Faltan todavía unos pocos días para el informe presidencial y ya estamos escuchando las respuestas que varias de las fuerzas políticas están preparando aún antes de saber que se va a informar. Tal vez en mayor medida que en otras ocasiones y frente a otras administraciones, es claro que el terreno se ha trabajado muy cuidadosamente por la clase política. Las revelaciones del periódico The Guardian. La investigación sobre la tesis de licenciatura que data de más de 25 años. La lentitud en las negociaciones con los maestros disidentes. El rumor de que la Corte Internacional de Justicia, organismo de las Naciones Unidas, está procesando acusaciones contra la actual administración. Todo, coincidiendo con el informe presidencial.
Sí, puede que sea coincidencia. Aunque hay quien dice que en política no hay coincidencias. Todo parece como si se estuviera preparando el terreno para hacer de este informe presidencial un desastre. Se ha construido una agenda paralela con el propósito de evaluar lo informado. Lo cual no me parece mal. Esto hace la oposición en todos los países democráticos y todo gobierno debe estar preparado para que se le cuestione. Probablemente lo que se pueda criticar es el sesgo que tiene esa agenda paralela.
¿Qué se trata de presentar fallas del partido en el gobierno? Sin duda alguna. Tontos serían de presentar sus aciertos. ¿Qué se están olvidando temas que posiblemente sean aún más importantes? Esto, por supuesto, es mucho más grave. Los partidos al criticar están señalando su propia jerarquía de valores. Nos están diciendo qué cosas son las que más les importan. Que no necesariamente son las mismas que las que le importan a la ciudadanía.
Se habla muy poco del endeudamiento público. También se habla poco del cumplimiento o incumplimiento de las promesas electorales. Te lo firmo y te lo cumplo, decía el lema de la campaña. ¿Fue así? Poco del estancamiento de la economía y los frutos muy escasos de las reformas estructurales, tal vez porque fueron el resultado de la acción coordinada de las principales fuerzas políticas. Como en otras ocasiones, es muy probable que no se informe sobre el cumplimiento del Plan Nacional de Desarrollo, que debería ser la columna vertebral de la acción del Gobierno en todos sus órdenes. Si es que queremos cumplir con la Constitución.
Tal vez por eso la campaña para presentar el informe presidencial tiene como lema “Lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho“. Al escuchar el lema y ver u oír el “spot”, no se puede evitar escuchar un tono de queja. Hemos hecho muchas cosas buenas, parecen decir, y eso casi no se cuenta. ¡Qué injustos son los medios y la ciudadanía!, es el acento de esos “spots”.
El preparar de una manera tan amplia el terreno para el informe presidencial, puede tener el efecto de generar prejuicios. Al atacar la integridad personal del presidente, se le quita credibilidad a todo lo que diga. Se está preparando el terreno para una falacia de la lógica: el argumento llamado “ad hominem”. En esta falacia, en lugar de analizar la validez de la información y la lógica con la que se construye el argumento, se ataca a la persona. Con lo cual el argumentador falaz se siente dispensado de demostrar las fallas del argumento.
Desgraciadamente, este modo de recibir un acto de rendición de cuentas que prevé nuestra democracia, hace que no vayamos al fondo del asunto. Hay cosas malas que están pasando en nuestro país y son malas independientemente del hecho de quien las haya ordenado. Y hay cosas buenas, posiblemente pocas, que son buenas por sí mismas independientemente de quienes las hayan llevado a cabo.
Probablemente estoy pidiendo demasiado. Pero creo que es importante apelar al sentido común de la ciudadanía. Escuchar y analizar el informe presidencial es un acto ciudadano. No es algo reservado exclusivamente a los expertos y a la clase política. Claramente, el informe está diseñado de tal manera que resulta cansado de escuchar y dificultoso de entender para el ciudadano común. Los sumarios que ofrecen los medios son sensacionalistas y dejan muchos puntos fuera del análisis. Lo que nos pone a los ciudadanos en la necesidad de escuchar diferentes versiones, diferentes tendencias políticas y sociales para poder alimentar nuestro sentido común. Y utilizar nuestra lógica, cosa para lo cual no necesariamente hemos sido preparados.
Al escuchar diferentes opiniones, habría que pensar si están sustentadas en hechos, si los exponentes tienen un interés político, económico o social. Escuchar las opiniones contrastantes y tratar de encontrar donde hay un terreno común y por qué razones difieren. También hay que comentar con otros ciudadanos, sin partido, sin intereses y con criterios claros. Comentar y debatir.
El primer mandatario nos está rindiendo cuentas a la ciudadanía, que somos los mandantes. Que somos quienes sostenemos al Estado, mediante nuestros impuestos y también a través de nuestro cumplimiento de las leyes. Tenemos derecho de ser informados y tenemos la obligación de evaluar ese informe y dar nuestra opinión imparcial, precisa, con la mayor objetividad posible. Asumamos esa responsabilidad.
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