden en el mundo. Va a morir para vencer el mal, la muerte, para que todos formemos una única fraternidad y formemos una nueva familia, la familia de los hijos de Dios. Al perseguir este nuevo orden, Jesús sabe que muchos se resistirán o se opondrán, por eso, habla del fuego, que todo lo purifica.
Se refiere al Espíritu que nos va a merecer con su Muerte y su Resurrección, que todo lo hace nuevo, como transformó el corazón de los Apóstoles en Pentecostés, y ahora puede hacer lo mismo con nosotros, si lo dejamos actuar y moldear según sus dones. Puede hacer de nosotros criaturas nuevas, con una visión distinta del mundo, distinta de los demás, no viéndolos como enemigos, sino como hermanos, con la misma dignidad que nos da Dios.
El Espíritu Santo nos da esta visión nueva del mundo. Quema todo aquello que nuestro corazón hace mal, y destruye todo aquello que es fruto de nuestro egoísmo.
Cristo ama la paz, pero no puede evitar que, en torno a su persona, se cree la división. El que pronuncia el mensaje del Señor, se convierte en un extraño para los que no conocen a Dios, y esto ya es motivo de división.
A muchos se les hace raro que haya quienes renuncian a toda comodidad para dedicarse al servicio de Dios y de los demás, y hasta los catalogan como ‘personas extrañas’. Y el hecho de que alguien no comparta esta opción de vida, provoca división.
A esta división se refiere Jesús. Al que, aceptándolo, contrasta con el que no lo reconoce y no sigue su Palabra.
El Señor espera que nosotros nos convirtamos en criaturas nuevas, en fuego nuevo, que transforma la realidad en un mundo solidario y justo, de verdadera fraternidad y servicio. Quiere que transformemos todas las estructuras, con el fuego que Cristo vino a traer a la Tierra.
Pidámosle a Dios que nos ayude, con su Espíritu, para que no seamos egoístas y vanidosos.
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