Expulsión de Jesuitas, amargo momento de dulces frutos

La única Orden que ha sido suprimida y restablecida

La Compañía de Jesús

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La Compañía ha luchado contra el intento de ser eliminada en varias ocasiones, sin embargo gracias a la fraternidad y la fidelidad a los ideales de San Ignacio, se mantuvo y ahora es sólida.

Dulce Natalia Romero Cruz

A propósito del aniversario 250 –que se cumple este año- de que la Compañía de Jesús fue extrañada de la entonces Nueva España por el Rey Carlos III de España es pertinente realizar un ejercicio de nos ubique en el contexto en el que sucedió.
La Compañía es una Orden Religiosa fundada en 1540, por San Ignacio de Loyola; el primer grupo se concentró, con una serie de ideales comunes, en París (eran universitarios), aunque Ignacio era vasco ahí estudiaba. Oficialmente se constituyó como Orden en 1539, al siguiente año reciben la aprobación canónica, por el Papa Paulo III, para quedar instituida como Orden.
Pronto los jesuitas se fueron propagando con distintos ministerios en diferentes lugares, la primera expansión fue en los lugares donde reinaba la corona portuguesa. Los primeros jesuitas llegaron a América cuando todavía vivía San Ignacio en 1549, a la Nueva España hasta 1572. La Compañía tenía muchas peticiones, como otras congregaciones, en la mayoría de los lugares les pedían fundar Colegios, pero además ofrecieron servicios pastorales con atención a presos, congregaciones devocionales, hospitales, prédicas, misiones circulares (con un centro urbano), etc. Principalmente se extendieron por el norte del país (lo que hoy se conoce como Sinaloa, Sonora, Chihuahua, Baja California y Nayarit). Comentó en entrevista el Dr. Arturo Reynoso Bolaños, SJ, Jefe del Departamento de Filosofía y Humanidades del ITESO.

El primer obstáculo
Casi dos siglos después de que llegaron a México, en 1767, el Rey de España, Carlos III, tomó la decisión de extrañar (esta definición no solo habla de expulsión, sino de que además se les confiscan todos los bienes), a la Compañía, lo que fue una medida radical. De esto se cumplen 250 años. “Es un acontecimiento fuerte para los territorios españoles, previamente ya habían sido expulsados de los territorios de la corona portuguesa en 1759 y en 1764 se dio la supresión de los jesuitas en Francia, fueron varios Estados monárquicos que expulsaron o suprimieron (no se les expulsa del país, pero ya no se reconoce su Orden, y se les da la opción de incardinarse al Obispo ordinario o cambiarse de Congregación). “Después de la expulsión de 1767, a los 6 años se ordenó la supresión de la Ordena nivel mundial, quiere decir, que oficialmente se acabó la Compañía de Jesús, los que eran sacerdotes se podían incardinar o dejar el ministerio”, ese mandato fue dado por el Papa Clemente XIV.
Según lo que explicó el Padre Reynoso Bolaños hubo dos lugares donde no se hizo pública la disposición del Santo Padre, uno fue en Rusia con la zarina Catalina que tenía un gran peso y dominio, y que nadie se atrevió a contradecirla. “Su reino se extendía a Bielorrusia y Polonia; ella sabía que los jesuitas atendían principalmente colegios y decidió dejarlos porque le servían. Federico de Prusia, tampoco dio a conocer en su reino la decisión del Papa. En ese tiempo había presión por parte de los borbones (monarcas españoles, franceses) para que se extendiera la supresión pero sin enfrentarse a los antes mencionados”.

