Salieron el 16 de enero desde Mendoza, Argentina, para llegar el 1 de febrero a Santiago de Chile, pasando por lugares emblemáticos como el Cristo Redentor en la frontera entre Chile y Argentina, el Santuario de Santa Teresa de los Andes y el Templo Votivo de Maipú.
Lo que parece una aventura deportiva, para los participantes es mucho más. Es una peregrinación, una marcha de fe joven y entusiasta, una locura de amor a Dios y a la vida, sin miedo al esfuerzo, como un signo de unidad internacional, entregando el corazón con alegría, buscando un encuentro personal con Dios en medio de la montaña y generando importantes cambios personales. En ediciones anteriores de la Cruzada, durante esos días de caminata, muchos jóvenes han decidido su vocación y se han animado para trabajar más fuertemente por el bien de sus respectivos países.
Regalo de Europa: Antorcha de la fe
La primera vez que se realizó esta peregrinación fue en 1999. Esta sexta versión espera ser la más concurrida y se realiza teniendo como trasfondo la celebración de los 100 años de la fundación del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, cuya Juventud Masculina es protagonista de esta “Cruzada de María”.
Entre los símbolos que llevan consigo como signo de su unidad internacional y su compromiso –banderas nacionales, cruz de peregrinación, imágenes de la Virgen– esta vez se encuentra una antorcha, regalo de jóvenes europeos que en octubre hacen una corrida con antorchas desde Pompeya en Italia hasta Schoenstatt en Alemania, en el mismo espíritu de llevar el “fuego de la fe” por las calles del mundo.
Cada jornada se inicia a las 4 de la mañana, desayunan, oran y se preparan para partir antes del amanecer, caminando un promedio de 7 horas, con paradas para descansar de 10 a 15 minutos cada hora.
La primera hora de caminata es en silencio, luego se entonan cantos y se reza el Rosario. Las conversaciones entre los jóvenes de los distintos países van forjando amistades que perduran.
Se duerme bajo puentes, en laderas de cerros, a orillas de riachuelos, muchas veces a la intemperie, o en regimientos y escuelas. El almuerzo de cada día es sencillo: un huevo duro, un tomate, una papa cocida, un pan y una fruta.
Luego viene el descanso de la tarde. Los más entusiastas juegan fútbol o tienen reuniones temáticas. Antes de la cena, se celebra la misa y la comida es un plato de tallarines, porotos o lentejas, que aportan energía.
La jornada acaba con la oración de la noche y luego se van a dormir bajo el cielo estrellado de la cordillera.
Los jóvenes que cruzan la Cordillera cuentan con el apoyo y las oraciones de cientos de personas que se dejan interpelar por la osadía de estos muchachos de mostrar su “alegría en el Evangelio”, como diría el Papa Francisco, quien ha llamado a los jóvenes a ser “protagonistas del cambio” y a que ayuden a construir “una Iglesia más bella y un mundo mejor”.
Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago.
http://www.iglesiadesantiago.cl
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