La sencillez de hablar con Dios

Escuela de Oración, Clase 6

Ante el Santísimo

Pbro. Adrián Ramos Ruelas

El secreto de la oración
Para muchos, no es sencillo hacer oración, y menos cuando no se tiene Fe; cuando no se percibe la presencia de Aquél que tenemos delante, el Existente, Dios mismo, con quien podemos relacionarnos como con un amigo. Así hacía Moisés. Así hacían los grandes hombres del Espíritu, como el Profeta Elías que, antes de partir arrebatado al Cielo, le compartió su mismo espíritu a Eliseo. Todos quisiéramos tener ese espíritu de oración para poder relacionarnos fácilmente con Dios.
Parece difícil; pero, en realidad, es una cuestión sencilla, simplemente cuando nos encerramos en nuestra habitación y nos ponemos en la presencia de Dios. El Evangelio de San Mateo, que se lee cada que comienza el Tiempo de Cuaresma, nos invita a orar en nuestro interior, con nuestras propias posibilidades y límites, desde nuestra pobreza y miseria, desde lo que somos. En pocas palabras, desde el corazón:
Tú, cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y reza a tu Padre que comparte tus secretos, y tu Padre, que ve los secretos, te premiará. Al orar, no multipliquen las palabras, como hacen los paganos, que piensan que por mucho hablar serán atendidos. Ustedes no recen de ese modo, porque, antes que pidan, el Padre sabe lo que necesitan (6,6-8).

ORACIÓN BREVE Y COMPLETA
Es precisamente en este contexto cuando Jesús aprovecha para enseñar la bella oración del Padre Nuestro a sus discípulos, oración sencilla y completa, que recoge la glorificación de Dios y las súplicas de las principales necesidades del ser humano, que el Padre Celestial ya conoce y atiende por su infinita bondad.
Aquel admirable Confesor y santo Sacerdote, el Padre Pío de Pietrelcina, nos dejó las siguientes bellas recomendaciones a este propósito:
Si puedes, habla al Señor en la oración, alábale. Si no lo consigues porque todavía no estás suficientemente adelantado en la vida espiritual, de ninguna manera te inquietes: enciérrate en tu habitación y ponte en la presencia de Dios. Él te verá y apreciará tu presencia y tu silencio. Seguidamente, te tomará de la mano, te hablará, hará los cien pasos en los senderos de este jardín que es la oración, y allí encontrarás tu consolación. Permanecer en la presencia de Dios simplemente para manifestar nuestra voluntad de reconocernos sus servidores, es un excelente ejercicio espiritual que nos hace adelantar en el camino de la perfección.
Como vemos, la situación es menos difícil de lo que parece. Sólo habrá que tener conciencia de quiénes somos y de Quién es Aquél a quien hablamos. Y a todo esto, ¿qué ganamos? Ni más ni menos que al Señor mismo. La fatiga que cuesta hacer oración granjea la mejor de las recompensas: tener a Dios mismo; tener su Espíritu. El Señor mismo lo desea: “El que me ama cumplirá mi Palabra, y mi Padre lo amará, y haremos en él nuestra morada”. El día de hoy hagamos oración. Busquemos esa relación con Dios, que quizás ha estado últimamente perdida.

Ballena en acción DIF Jal

CREAR EL AMBIENTE
Procuremos un espacio adecuado, lejos del ruido. Intentemos hoy el silencio interior. Pronto podremos ver resultados. El Señor está en todas partes, pero no siempre se le invoca convenientemente. El secreto de la oración es hablar al Señor desde el silencio y con el corazón.
Para iniciarnos en la oración es preciso preparar el ambiente, buscando el recogimiento. No se necesita de tanta palabrería, sino de hacernos conscientes de nuestro ser, de nuestros límites y necesidades, de reconocer que estamos ante Dios, que es una Persona con la cual se puede entrar en relación, y ¡listo! Así se comienza a orar.
La oración, entre más sencilla y sentida, mucho mejor.

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