2 de febrero 2014
Domingo 4º Tiempo Ordinario (A)
Mt 5, 1-12: Homilía de san Agustín (S. 53, 1-2)
«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 3). Más tarde será tuyo el reino de los cielos; ahora has de ser pobre en el espíritu. ¿Deseas que más tarde sea tuyo el reino de los cielos? Pon, pues, atención ahora a quién perteneces. Sé pobre en el espíritu. Quizás quieras preguntarme quién es pobre en el espíritu. Quien está hinchado de orgullo no es pobre en el espíritu; y, por tanto, sólo el humilde es pobre en el espíritu. El reino de los cielos está muy arriba, pero quien se humilla, será exaltado (Lc 14, 11).
Atiende a lo que sigue: Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra en heredad. ¡Ya estás deseoso de poseer la tierra! Pues ten cuidado de no ser poseído por ella. Llegarás a poseerla si eres manso; serás poseído por ella, si no lo eres. Y al escuchar el premio prometido, la posesión de la tierra, no amplíes la cavidad de la avaricia, por la que deseas ahora poseer la tierra, excluyendo incluso de ella, del modo que sea, a cualquier vecino tuyo. ¡No te dejes engañar por tal imaginación! Poseerás en verdad la tierra, cuando te adhieras a aquel que hizo el cielo y la tierra. En esto consiste en verdad ser manso: en no oponer resistencia a tu Dios, de modo que en lo que haces bien, sea él quien te agrade, no tú a ti mismo; y en el mal que sufras justamente, no sea él quien te desagrade, sino tú a ti mismo, pues no es poco que le agrades a él, desagradándote a ti mismo, porque le desagradarías a él, agradándote a ti».
(Trad. de Javier Ruiz, oar)
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