El camino del cristiano verdadero prevé el “despojo” y está “abierto a las sorpresas del Señor, tantas veces no buenas, tantas veces feas”, pero “abierto, porque sé que Tú me llevarás a un lugar seguro, a una Tierra que Tú has preparado para mí”. Y “no tiene el horóscopo para ver el futuro; no va al nigromante”. Lo dijo el Papa Francisco en la homilía de la misa que celebró esta mañana en la Casa Santa Marta, partiendo del pasaje del Génesis (12, 1-9) en el cual Dios dice a Abraham que deje su tierra para partir rumbo a una nueva tierra.
El cristiano “quieto”, comentó Francisco, no es un “cristiano verdadero”. Debe “confiarse a Dios” y seguirlo. Como Abraham, en quien “está el estilo de la vida cristiana, el estilo nuestro en tanto pueblo”, basado en tres dimensiones: el “despojo”, la “promesa” y la “bendición”. El Señor, recordó el Papa, exhorta a Abraham a irse de su tierra, de su patria, de la casa de su padre. “Ser cristiano siempre conlleva esta dimensión de despojo, que encuentra su plenitud en el despojamiento de Jesús en la Cruz. Siempre hay un “vete”, un “deja”, para dar el primer paso: ‘Deja tu tierra y vete, deja tus parientes, vete de la casa de tu padre’. Si hacemos un poco de memoria, veremos que en los Evangelios, la vocación de los discípulos es un ‘vete’, ‘deja’ y ‘ven’. Incluso en los profetas, ¿no? Pensemos en Eliseo, trabajando la tierra: ‘Deja eso y ven’ – ¡Pero al menos permíteme despedirme de mis padres’ – ‘Pero ve y regresa’. ‘Deja y ven’-.
Los cristianos, prosiguió el Papa, deben tener la “capacidad” de ser despojados, de otro modo no son “cristianos auténticos”, como tampoco lo son aquellos que no se dejan “despojar y crucificar con Jesús”. Abraham, “por la fe, obedeció”, partiendo hacia una tierra que habría de “recibir en herencia”, pero sin saber el destino preciso. “El cristiano no tiene un horóscopo para ver el futuro; no va al nigromante que tiene la bola de cristal, quiere que le lea la mano… No no. No sabe a dónde va. Marcha siendo guiado. Y esto es como una primera dimensión de nuestra vida cristiana: el despojamiento. Pero, ¿el despojamiento, para qué? ¿Para una ascesis de quietud? ¡No, no! Para ir hacia una promesa. Y esta es la segunda. Nosotros somos hombres y mujeres que marchamos rumbo a una promesa, rumbo a un encuentro, rumbo a algo –una tierra, dice a Abraham- que hemos de recibir en herencia”.
Sin embargo, Abraham no construye una casa, sino que “instala una tienda”, indicando que “está en camino y que se confía a Dios”, por eso construye un altar “para adorar al Señor”. Luego, “continúa caminando”, está “siempre en camino”. “El camino comienza todos los días por la mañana; el camino de encomendarse al Señor, el camino abierto a las sorpresas del Señor, tantas veces no buenas, tantas veces malas- pensemos en una enfermedad, en una muerte –pero abierto, porque sé que Tú me llevarás a un lugar seguro, a una tierra que Tú has preparado para mí: por lo tanto, el hombre en camino, el hombre que vive en una tienda, un tienda espiritual. Nuestra alma, cuando está demasiado ordenada, cuando se instala demasiado, pierde esta dimensión de marchar rumbo a la promesa, y en lugar de caminar hacia la promesa, lleva consigo la promesa y posee la promesa. Y esto no va, no es precisamente cristiano”.
En “esta semilla del inicio de nuestra familia” cristiana, evidenció el Papa, se destaca otra característica, la de la bendición: es decir, que el cristiano es un hombre, una mujer que “bendice”, o sea: “dice bien de Dios y dice bien de los demás” y que se “hace bendecir por Dios y por los demás” para seguir adelante. Este es el esquema de “nuestra vida cristiana”, porque todos “incluso” los laicos, debemos “bendecir a los demás, decir el bien de los demás y decir bien a Dios de los demás”, A menudo estamos acostumbrados “a no hablar bien” del prójimo, cuando “la lengua se mueve un poco como quiere” , en lugar de seguir el mandamiento que Dios confía a “nuestro padre” Abraham, como “síntesis de la vida”: el de caminar, dejándose “despojar” por el Señor, confiándose a sus promesas y siendo irreprensibles. En el fondo, concluyó Francisco, la vida cristiana es “así de simple”.
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