El Arzobispo valoró la religiosidad manifiesta que se aprecia en los cementerios. “Creo que la riqueza más grande que tenemos en Chile es la religiosidad de las personas y eso, tenemos que cuidarlo, porque un país sin esperanza es un país que está muerto. Pero Chile es un país que está vivo, porque la gente tiene esperanza y eso se demuestra hoy día” subrayó.
Monseñor agradeció a la parroquia San Francisco de Asís, de Lorenzo Arenas, por contribuir a preparar el lugar para celebrar la Eucaristía. Agradeció también a la Municipalidad y a la corporación CEMCO y al alcalde Álvaro Ortiz, quien estuvo presente en la Misa junto a su familia.
En su homilía dijo que durante la vida se vive en una sociedad con mucha diversidad, pero que algo que identifica por igual a todos es la muerte. “Somos absolutamente todos iguales. La pregunta es ¿qué pasa después de la muerte? Algunos dicen que después de la muerte no hay nada más; otros dicen que no se puede saber y nosotros decimos algo maravilloso que se nos ha revelado por el mismo Jesucristo en la Palabra de Dios, que la muerte no es la última palabra, sino que la vida eterna. Nuestra vocación no es perecer, sino es estar junto a Dios”, planteó.
Reflexionó sobre las Bienaventuranzas y expresó que Dios “nos preguntará cuando lleguemos a Él si hemos amado. La vida se nos ha regalado a cada uno para amar y ser amado. Esta es la vocación fundamental del ser humano. Hay gente que dice que ama a toda la humanidad y la verdad que esa es la mejor manera de decir que no ama a nadie. Dios nos preguntará qué hicimos con nuestra inteligencia, con los cargos y las responsabilidades que tuvimos y qué hicimos con nuestra prójimo”.
En todos los cementerios, las parroquias de la Arquidiócesis de Concepción, prestaron servicios pastorales, para acompañar a las personas y familias.
Fuente: Comunicaciones Concepción
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