Las celebraciones, que se iniciaron el viernes 27, continuaron con los seminaristas en un rol protagónico: la presentación de una obra de teatro preparada durante meses, y que fue presentada ante el Clero de Santiago previo a la Santa Misa.
Tras rezar el “Ángel de la guarda”, monseñor Cristián Contreras Villarroel dedicó las primeras palabras de su homilía a agradecer a “nuestros padres y madres en la fe”, por su labor en transmitir la oración a los ángeles custodios, a quienes pidió perdón, puesto que han sido “testigos de tantas infidelidades en nuestra vida cristiana y sacerdotal”, expresó.
Acto seguido, imaginó “la tristeza de nuestros ángeles al vernos poco custodios del pueblo cristiano, especialmente en los momentos de dolor y aflicción”. Y explicó que “muchas personas se han alejado de la Iglesia por actitudes burocráticas de quienes debieron haber sido custodios de los sufrientes y dolientes, los golpeados por la vida”.
Por ello, recordó las palabras de Francisco I en torno a la necesidad de Obispos con olor a oveja y carentes de sicología de príncipes: “El Papa quiere hombres consagrados que sean custodios de los más desamparados, de los pobres y excluidos, de los enfermos, que sean armadura de la familia en todas sus vicisitudes y conflictos, que sean custodios de los jóvenes y de los niños expuestos a tantas solicitudes, en La Legua, provenientes de la cultura mundana”, sostuvo antes de hacer énfasis en el nuevo proyecto Evangelizador de la Iglesia de Santiago: la Misión Territorial.
Tras agradecer a formadores y seminaristas, finalizó su alocución, recordando la base de una verdadera fraternidad sacerdotal: “la humildad”, aseguró el Obispo Auxiliar de Santiago.
Una vez finalizada la ceremonia —envuelta de principio a fin por el siempre pulcro grupo musical del Seminario Pontificio—, la celebración de la institución creada en 1584 prosiguió con un almuerzo fraterno y algunas actividades recreativas.
Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago.
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