FE Y RAZÓN │ Por Luis-Fernando Valdés │
El Papa emérito, cada vez más anciano, explicó los motivos que lo llevaron a dejar el Pontificado. Más allá de lo coyuntural, como su frágil salud, esta renuncia encierra un significado importante para nuestra época, que necesitamos descubrir.
1. Una entrevista. El conocido teólogo italiano Elio Guerriero, que ha tenido una relación cercana con Benedicto XVI porque ambos trabajaron en el proyecto de la importante revista “Communio” y porque Guerriero ha sido editor de muchas de sus obras, entrevistó al Pontífice emérito (La Reppublica, 24 ago. 2016; en español: ReL, 25 ago. 2016).
Guerriero conversó con Benedicto sobre los motivos de su renuncia. No hubo sorpresas, porque las razones desde hace tiempo habían sido comentadas por sus colaboradores cercanos; pero ahora ha sido el mismo Pontífice emérito quien corroboró con sus propias palabras esa información.
2. Una frágil salud ante unos grandes compromisos pastorales. Benedicto XVI explicó que tenía en el horizonte “numerosos compromisos que consideraba que no podría completar”, como la JMJ de Río de Janeiro 2013, ante la cual no podía limitarse a una participación televisiva, ya que un evento así hacía precisa la presencia del Papa. Por eso, explicó, ésta “era una circunstancia por la cual la renuncia era para mí un deber”.
Contó que durante su viaje a México y Cuba, “experimenté con gran fuerza los límites de mi resistencia física. Sobre todo, me di cuenta de que ya no estaba en disposición de afrontar un futuro vuelo transoceánico por los problemas del huso horario”.
Después de hablarlo con su médico, “se hacía evidente que ya no podría participar en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro en el verano de 2013, se oponía claramente el problema del huso horario”.
Y así llegó a la conclusión que debía renunciar, y que eso debía ser muy pronto. “Desde entonces –afirmó el Papa emérito– tuve que decidir en un tiempo relativamente breve sobre la fecha de mi renuncia.”
3. De fondo: confianza en Dios. Lo que más que llama la atención de la entrevista no es tanto el motivo de la renuncia al Pontificado, sino la fe y la confianza en Dios de Benedicto ante un futuro complejo. Para él, “en una situación de crisis, la mejor actitud es ponerse delante de Dios con el deseo de reencontrar la fe para poder proseguir el camino de la vida”.
Contó que cuando aceptó el Pontificado era consciente de sus límites. “Me daba cuenta de que todo aquello que tenía que hacer no podía hacer hacerlo yo solo, y de este modo estaba casi obligado a ponerme en manos de Dios, a confiar en Jesús”, dijo.
Benedicto está convencido que “al Señor le agrada acoger nuestro deseo de darnos las luces que nos guían en el peregrinaje de la vida”, y por eso “tenía la firme convicción de que mi sucesor –como así ha sucedido- llevaría igualmente al buen fin querido por el Señor la iniciativa que yo había comenzado”.
Estas declaraciones de Benedicto XVI confirman que su frágil salud fue la causa de su renuncia al Ministerio petrino y, a la vez, muestran la grandeza de espíritu de un hombre que supo aceptar sus límites, porque entendió que grandeza de Dios guía su vida y su misión.
La renuncia del Papa alemán no es un mero hecho administrativo o un dato curioso, sino un mensaje a todos las personas de hoy que nos enfrentamos a un futuro político, social y económico incierto: Dios realmente guía nuestro futuro y por eso, sin confiamos en Él, podemos avanzar en la Historia con confianza.
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