La diosa razón
“Clemente XIV falleció y llegó el Papa Pío VI que de alguna manera sabía la situación de los jesuitas pero no se ensañó más. Estaba Napoleón ya en Francia y tomó preso al Santo Padre, por así decirlo, porque lo hicieron cambiar de residencia de Italia a Francia pero en el trayecto murió, por lo que lo sucedió Pío VII, quien aprobó un noviciado de la Compañía en Rusia”, platicó el Sacerdote Jesuita.
“En este tiempo la institución eclesiástica queda sin fuerza, de ser referencia para los Estados y que daba legitimidad a algunos regímenes, pasó a no tener ningún poder. Porque las grandes potencias sienten que deben emanciparse de la ‘cabeza’ que por mucho tiempo fue la cristiandad. Hay un cambio de paradigmas en las prioridades de los Estados, ahora los guía la ‘diosa razón’, la ilustración y todo se permea en las políticas de los Estados. Comenzaron los monarcas, a los que se les conoce como los déspotas ilustrados”.
La Compañía como institución ya no existía. Pasó la Revolución Francesa, la Independencia de las 13 Colonias; viene la caída de Napoleón en la Batalla de Waterloo y en 1814 el Papa pudo salir de su cautiverio, se fue a Roma y a los 5 meses restablece la Compañía de Jesús. Quedaban puros sacerdotes de entre 60 y 70 años de edad; aproximadamente 600.
México en esa fecha todavía pertenecía a la Corona Española y se necesitaba que Fernando VII anulara lo que su abuelo había instituido. Lo hizo en 1815 y la orden regresó a tierras mexicanas hasta el año siguiente. El gusto duró poco, hasta 1820, porque las cortes de España aseguraron que el decreto seguía vigente, pidiendo que no se restableciera, aunque los jesuitas pudieron permanecer en los territorios españoles.

Esperanza en un país inestable
Desde 1906 la situación, tanto del país como de la Compañía, fue inestable y no volvió a haber un restablecimiento oficial de la Orden Religiosa. En algún tiempo de los 4 gobiernos de Santa Anna, hubo algunos intentos pero nada oficial.
“Hablo de una inestabilidad en el país, porque según mis datos de 1821, que es la proclamación de Independencia de Médico, hasta las épocas de Porfirio Díaz hubo más de 72 gobiernos, otros historiadores dicen que menos, que no terminaron su período por distintas circunstancias, solo Guadalupe Victoria lo hizo. Era una nación quebrada desde la Independencia, con cantidades ridículas en sus tesoros de hacienda; y los jesuitas hacen lo que pueden.
“Tres hombres de 70 años de edad restablecen la Compañía, se les regresó el Colegio de San Ildefonso, ubicado en el Centro de la Ciudad de México, pero no cuentan con nada de dinero. Comenzaron a tener novicios muy pronto aunque todavía estaban muy dispersos. Trabajaban con el colegio, pero también con las personas de servicios domésticos, alcohólicos, obreros.
“Es la única orden religiosa en la historia que fue suprimida y restablecida. Suprimidas hubo muchas, que le pasara eso a alguna congregación no era extraño, lo raro eran los motivos y los que se daban para suprimir a la Compañía de Jesús, se decía que se habían separado de los ideales de San Ignacio, era algo que sonó como una justificación forzada. Durante el porfiriato, en 1906, la Orden empezó a tener más fuerza. Llegaron a Guadalajara en ese año, con el Colegio San José (que era de los Padres Oratorianos), que después fue el Instituto de Ciencias”.

Antes y después
La Compañía tenía 26 Colegios e impartía cursos de primeras letras, gramática latina, humanidades, retórica, poesía, filosofía, teología; había zonas de misiones, redes de Congregaciones devocionales (de españoles, de indígenas) que surgieron de exalumnos, devotos y acciones apostólicas.
“Hubo algunos jesuitas, mencionó el Padre Arturo Reynoso, que ejercieron un papel muy importante en el proceso de restablecimiento a nivel mundial, uno fue el Padre José Pignatelli desde Italia, otros sacerdotes más que estaban en Rusia. La supresión se consideró como una gran incomprensión, evidentemente que la Compañía fue acusada de tener mucho poder, grandes riquezas, pero en los Colegios mexicanos no se encontró ningún peso porque se contaba con un patrimonio grande en haciendas, que eran las que servían para financiar los apostolados, porque la educación que se impartía no se cobraba. A la Compañía le faltó, tal vez, tener una visión de conjunto internacional, sabían qué pasaba pero faltó comunicación entre ellos”.
Algo que ayudó mucho, a que se mantuvieran los 600 jesuitas, cuando se restableció la Orden fue la fraternidad que se vivía entre ellos.

En la actualidad

Ahora la Orden Jesuita sigue teniendo muchas acciones, como el trabajo del ministerio educativo, en derechos humanos, con migrantes, con los obreros, y en el campo universitario se trata de reforzar el apostolado intelectual (de propuestas, diálogo, investigación) y el hecho de acompañar a comunidades de este país desde los servicios pastorales, catequesis, etc. “Quisiéramos hacer más pero al mismo tiempo sabemos que debe haber colaboración, como siempre se ha hecho, porque así se han creado redes de información para tener cercanía con sectores desfavorecidos o excluidos en muchos sentidos.
“Seguimos cometiendo errores, pero nos ubicamos en nuestra visión, para ver cómo vamos caminando, según nuestros orígenes establecidos y de los lugares donde estamos. Tenemos tiempo trabajando muy de la mano con la Iglesia Diocesana, con aprecio y cercanía, además de que siempre tenemos presente que somos una Orden que pertenece a la Iglesia y que estamos al servicio de ella, así la creó San Ignacio, y ha colaborado en distintas acciones, no solo pastorales sino formativas, espirituales, etc.”.

