Signos de los Tiempos
Por Jorge Rocha
México es un país que está a “media tabla” en temas de desarrollo, está en los primeros lugares de violencia, algunos de sus territorios son de los más biodiversos del mundo, es una potencia mundial en el deporte de clavados y en algún tiempo lo fue de la marcha, tiene una de las tradiciones gastronómicas más famosas del orbe y sin duda es un campeón mundial en la impunidad.
En nuestra nación la impunidad es histórica y presente, es sistemática y particularizada, es local y nacional, las estadísticas señalan que si cruzamos la cifra negra de delitos (los que no se denuncian) y los que sí se procesan en el sistema de justicia, pero no llegan a buen término, los niveles de impunidad rebasan el 90% y frente a esto algunos incautos dicen que el problema radica en la implementación del nuevo sistema penal acusatorio. El problema está en que estructuralmente el sistema de justicia en México genera impunidad.
Como decía antes la impunidad es presente e histórica. El 24 de mayo pasado se cumplieron 24 años del asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Arzobispo de Guadalajara, que fue baleado en el Aeropuerto de la capital de Jalisco. Este hecho indignó profundamente la vida de los tapatíos y dio origen al movimiento social “Una Sola Voz” que realizó la mayor marcha de protesta que hemos tenido en la ciudad (se calculan más de 40 mil asistentes) y que pedía justicia ante este lamentable hecho. De ese entonces a la fecha, en Jalisco el Partido Revolucionario Institucional (PRI) gobernó su última etapa como partido hegemónico en el estado, luego tuvimos 18 años de gobiernos estatales panistas, sumados a cuatro años del regreso del PRI en la gubernatura. A nivel federal sucedieron dos presidencias del PRI (Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo), dos presidencias de Acción Nacional (Vicente Fox y Felipe Calderón) y el regreso de PRI a los Pinos con Enrique Peña Nieto. Dicho en otras palabras, luego de cinco gobernadores y cinco presidentes, de dos partidos políticos distintos en el gobierno federal y estatal, el resultado es básicamente el mismo: hay una versión oficial a la que nadie le cree y no hay culpables del delito, es decir, tenemos una impunidad enquistada.
Pero no sólo tenemos esta impunidad rancia, también ahora, a propósito de la violencia en contra de los periodistas este fenómeno se sigue reproduciendo. Ya en anteriores ediciones hablamos del asesinato de la comunicadora Miroslava Breach ocurrido hace un mes y ahora tenemos el condenable caso de Javier Valdez, periodista especializado en temas de delincuencia organizada, a quien mataron hace unos días. Desde hace años, tanto la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, habían señalado la gravedad de la situación de los periodistas en México y lo que ha persistido es la incapacidad estatal de garantizar la seguridad de las personas que se dedican a este oficio y la impunidad. Los casos no se esclarecen y el efecto que se provoca es que la violencia contra el periodismo no sólo se mantiene, sino que se acrecienta.
La impunidad mina la capacidad y la funcionalidad de las instituciones, es una de las causas que provocan la ineficacia de los sistemas de justicia, degrada a las democracias, no permite la plena vigencia de los derechos humanos y es germen de la simulación gubernamental. En México combatir la impunidad es una agenda estratégica y urgente; y esta acción tiene al menos dos vertientes, la primera es no permitir que ésta se siga reproduciendo en los casos presentes; y la segunda es buscando el derecho a la verdad y a la justicia en los casos históricos, como en el ejemplo del asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, donde 24 años después las y los jaliscienses seguimos esperando la justicia, el castigo a los responsables y conocer lo que verdaderamente aconteció el 24 de mayo de 1993.
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