El cariño y la gratitud de religiosos y laicos acompañó al padre Ignacio Larrañaga hasta su sepultur

Al comenzar la liturgia, el padre Ricardo Miranda señaló que “sin duda, son muchas las emociones que hoy nos invaden, pero es la fe la que nos convoca. Ignacio nos recuerda que la fe no es sentir, sino saber; no es emoción, sino convicción; ni tampoco es evidencia, es certeza, la certeza de que Jesús, mi amigo, muerto por amor y obediencia, está resucitado”.

El padre Ignacio, español, el cuarto de nueve hermanos, capuchino, ordenado sacerdote el 20 de diciembre de 1954, llegó a Chile en 1959, para ejercer como misionero popular en el campo del valle central y luego como párroco de San Antonio de Padua, en Santiago. En 1984 pone en marcha los Talleres de Oración y Vida, en los que actualmente trabajan 17 mil 500 guías. Son tres millones y medio de personas las que han realizado estos talleres en diversas partes del mundo. El religioso, autor de numerosos libros, falleció el pasado domingo 27 de octubre en Guadalajara, México.


Monseñor Ricardo Ezzati, antes de presidir la eucaristía, dió gracias a Dios “por la bendición que ha sido a lo largo de su vida el padre Ignacio Larrañaga. De verdad, una bendición de Dios para muchos y muchas que en la experiencia de los Talleres de Oración y Vida han encontrado al Señor y el sentido más bello y más profundo de la vida”. Además, pidió “que la siembra abundante que el padre Ignacio realizó en la Iglesia en Chile, en Santiago, América Latina y en el mundo, pueda alcanzar una cosecha abundante de cristianos comprometidos con Jesucristo, con la Iglesia, testigos valientes de la belleza de ser cristianos en el mundo y la cultura de hoy”.


La homilía estuvo a cargo del religioso capuchino Miguel Ángel Ariz, quien ofreció una emotiva y profunda reseña de la vida y obra del padre Ignacio, y afirmó que para el fallecido religioso Jesucristo “se convirtió en el centro de su vida, en la pasión de su vida”. Experimentó, dijo, “la misericordia de Dios, como Zaqueo, y dedicó su vida entera a comunicar las Buena Noticia que le llenaba el corazón: el amor, la misericordia del Padre”. Agregó que “Ignacio quería ser capuchino, misionero y santo”, y que para sus hermanos capuchinos “fue un hombre de Dios, humilde, cercano, humano, celebrativo”.


Al finalizar la misa, a la que asistieron la hermana del religioso fallecido, Maricarmen y su hijo Miguel Ángel, monseñor Ezzati rezó un responso por el eterno descanso del sacerdote y luego sus restos fueron conducidos al Parque de Recuerdo, de Huechuraba, para ser sepultados.


Fuente Departamento de Comunicaciones www.iglesiadesantiago.cl



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