Conocido como “el mataamarrados”
Pbro. Tomás de Híjar Ornelas
Cronista de la Arquidiócesisde Guadalajara
Al cumplirse 90 años de la ofrenda de la vida de los Mártires de Chalchihuites, el señor Cura Luis Batis Sáinz y tres Compañeros Laicos, se recuerda en este Artículo la participación que en ella tuvo un miliciano particularmente cruel: Eulogio Ortiz Reyes.
Hace 90 años, el 15 de agosto de 1926, el vecindario de la pequeña ciudad minera de Chalchihuites, al Oeste del Estado de Zacatecas y perteneciente a la Arquidiócesis de Durango, amaneció con la noticia del arresto, a manos del Teniente Blas Maldonado, del Párroco don Luis Batis y tres jóvenes parroquianos colaboradores suyos: Manuel Morales, casado y padre de tres hijos, de 28 años de edad, dueño de una panadería y Presidente de la Sección Local de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa; Salvador Lara Puente, célibe de 20 años de edad, Presidente local de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana y Secretario de la Liga, y David Roldán Lara, de 24 años, primo de este último, también soltero y Vicepresidente de la ACJM.
Al tiempo que se dispuso la salida de los reos sin que nada lo impidiera, un antiguo combatiente villista, Pedro Quintanar, que había llegado a Chalchihuites a vender una partida de ganado, se enteró del caso y, a la cabeza de un pequeño grupo de bragados, intentó, sin éxito, liberar a los prisioneros, acelerando, en cambio, su ajusticiamiento, irremediable ciertamente, pues tales órdenes había recibido Maldonado de su Jefe, el General de División Eulogio Ortiz Reyes.
Eulogio ‘el Cruel’
Oriundo de la Ciudad de Chihuahua, donde nació en 1892, de oficio mecánico al tiempo de darse de alta como soldado villista en 1910, pronto obtuvo el Grado de Mayor. En 1920 se unió al Plan de Agua Prieta, y en 1924 ostentaba ya el rango supremo en el Ejército como General de División.
Al frente de la Jefatura Militar de Zacatecas, cuando entró en vigor la Ley Calles el 1º de agosto de 1926, Ortiz recibió la denuncia del Presidente Municipal de Chalchihuites, Donaciano Pérez, de que dos días antes de esa fecha había tenido lugar en la Plaza de Toros de ese lugar un acto cívico en repudio de dicho ordenamiento, la cual dio pie al miliciano para maquinar el asesinato del Párroco y de quienes habían organizado ese acto; pero también fue el principio de una participación turbulenta del General, que meses después, el 6 de febrero de 1927, mandó matar al Presbítero Mateo Correa Magallanes por negarse éste a quebrantar el Secreto de Confesión. Las fechorías de Ortiz, el “Güero Ulogio” entre sus congéneres, Eulogio el Cruel, el Tigre de Durango y el “Mataamarrados” entre sus víctimas, por la satisfacción que obtenía apaleando personalmente a los prisioneros, se hicieron proverbiales. Incluso mandó ahorcar a uno de sus soldados sólo por haberle visto en el cuello un escapulario.
El Chacal de Topilejo
Su enérgica participación al sofocar la rebelión escobarista en Chihuahua le valió comandar en 1930 la Zona Militar de mayor importancia en el país, la del Valle de México, cuando ocurrió el fraude que dio la Presidencia de la República a Pascual Ortiz Rubio y orilló a José Vasconcelos Calderón (gran Pensador y Filósofo, su contrincante en las urnas) a exiliarse en Estados Unidos. El 5 de febrero de ese año, luego del atentado que casi le cuesta la vida al Mandatario, Eulogio Ortiz recibió el encargo de organizar una brutal represalia contra los vasconcelistas que cerró ahorcando y sepultando en fosas clandestinas a decenas de ellos. Se habla de unos cien ajusticiados.
Próspero empresario
Eulogio Ortiz se enriqueció en su oficio. Siendo Jefe de Zona Militar en Hermosillo, Sonora, en 1935, rodeado de empresarios, visitaba con ellos Tucson y Los Ángeles, y aunque la caída de Elías Calles ese año fue también temporalmente la suya, tuvo la sagacidad de respaldar la candidatura de Manuel Ávila Camacho durante la Elecciones de 1940, el cual lo recompensó con la Jefatura Militar de Nuevo León, donde aún se recuerdan las vejaciones a los Derechos Humanos que protagonizó.
Su fin
Su última encomienda, ya en la Administración del Presidente Miguel Alemán Valdez, fue comandar la Zona Militar en Querétaro, en el desempeño de la cual, encontrándose en la Hacienda de Galindo supervisando el secuestro de ganado en el marco de la campaña contra la fiebre aftosa de los semovientes, un automóvil lo lanzó a una cuneta llena de chapopote, accidente que le resultó fatal luego de una dolorosa agonía que se prolongó hasta el 10 de abril de 1947.
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