La persecución Carrancista

Hurgando los Archivos Vaticanos

obispo p26 edit

• Don Vicente Castellanos, Obispo de Campeche.

Esta carta de mediados de 1916 al Delegado Apostólico Giovanni Bonzano, en Washington, D.C. indica claramente  la situación de la persecución que vivieron los obispos en los años previos a la Constitución de 1917.

Guillermo Dellamary Toral

A mi regreso de New Orleans a donde fui a celebrar la Primera Comunión de varios niños mexicanos, me encontré con la muy atenta Nota que V.E.R. se ha dignado dirigir a los Obispos mexicanos refugiado en los Estados Unidos, y a mí en particular.
Al referirme a dicha Nota debo manifestar a V.E.R con el mayor respeto y veneración: que permanecí en mi Diócesis hasta que me tomaron preso y después de estar dos días en la cárcel en unión de la mayor parte de mis sacerdotes, fui desterrado con ellos sin dársenos siquiera tiempo de coger nuestros breviarios; pues la codicia de los carrancistas, quería aprovechar hasta del rosario que llevamos en el coello (sic), por lo que quisieron sorprendernos creyendo cogernos desprevenido, lo que no fue así, gracias a Dios; porque de antemano habíamos ocultado todos los vasos sagrados y demás cosas de importancia.
Al ir al destierro, nos obligaron a salir rumbo a Belize en una pequeña embarcación de vela y al cabo de ocho días de peligrosa navegación, sin tener casi que comer, fuimos llevados por el mal temporal a Isla Mujeres en el Territorio de Quintana Roo, donde permanecimos ocho días al término de los cuales, resolví volverme a Campeche de incógnito con dos sacerdotes, no sin grave peligro de la vida, con el único fin de poder prestar a mis pobres diocesanos algún socorro espiritual, y al afecto, después de hacer una travesía de 120 leguas por las montañas de Yucatán, llegamos a Mérida, capital del mismo Estado de Yucatán donde fui reconocido por los carrancistas, y de nuevo obligado a salir rumbo a Veracruz y New Orleans, permaneciendo en esta última ciudad hasta Enero del presente año, que pasé a esta Abadía invitado por estos buenos y caritativos P.P. Benedictinos desde donde dirijo por medio de cartas, hasta donde es posible, los asuntos de mi Diócesis.
Omito decir a V.E.R, todas las demás vejaciones y atropellos de que fuimos objeto por parte de los revolucionarios, bastándome solo decir; que todas las iglesias parroquiales y rurales fueron confiscadas y profanadas en su mayor parte, e intervenidas la residencia episcopal, casas curales, casas-escuelas y demás propiedades; todo solamente por odio a la causa de Dios y por echarse sobre los pocos bienes de la Iglesia, con los que a duras penas se sostenían los colegios católicos. Mas no contenta la canallada carrancista con desterrarnos injustamente, despojándonos hasta del vestido y arrojarnos en la mayor miseria a tierra extranjera, quiere aún arrebatarnos nuestra reputación y buena fama, publicando a los cuatro vientos por medio de la prensa impía, groseras calumnias contra los Obispos y sus sacerdotes; queriendo con esto echarnos la culpa de la actual persecución a la Iglesia y justificar a su modo, los horrorosos crímenes que ha cometido durante la revolución.
Los que nos acusan, con malicioso descaro que solo son los carrancistas, que han llegado hasta la apostasía, jamás podrán probar nada de lo que dicen, porque en la conciencia de todos, aun de ellos mismos está, que solo hemos cumplido con nuestro deber Pastoral, al instruir a nuestros fieles en los deberes que tienen como ciudadanos de una república democrática e hijos de la Santa Iglesia; y esto, ajustándonos estrictamente a las enseñanzas de los Pontífices y demás documentos Eccos. que acreditan nuestro dicho.
Por lo expuesto, verá V.E.R. que no podremos regresar a nuestra amada Diócesis contra nuestros ardientes deseos, antes que nos levanten el destierro, y más aún en las actuales circunstancias, en que están tan exaltados los ánimos contra nosotros; pues nuestro regreso, provocaría más la persecución a nuestros fieles, a pesar de que tomásemos en cuenta los prudentes y caritativos consejos de V.E.R. los que pondremos en práctica a su debido tiempo.

Vicente Castellanos
Obispo de Campeche, Mex.

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