Primera sesión XII Jornadas Diocesanas de Zamora, con la intervención del obispo local, monseñor Gregorio Martínez Sacristán
Gregorio Martínez Sacristán, obispo de Zamora, ha sido el encargado de inaugurar las XII Jornadas Diocesanas de Zamora con una ponencia sobre la transmisión de la fe en la Iglesia actual, centrándose en sus ámbitos fundamentales: la familia, la parroquia y la escuela católica.
En la tarde del miércoles 29 de enero, han comenzado las XII Jornadas Diocesanas de Zamora, que bajo el título de “Renovar nuestra vida cristiana” han congregado a laicos, religiosos y sacerdotes de toda la Diócesis que han llenado el salón de actos del Seminario San Atilano.
El encargado de presentar las Jornadas fue el vicario de pastoral, Fernando Toribio, que también dirigió la oración inicial a la Virgen María, tomada del papa Francisco, pidiendo volver “a una Iglesia orante y penitente… una Iglesia sierva, humilde y fraterna”.
La primera ponencia estuvo a cargo del obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, que abordó el tema de “La transmisión de la fe: familia, parroquia y escuela”. En su intervención señaló que “el acento hay que ponerlo en la transmisión de la fe como urgencia y como necesidad imperiosa en este momento para todos nosotros. Debemos renovarnos en un anuncio y un testimonio explícito y serio de nuestra fe”.
Anunciar a Jesucristo en una cultura pagana
Explicó que los obispos españoles, en su último Plan de Pastoral, señalan que “la cultura occidental se aleja de la fe cristiana y camina hacia un humanismo inmanentista… se da una situación de un nuevo paganismo. El Dios vivo es apartado de la vida diaria, mientras que los ídolos se adueñan de ella”.
El mayor desafío para la Iglesia, según monseñor Martínez Sacristán, es “la secularización interna, un problema de casa, que afecta a la transmisión de la fe a las nuevas generaciones”. Las cuestiones fundamentales que hay que tener en cuenta a la hora de transmisión de la fe son tres, dijo el obispo, y pasó a detallarlas.
En primer lugar, “el anuncio explícito de Jesucristo, en medio de un ambiente cultural light, con la tentación del relativismo y el pluralismo. El anuncio de la fe no puede quedar reducido a un conjunto de palabras difusas, ritos estériles o propuestas simples de solidaridad. Esto no funciona si no hay un anuncio directo del nombre de Cristo”.
Por eso llamó a “dar a conocer a Jesucristo en su vida y en su misterio. El mensaje central es la muerte y resurrección de Jesús. Si no se acoge este anuncio y no se le da la adhesión del corazón, no se es verdaderamente cristiano”. Ya que “Jesucristo es el camino y la mediación ineludible para llegar a Dios Padre”, como muestra la fe cristiana.
La palabra clave de la predicación es el Reino de Dios, “que es Dios mismo. Quiere decir: Dios existe, Dios vive, Dios actúa en el mundo. Por eso la evangelización tiene que hablar de Dios, tiene que anunciar al Dios verdadero. Es preciso poner a Dios como centro y anuncio de toda la pastoral”, anunciándolo “con un lenguaje fresco y vital”. Dios “es alguien que se mezcla, se entremezcla con nosotros”, no es alguien lejano.
Llamados a la conversión
Junto a esto está la llamada a la conversión, que “sigue resonando mediante la evangelización en la Iglesia”. Es necesario un cambio de vida, una transformación de la mente y del corazón, y “el hombre encuentra la verdad sobre Dios, sobre el hombre mismo y sobre el destino que le espera. La fe da origen a un proceso de conversión que dura toda la vida”.
Por eso el cristiano “tiene que transmitir aquello que ha recibido”. Por la fe, el hombre entiende de una forma nueva toda la realidad, se fía de la Palabra de Dios y la cumple. “La fe es un don de Dios que se recibe en la Iglesia; siendo un acto personal, no es un acto solitario y aislado. Nadie puede creer solo, al igual que nadie ha recibido la fe por sí solo. Decir ‘yo creo’ equivale a decir ‘yo creo en la fe de la Iglesia’”.
Para esta tarea, la Iglesia cuenta con la acción del Espíritu Santo. “Él es quien hace posible que la buena noticia alcance los confines de la tierra”, señaló el prelado. Y es una misión para toda la Iglesia, un pueblo sacerdotal con conciencia misionera. “La misión corresponde a todos los cristianos, a todas las diócesis y parroquias, a todas las instituciones y asociaciones eclesiales”, dijo. El testimonio misionero es lo que da una idea de la salud de la propia fe, añadió.
En una situación como la actual “es necesario que la Iglesia asuma como tarea prioritaria la fundamentación y el fortalecimiento de la fe de los bautizados, y la iniciación cristiana de los no bautizados”. Como decía Juan Pablo II, “éste es el momento de la fe, de la oración, del diálogo con Dios, para abrir el corazón a la acción de la gracia y permitir a Cristo que su Palabra entre en nosotros”.
La Iglesia realiza la transmisión de la fe “a través de toda su vida, pero de forma especial lo hace en la iniciación cristiana. Un cristiano no nace, se hace, como decía Tertuliano”. Por eso, monseñor Martínez Sacristán destacó la importancia de la catequesis, un pilar básico para la transmisión de la fe a las nuevas generaciones de niños y jóvenes.