Lo que viene

“Hay iniciativas de reforzar algunas acciones, siempre estamos tratando de distinguir las necesidades de la realidad, saber qué es lo que nos está pidiendo el espíritu, por dónde nos está animando a ir, si es realmente él el que nos lleva, etc. Siempre hay una constante preocupación por revisar nuestros ministerios, hay ocasiones en que vamos más lento otras más de prisa, pero actualmente toda la cuestión que se vive en el país de la construcción de la paz y del tejido social, tenemos que ver qué es lo que necesita la gente, desde la educación básica hasta la superior, si es lo que puede ayudar a dar una mejor formación de personas para que ayuden a tener un mejor país. Reforzar el trabajo con migrantes y en la cuestión ecológica”.

Aniversarios- 60 años del ITESO

El Jefe del Departamento de Filosofía y Humanidades del ITESO, aseguró que el hecho de que este aniversario de expulsión, de 250 años, coincida con los 60 años del ITESO es algo muy interesante, porque considera que son momentos importantes para agradecer desde su fe, primeramente a Dios, y a tantas personas que han colaborado con este proyecto. “Es ocasión para detenernos y voltear hacia atrás, ver el recorrido y ver por dónde queremos seguir caminando. Es un momento de reflexión de la propia misión universitaria. Son 60 años en un país donde la Universidad es joven, saber hasta dónde se han cumplido ciclos universitarios, cuál debe ser hoy la misión y la palabra que una universidad debe decir, principalmente de una casa de formación a cargo de la Compañía de Jesús. Un aniversario como este debe ser momento para plantearnos todas estas preguntas y seguir estableciendo puentes y diálogos”.

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Crónica de la expulsión de los Jesuitas

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Dr. Alfonso Alfaro

En la madrugada del 25 de junio de 1767, a las ciudades donde había miembros de la Compañía de Jesús llegaron pliegos enviados desde España, con la orden de que no se abrieran hasta la madrugada de ese día en presencia de soldados y autoridades locales.
En ellos venía una carta del rey de España en la que decía que se reuniera a los jesuitas y se les leyera la carta donde se daba la orden de abandonar inmediatamente sus territorios y dirigirse caminando hacia el puerto de Veracruz. El rey de España le hizo a la Compañía de Jesús un inmenso regalo, sin quererlo, porque no los acusó de nada. El Rey no se atrevió; en el edicto decía: “Estimulado de gravísimas causas y por otras razones urgentes, justas y necesarias que reservo en mi real ánimo”. Sin ninguna acusación los jesuitas fueron expulsados de todas las casas.
Esta declaración fue acompañada por otra del Virrey de la Nueva España, que decía: “Pues de una vez para que en lo venidero deben saber los súbditos del Rey de España que nacieron para obedecer y no para discurrir ni opinar sobre los asuntos de gobierno”.
Estas declaraciones fueron un gran golpe para nuestro país. Con la expulsión de los jesuitas destruyeron lo que habían construido por siglos: el sistema educativo fue desbaratado, las bibliotecas fueron saqueadas, las granjas de producción desaparecieron, las misiones y los indígenas fueron abandonados.
Hubo grupos que se levantaron en armas, pero hay un dato muy importante de que no hubo un solo jesuita que ejerciera algún tipo de protesta violenta. Por el contrario, ellos frenaron los intentos de sublevación por parte de las poblaciones. Los padres salieron a pie, algunos tardaron años en llegar a las costas, los que venían desde Filipinas o Nuevo México. Las muertes por el camino fueron terribles.
Los efectos para una sociedad que estaba construyéndose fueron muy graves. Además de desaparecer el sistema educativo desapareció también la posibilidad de contar con una clase dirigente consistente. Los únicos puentes que los criollos locales tenían con el mundo se rompieron; ellos perdieron la capacidad de saber qué pasaba en China o en Europa. La población empezó a sentir que el rey no era el padre al que todos se sentían referidos, sino que era un autócrata más.
Los expulsos, como Francisco Javier Clavijero,  al reivindicar la grandeza de las poblaciones extintas, colocaron en la misma bandeja a los indígenas vivos de su tiempo y señalaron la dolorosa condición en la que se encontraban por efecto de la miseria. Cuando los científicos mexicanos empezaron a recibir sus obras, el sentido de patriotismo comenzó a consolidarse.
Los expulsados fueron capaces de convertir todo su dolor en energía creativa en beneficio de las personas más débiles y terminaron dando al país mucho de lo poco que tenían. Éste es el tipo de héroes que necesitamos ahora; héroes que nos ayuden a integrar la fe y la ciencia.

