Indigenismo e identidad, caminos tortuosos
Las estampas de colorido, velocidad, arte, ritmo, control, galanura y resistencia que ilustran las noticias del mundo en estos días de las Olimpíadas en las tierras cariocas, conducen a apreciar la capacidad humana; dan cuenta del talento del que el hombre es capaz y se expresa en variadas disciplinas deportivas.
Pero asombra la intolerancia, discriminación, desigualdad social; el desdén a millones de hombres y mujeres que sufren el rezago social de siglos. Pululan sociedades marcadas por el analfabetismo, desnutrición y marginación. Son la mitad del planeta tierra. El llamado olimpismo da para pensar el uso y poder de la manipulación, incluso, a través de Instituciones de cuño muy respetables.
Este 9 de agosto, se ha celebrado el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Tan sólo mirar las estadísticas, da escalofrío saber de cientos de familias que viven en situaciones realmente de emergencia; aun, con la complicidad o silencio de varias instancias gubernamentales que ignoran este flagelo de tantos mexicanos con derechos propios.
Nadie pensaría que un grupo de niños triquis de Oaxaca, pudieran salir del anonimato estando oprimidos en el subdesarrollo, la mala alimentación y las políticas públicas de abandono. Pero han sido noticia allende las fronteras por su empeño y pujanza.
Bernabé, Dylan, Isaías, Tobías, Fernando y Melquiades; integrantes de ese equipo de ensueño “triquis”; fueron becados en Alemania. Aquí la historia va despacio, el Gobierno se tarda demasiados lustros en apoyar algunos proyectos humanos.
El Papa Francisco, en su reciente visita a México, entrando en contacto con el Sureste mexicano, que se podría llamar “la guarnición más importante y dolorosa de nuestros pueblos indígenas” ha sido muy claro. Llamó a “pedir perdón a los indígenas, por excluirlos de la Sociedad y despojarlos de sus tierras”… es un problema histórico, social, político e incluso, de sesgo religioso. Hace 490 años que se aceptó la primera boda de un indígena con mujer “blanca”, pero en casi 5 siglos, se ha avanzado muy poco.
Una gran mujer “de allá mismo”, Rosario Castellanos, vivió su infancia y adolescencia en Comitán, Chiapas, la tierra de sus mayores. Se nutrió de historias, usos y costumbres de cuño ancestral para escribir Balún-Canán, que junto con Oficio de tinieblas, y el libro de cuentos Ciudad Real, conforman un pensamiento indigenista de riqueza enorme. Novelas sí, entretejidas de un mundo real.
Destila en su trilogía, una humanidad más allá de todo convencionalismo, pero sobre todo, la cercanía a la cultura, religiosidad y potencialidad filosófica del alma indígena. El INEGI, por estos días ofrece algunos datos. En México existen siete millones 382 mil 785 personas de tres años o más, que hablan alguna lengua indígena, lo que representa 6.5% del total nacional.
De acuerdo con cálculos del Instituto Nacional Indigenista, en 2012, la población era de aproximadamente 15 millones de personas. El mayor castigo de ser indígena en México es la discriminación, pobreza y el analfabetismo, según ha señalado una responsable del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Una fecha para la reflexión nacional. Las Olimpíadas son un marco para apreciar la potencialidad de todas las razas.
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