Testimonio: la caridad, corazón de la Iglesia
Por eso hay que fortalecer la fe de los educadores cristianos: catequistas, profesores de Religión y familias. “La transmisión de la fe implica siempre la transmisión del estilo de vida cristiano, y por eso es necesario que las comunidades vivan esto. No consiste sólo en pronunciar la Palabra escrita, sino también mostrarla encarnada y visible en la vida de los cristianos. No sólo transmitimos la fe por lo que decimos, sino también, y sobre todo, por lo que somos y como vivimos”. Éste es el tercer factor que subrayó el prelado.
El testimonio de vida de los cristianos es primordial, como recordaba Pablo VI en la exhortación Evangelii nuntiandi. “La caridad es el corazón de la Iglesia”, señaló también monseñor Martínez Sacristán. “Hay que mirar bien cómo ha de ir dirigida a los más pobres y desfavorecidos”.
La familia: lugar insustituible
En cuanto a los lugares de la transmisión de la fe (familia, escuela católica y parroquia), el obispo señaló “el carácter insustituible de la familia como ámbito de transmisión de la fe, como Iglesia doméstica, con una misión reconocida como un auténtico ministerio, ya que es camino de fe y escuela de seguidores de Jesucristo”.
“La familia cristiana no puede renunciar a su misión de educar en la fe a sus miembros. La atención pastoral de la familia ha de ser un objetivo prioritario de la Iglesia”, subrayó. Se refirió concretamente al testimonio de los padres, que han de transmitir al niño la fe “desde los primerísimos momentos”. Además, llamó a la responsabilidad de los sacerdotes, que han de acompañar esta tarea con iniciativas como la catequesis de adultos.
Parroquia y escuela
La parroquia, por su parte, “es un espacio eminente para la transmisión de la fe, porque es el lugar donde se nace y se crece en la fe, como pueblo de Dios. Los sacerdotes, religiosos y las personas implicadas en la pastoral parroquial deben favorecer esa iniciación cristiana”, señaló.
La escuela católica “sirve a la formación integral de los niños, adolescentes y jóvenes, por lo que ha de ayudar en la educación de la fe. Cuando cumple su misión, se convierte en un ámbito relevante para la transmisión de la fe. Se convierte en mediación eclesial privilegiada cuando está en comunión con la Iglesia diocesana”.
Además, el obispo afirmó que “los colegios católicos, si son para algo, son para esto. Si no, mejor que no existan. Porque fueron fundados para esto. Hoy deben significarse así. Son una mediación de primer orden para la transmisión de la fe. Por eso deben realizar su tarea no aisladamente, no como algo separado del resto, sino como formando parte de una Iglesia particular en la que están presentes y realizando la misión que el Señor les ha confiado”. Los colegios, por eso, “tienen un futuro inmenso. ¿Las parroquias sólo? No. Los colegios también, como lugar, si son realmente así”.
Dentro de la escuela católica, “la enseñanza religiosa escolar es parte de su tarea educativa y el fundamento de su existencia. La clase de Religión en los centros públicos de enseñanza es un derecho que asiste a los padres y alumnos, y un deber de las autoridades públicas. La misión de la transmisión de la fe en la escuela, sea confesional o no, debe hacerse siempre en comunión con la Iglesia y con el obispo diocesano, cuidando el acompañamiento del profesorado”.
Los profesores de Religión “están al servicio de la transmisión de la fe; su cometido específico tiene como finalidad la presentación del mensaje cristiano en diálogo con la cultura en la que vive el alumno. Su fidelidad es doble: al mensaje que la Iglesia le entrega y a los destinatarios a quienes sirve, que a su vez tienen derecho a conocer lo que la Iglesia enseña en fe y moral”.
En cuanto a los profesores en los centros públicos, “deben recordar que por la naturaleza misma de lo que explican y en atención a sus alumnos, aunque no sean creyentes, tienen derecho a recibir fielmente lo que la Iglesia enseña sobre Dios, la historia de la salvación, el mundo y el hombre”.
Trabajar en comunión
El obispo hizo, además, una llamada al trabajo en comunión. “La transmisión de la fe no puede hacerse cada uno por su cuenta o mirando de perfil al otro, sino en comunión, en coordinación y en complementariedad. Además de venir exigido por el Dios al que servimos, hoy es una necesidad imperiosa para nosotros”, afirmó.
Para ser testigos del Señor hoy, “la palabra y la vida de los cristianos ha de estar impregnada del impulso de los orígenes, el ardor de la predicación apostólica… hemos de revivir en nosotros el sentimiento de San Pablo: ¡ay de mí si no predico el evangelio! En la Iglesia vivimos, expresamos y celebramos la fe, y somos responsables de la misión de la evangelización, que ha de ser compartida por todos sus miembros”.
A veces existen insuficiencias y dificultades, “pero se trata siempre de una experiencia gozosa y alentadora, que nos mantiene fieles al mandato del Señor aquí y ahora, y abre caminos nuevos para las generaciones de cristianos. Entre las contradicciones, pecados, debilidades y desánimos, el Señor viene a nuestro encuentro y nos precede en nuestra acción”.
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