Aportes de los Jesuitas a la Construcción  de la Nación Mexicana

Dr. Alfonso Alfaro

La Compañía de Jesús tuvo un lugar importante en la construcción de nuestra nación. Los jesuitas llegaron a México con una doble postura: ir por todo el mundo a evangelizar y ejercitar las obras de misericordia según las necesidades del lugar.
Los jesuitas en la Nueva España se dirigieron a las regiones indígenas nómadas que no habían sido atendidas por las otras órdenes religiosas, a las zonas del noroeste del país que eran las más difíciles y en conflicto con los españoles. Por otro lado, atendían la necesidad urgente de la población novohispana, que era la demanda de la educación. Ellos se encargaron de crear un sistema educativo para todos los niveles sociales y en todo el virreinato. Y su tercer gran cometido fue estar presente en la formación espiritual de las diversas poblaciones del territorio.
Esta triple presencia, misionera, educativa y espiritual, fue la marca de sus actividades en las diversas zonas que estuvieron. Desde aquí quisiera hablar de qué forma los jesuitas fueron construyendo una sociedad. Primero, contribuyeron a la construcción del territorio nacional; disponían de un elemento que no era frecuente en aquella época, pues era la única orden realmente trasnacional con una conciencia de la realidad geopolítica del mundo que no hemos vuelto a tener en nuestro país. Sabían cuáles eran los vectores de las potencias del mundo, qué intereses políticos tenían y qué movimientos estaban haciendo.
Desde un principio fueron muy conscientes de que la Nueva España estaba amenazada por el norte, por las posibles incursiones de los rusos y de los británicos, que también tenían un interés muy grande en el control del Océano Pacífico. Ellos, muy activamente, propusieron que se enviaran misioneros al norte del país y fueron actores de la expansión territorial hacia aquella región, en lo que ahora es el sur de Estados Unidos. La apertura hacia los estados del norte y no centrarse en Mesoamérica fue uno de los aportes que dio la Compañía de Jesús a nuestro país. La presencia hispánica en esa zona se debe a ese mismo impulso. El segundo elemento es su labor educativa, creando con los hijos del país una dirigencia social posible, con niveles de formación muy elevados. En torno a la educación hubo un elemento muy importante: la construcción de redes sociales entre los diversos sectores.
Otro aporte fue su posicionamiento en el terreno de la investigación científica y de la tecnología; tanto los misioneros como los profesores eran pioneros en trabajos de matemáticas, astronomía, cartografía, etnografía, lingüística y botánica.
Todos los misioneros enviaban informes continuos de los conocimientos que tenían sobre la realidad de los lugares donde estaban. También hicieron un aporte fundamental al desarrollo de la agricultura desde sus haciendas. Recordemos que quizá el legado más importante en los festejos de 1910 fue la fundación de la Universidad Nacional. La universidad ya existía en el siglo XVIII, era la cúspide de una pirámide alimentada por esta red de colegios de la Compañía de Jesús, dos de los cuales tenían la capacidad de otorgar títulos. La universidad no podía funcionar sin la red intermediaria de colegios que la alimentara, de manera que cuando desapareció la Compañía de Jesús, muy pronto murió; había quedado sólo la punta de la pirámide, no tenía de dónde sostenerse pues habían eliminado la treintena de colegios universitarios de la Compañía.
El tercer elemento es la creación de un sistema de comunicación a través del arte, que permitía fungir como espacio de contacto entre todas las poblaciones de la escala social y de todos los pueblos de la tierra. Quizás la aportación más importante por la que es recordada la Compañía de Jesús, desde la historia cultural, es la creación de un sistema estético en torno a la cultura y a la vida espiritual. Los indígenas y los europeos podían rezar ante la misma imagen.
El haber creado un sistema estético capaz de permitir a los seres humanos de todas las latitudes de la tierra y de todas las clases sociales usar las mismas palabras para expresarse, fue el vínculo más extraordinario. Nunca en la historia de la humanidad había existido algo así, un lenguaje estético que fuera universal en términos geográficos y de clases sociales.
La creación de este sistema de comunicación fue el aporte clave de los jesuitas; un espacio donde todos eran hijos de Dios. Los jesuitas fueron promotores de la devoción a la Virgen de Guadalupe, como una imagen en torno a la cual pudieron ir uniéndose las diversas poblaciones.

