Sabemos de una triple venida del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Aquellas son visibles, pero ésta no. En la primera, el Señor se manifestó en la Tierra y convivió con los hombres, cuando, como atestigua Él mismo, lo vieron y lo odiaron. En la última, todos verán la Salvación de Dios y mirarán al que traspasaron. La intermedia, en cambio, es oculta, y en ella sólo los elegidos ven al Señor en lo más íntimo de sí mismos, y así sus almas se salvan. De manera que, en la primera venida, el Señor vino en carne y debilidad; en esta segunda, en espíritu y poder; y, en la última, en Gloria y Majestad.
Esta venida intermedia es como una senda por la que se pasa de la primera a la última: en la primera, Cristo fue nuestra redención; en la última, aparecerá como nuestra vida; en ésta, es nuestro descanso y nuestro consuelo.
Y, para que nadie piense que es pura invención lo que estamos diciendo de esta venida intermedia, oídle a Él mismo: “El que me ama –nos dice– guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él”. He leído en otra parte: “El que teme a Dios, obrará el Bien”; pero pienso que se dice algo más del que ama, porque éste guardará su Palabra. ¿Y dónde va a guardarla? En el corazón, sin duda alguna, como dice el Profeta: “En mi corazón escondo tus consignas; así, no pecaré contra Ti”.
(De los Sermones de San Bernardo, Abad).
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