¿Cómo vivir el duelo ante la desaparición de un ser querido?

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Sonia Gabriela Ceja Ramírez

Enfrentar la desaparición de un ser querido es una de las peores situaciones que puede vivir una persona pues vive en la permanente angustia de si su familiar continúa con vida, si está bien, si come, si duerme o si le quitaron la vida y en dónde quedaron sus restos.
Los índices de ansiedad de quien permanece a la espera se disparan y su mente no se resigna a procesar un duelo pues lo último que se pierde es la esperanza.

El duelo ambiguo
“Se trata de uno de los duelos más complejos dada la imposibilidad de muchos para dar por terminada la relación y comenzar un duelo en su propio derecho”, señala el Doctor Jorge Montoya Carrasquilla, Psiquiatra, tanatólogo, fundador y director del Instituto John Bowlby, en su natal Medellín, Colombia, quien visitó Guadalajara para participar en la Primera Jornada de Acompañamiento en el Sufrimiento organizada por Centro San Camilo en colaboración con la Fundación Acompaña, institución que tiene su sede en la Ciudad de México y que apoya principalmente a madres que han sufrido la pérdida de un hijo.
El Dr. Montoya, quien durante 30 años se ha especializado como conferencista internacional, principalmente de temas relacionados con la recuperación de pérdidas, explicó que el duelo ambiguo tiene dos tipos: cuando la persona está físicamente pero psicológicamente no está, como en el caso de enfermedades como el Alzheimer, enfermos en estado de coma o de algún tipo de demencia; y cuando la persona no está físicamente presente pero psicológicamente si lo está, por ejemplo, las personas secuestradas o desaparecidas.
“La vivencia de la familia de un desaparecido es análoga a una ‘habitación vacía’ o fenómeno en el cual se va viendo cómo las actividades de la vida diaria relacionadas con aquél van desapareciendo hasta llegar a ser el mundo un lugar desconocido aun cuando la esperanza se conserve”.
Y sin embargo, la vida continúa
Y es que ante la desaparición de un ser querido vienen una serie de preguntas: ¿Hasta cuándo debo esperar? ¿Cómo manejar todo este tiempo? ¿Volverá? ¿Cómo será si no regresa?¿Estoy de duelo o hacerlo es matarlo? ¿Qué debo hacer?.
“Por ejemplo, en cuanto a los tiempos, el estado determina unos términos legales que pueden o no corresponder con los términos emocionales de la familia e incluso con los de cada integrante, es una cuestión muy personal pero hay que tomar en cuenta que ‘darlo por muerto’ no significa que le demos muerte, significa solo que nos damos el regalo de poder iniciar el duelo”.
Lo normal es que el duelo se inicie en los primeros 12 meses de la pérdida, pues si se comienza superado ese tiempo, puede convertirse en un duelo patológico.
Y es que mientras se espera para comenzar a vivir el duelo se pueden presentar ciertas conductas:
“Reprimir emociones y esperar (desgastante), vivir en una angustia constante, además de la doble victimización pues ante tales situaciones se deben además realizar una serie de trámites crueles, desconsiderados e inhumanos que pueden llevar a las personas a caer en el resentimiento y la decepción lo que retardará el proceso para que los familiares puedan aceptar y sanar su dolor para comenzar a construir su vida de nuevo.
“Durante el período previo al inicio del duelo las personas presentan características como incredulidad, momentos de negación, oleadas de angustia aguda, pensamientos obsesivos, agotamiento, aislamiento y desesperación, e incluso síntomas físicos como boca seca, debilidad muscular, llanto, trastornos del sueño y del apetito, náuseas, aumento de la frecuencia urinaria, diarrea, entre otros”.

El don de la aceptación
El doctor Montoya dijo que aceptar la pérdida es un regalo que la persona se da a sí misma, entre las cosas que se puede hacer para superarlo es educarnos en el duelo, buscar ayuda, participar en grupos de duelo ambiguo y tratar de reconstruir su vida. No olvidemos que se necesita fortaleza para poder expresar nuestras emociones.

Algunas estrategias para enfrentar estos duelos:

Respetar los límites personales.
La distracción. No se trata de encubrir o aplazar los problemas, es afrontarlos pero también darnos un espacio para cambiar de pensamiento.
La racionalización, la intelectualización y la sublimación. Convertir la tristeza en servicio.
La represión. Controlar nuestras emociones solo cuando se estrictamente necesario, por ejemplo, cuando estamos trabajando, pues si se reprime demasiado podríamos somatizar nuestras emociones en enfermedades físicas.
Se pueden utilizar técnicas como la proyección mental de un sitio seguro que nos saque de nuestro entorno y nos lleve a un lugar feliz.
Escribir cartas, un diario, poemas o canciones que den salida a nuestras emociones.
La silla vacía, a la que podemos hablarle y expresarle todo lo que sentimos.
El ejercicio físico. Esta es una de las mejores estrategias para el estrés, consume hormonas e incrementa los niveles endorfinas y serotonina que producen bienestar.
Servir a otros. Esto ayudará a recuperar el sentido de vida.

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