“Vivir rezando y rezar viviendo”

Una lección de comunicación

JLGS 3755

Luis Alberto Pulido González,
3º de Teología

MORELIA, MICHOACÁN- Alegría, gozo, felicidad, júbilo, bendición, son sólo algunas palabras que pudiéramos emplear para expresar la enorme dicha que vivimos en el Encuentro del Papa Francisco con los Sacerdotes, Religiosos (as) y Seminaristas, en el Estadio “Venustiano Carranza”, de la Ciudad de Morelia.
Nuestra experiencia inició la mañana del lunes 15 de febrero al salir del Seminario Diocesano Mayor de Guadalajara rumbo al Encuentro con el Vicario de Cristo. Representantes de los Seminarios de México nos dimos cita en el Colegio Salesiano de Morelia, cuyos alumnos fueron los anfitriones y cumplieron honorablemente la Obra de Misericordia al dar posada al peregrino; labor nada fácil, pues, gracias a Dios, nuestra querida Nación es fructífera en vocaciones, por lo que salones, patios, auditorio y hasta pasillos fueron necesarios para albergar a los emocionados Seminaristas que esperábamos ver al Sucesor de San Pedro.
Así, el lunes fue un muy buen día para conocer esa hermosa Ciudad, ya que, gracias a la labor de planeación y logística, todo estaba preparado para el evento más grande de que la capital michoacana haya sido testigo. Andadores, calles, avenidas, plazas, templos y comercios fueron abarrotados por el júbilo cristiano de miles de peregrinos que llevábamos la alegría del Evangelio.

Foto 1

Preparativos inmediatos
La noche llegó, pero con ello no cayó la emoción de los asistentes. Las avenidas por donde pasaría Su Santidad ya estaban ocupadas por fieles que serían testigos de Cristo que pasa, en la persona de su Vicario. Algunos de los asistentes comenzaron a formar filas desde la tarde-noche para poder ingresar al Estadio “Venustiano Carranza”, lugar designado para la Celebración Eucarística. Según lo programado, a las 5 de la mañana del martes 16 de febrero se dio acceso a los filtros de seguridad para acceder al recinto. Una vez instalados en los lugares, las porras de las Diócesis, los ánimos de las Religiosas y el júbilo de los Seminaristas comenzaron a fluir, creando un ambiente jovial y de alegría ante la inminente llegada del Pastor Universal.

Foto 2

Para tomar en cuenta
El momento llegó, y el Papa Francisco ingresó al Estadio, que explotó en gritos y ovaciones al reconocer en él al máximo Pastor del rebaño católico. Todos queríamos estar cerca de él, y al grito de “vuelta, vuelta”, él rodeó todo el Estadio para saludar y expresar su cariño a todos los convocados. Al comienzo de la Eucaristía notamos un Papa cansado y agitado por el peso del Viaje Apostólico, pero eso no mermó la energía de su homilía, que atinadamente nos exhortó, entre otros puntos, a lo siguiente:
Jesús, en el misterio de su vida, supo vivir rezando y rezar viviendo, diciendo: “Padre Nuestro”. Y esa es la primera llamada que Jesucristo nos hace: a introducirnos en el amor filial.
¡Ay de nosotros, consagrados!, si no somos testigos de lo que hemos visto y oído, pues ¿qué es la misión?… es decir con nuestra vida: “Padre Nuestro”.
Cuídense del arma preferida del Demonio, que es la resignación, pues nos hace atrincherarnos en nuestras sacristías y aparentes seguridades, impidiendo anunciarlo, alabarlo, pues nos quita la alegría y el gozo.
Vasco de Quiroga, lejos de llevarse por esta tentación, y movido por la Fe, dio respuesta a las injusticias que vivían los purépechas, y por eso se ganó el nombre de “Tata-Vasco”. La oración que Cristo nos enseñó de Padre, Papá, Tata, Abba, es pedirle que no nos deje caer en la tentación de la resignación, de la asedia y de olvidarnos de nuestros mayores, que nos enseñaron con su vida a decir “Padre Nuestro”.

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