Durante la homilía, el Arzobispo de Santiago precisó que la Iglesia no consagra altares débiles sino de piedra, “para explicar que nuestra fe en Jesucristo debe ser una fe sólida, que no se pierde de un día para otro, una fe que cultivamos con la fuerza de nuestro testimonio creyente. El cristiano que construye su vida en torno a Jesucristo es aquel que sabe descubrir y cultivar esa fe que lo hace sólido frente Dios. Cuando vean este altar sólido, de piedra firme, piensen que están llamados a construirse como una comunidad que tiene una fe firme”.
El altar, una mesa para todos
Explicó que el altar tiene una forma de mesa porque en ella se va a consagrar el pan y el vino que se transformarán en el cuerpo y la sangre de Jesucristo. Indicó el pastor que “alimentarse de la mesa del altar significa alimentar la propia vida con la presencia d Jesús, verdadero Dios, verdadero hombre, resucitado, presente en nuestra historia bajo el humilde signo del pan y del vino”. Luego, monseñor Ezzati aseguró que el altar “es la mesa a la cual estamos todos invitados, es la mesa que nos hace hermanos. En ella hay espacio para quienes son santos y para quienes somos pecadores”. Agregó que los fieles se acercarán a esta mesa para recibir al mismo Jesús, para que saliendo del templo “sean otro Cristo, que se hace presente en medio de los hermanos”. Finalmente, el arzobispo dijo que “en el altar encontramos a aquel que es la vida, que es la esperanza, que es el amor, que nos hace uno en él, para que saliendo del templo podamos ser constructores del cuerpo de Cristo, que se va construyendo en la solidaridad, en la compañía, en el servicio, especialmente de aquellos que más necesitan”.
Durante los ritos de consagración del altar, se insertó en él una reliquia de santa Bernardita de Lourdes, para que ella, dijo monseñor Ricardo Ezzati, “les recuerde el camino de santidad al cual cada uno de ustedes ha sido llamado”.
Coronación de un trabajo en comunidad
Terminada la homilía, se desarrollaron los diversos ritos de esta liturgia, el primero de los cuales fue la solemne oración que consagra el altar. Luego, la unción con crisma del mismo, significando con ello que se trata del propio Cristo, que en la Eucaristía se convertirá en ofrenda por toda la humanidad. También se quemó incienso sobre la mesa, indicando que el sacrificio de alabanza que allí se celebrará sube al cielo como un aroma suave. Finalmente, se revistió del blanco el altar y se llevaron a él los cirios, signo de Jesucristo resucitado, y los dones de pan y vino para la Eucaristía.
Acerca de este momento vivido por la comunidad de Santa Bernardita, la coordinadora de la capilla, Verónica Arroyo, dijo que “es un momento muy emocionante tener a nuestro obispo en esta comunidad, la que ha construido el templo con mucho esfuerzo y colaboración de todos”. Verónica señaló que en esta población, que tuvo su origen en un campamento, “estamos saliendo adelante y hay jóvenes que están saliendo del alcoholismo y la droga, que estudian y se hacen profesionales”.
Al terminar la misa, Bernardino Arévalo y Eliana Soto renovaron ante el arzobispo sus promesas matrimoniales, al cumplir 50 años de casados. Posteriormente, toda la comunidad presente compartió un ágape, momento que muchos fieles aprovecharon para saludar personalmente al pastor de la arquidiócesis.
Fuente Departamento de Comunicaciones
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