La salida de la Compañía de la Diócesis de Guadalajara hace 250 años

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Pbro. Tomás de Híjar Ornelas
Cronista de la Arquidiócesis

Quien camine por la calle de Pedro Moreno, en el centro de Guadalajara, podrá leer en la acera sur, entre las calles de Galeana y Colón, una placa metálica justo donde estuvo el ingreso a la capilla de Nuestra Señora de Loreto, que hoy sirve como depósito de publicaciones temporales de la biblioteca iberoamericana Octavio Paz, que dice lo siguiente: “Por esta puerta salieron expulsados al destierro los últimos jesuitas que habitaron el Colegio de Santo Tomás, entre ellos el Padre Francisco Javier Clavigero, impulsor de la nacionalidad mexicana, el 25 de junio de 1767, debido al absolutismo de Carlos III”.
Cumpliéndose este día 250 años de este suceso y siendo del todo relevante para nosotros, basta explicar el contenido del texto apenas trascrito para darle su relevancia al suceso.
El Colegio de Santo Tomás de Aquino de Guadalajara
Entre 1586 y 1767, casi dos siglos, los religiosos de la Compañía de Jesús se hicieron cargo de la educación media superior de la juventud en la capital de la Nueva Galicia, aceptando la invitación que les hizo el entonces obispo de Guadalajara, fray Domingo de Arzola, y la generosidad del Cabildo Eclesiástico, que les facilitó dos manzanas en la zona más céntrica de la ciudad para que en ella se edificara el colegio, que con el paso de los años y la buena administración de la hacienda de Toluquilla, pudo educar de forma gratuita unos 300 alumnos deseosos de cursar los estudios de bachillerato. Hasta la creación del Seminario Conciliar del Señor San José, no hubo en Guadalajara otra escuela de cubriera esa necesidad.
Ahora bien, en el inmenso territorio que entonces estaba bajo esta circunscripción eclesiástica, los jesuitas se fueron haciendo cargo, desde finales del siglo XVI, de las misiones de la Tarahumara, Sinaloa y Sonora, Ostimuri, para luego incluir la Baja California Sur y el Nayar.

Los jesuitas de Guadalajara al tiempo de la expulsión
El 25 de junio de 1767 el personal del Colegio de Santo Tomás de Guadalajara consistía en doce presbíteros, encabezados por el rector Juan Mota, entre ellos Francisco Javier Clavigero, en ese momento de 37 años de edad, quien escribirá en Bolonia una “Historia antigua de México” que le hace el precursor de los estudios indigenistas americanos. En Zacatecas residían quince religiosos y siete en las misiones nayaritas, sin contar a los demás.
Por él sabemos que la víspera del día señalado, los jesuitas tapatíos fueron concentrados durante 19 horas en el despacho del rector en absoluto silencio y con la orden de no moverse de su sitio. Que una hora antes de la medianoche fueron recluidos en otro aposento y al día siguiente, con apenas un poco de ropa, dos horas antes del mediodía, fueron sacados “por las calles públicas de la ciudad con grande aparato de terror para ponerlos en el camino del puerto. La plebe atropada en las bocacalles daba quejas clamorosas al cielo”.

El absolutismo de Carlos III
Dejándose embaucar por sus colaboradores más cercanos, uno de los hombres más poderosos del mundo en ese momento, el rey Carlos III de España, creyó que los religiosos de la Compañía de Jesús maquinaban un complot en contra de las reformas de su gobierno, deseoso de ser él y no el Papa (a esto se le llama regalismo) quien llevara las riendas de la Iglesia en sus dominios. La conjura carecía de fundamento y la ejecución del decreto podemos ahora considerarla como el daño más grave que se causó a sí mismo el Estado español en toda su historia.
Como una nota curiosa, de todos los obispos del reino español de entonces, sólo el de Guadalajara, don Diego Rodríguez de Rivas, expuso públicamente su inconformidad ante tal medida.

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