Finalmente, se debe destacar que esta actividad fue iluminada por la homilía del Párroco Padre Capuchino Pastor Salvo Beas y que a continuación presentamos:
1.- Hoy día se nos entrega una lección de vida muy práctica. Cómo debe ser un discípulo de Cristo. Cómo vivir de acuerdo a los valores del Reino de Dios. Porque, como ya se sabe, en el Reino todo es nuevo, los valores son distintos a los del mundo. Dios tiene una visión diferente a la nuestra y una manera diferente de comportarse con nosotros.
Siendo el Santo, no desprecia a los pecadores; siendo el Fuerte y Poderoso, no se olvida de los débiles y de los pobres. Ese es el Dios que se nos da a conocer en la Sagrada Escritura. De donde podemos deducir que en Reino de Dios las cosas se presentan de una manera distinta.
Ya sabemos que el Reino de Dios es comparado a un banquete. Banquete al que hay que ingresar por la puerta estrecha; banquete en el que estarán otros, los que el mundo mira en menos, porque los últimos serán los primeros.
2.- Si pretendemos vivir en el Reino de Dios, participar del Banquete, debemos saber ubicarnos. (En nuestra sociedad hay muchos desubicados). El ejemplo que el Señor pone es elocuente. En otras palabras, el que pretenda vivir en el Reino tiene que ser humilde. Cabe preguntarse: ¿qué es ser humilde? Digámoslo de inmediato: es una manera de ser pobre. Y el Reino es de los pobres. Y el salmo nos recuerda que el Señor es bueno con los pobres. ¡Felices los pobres de espíritu! Felices los que aceptan, son conscientes de sus limitaciones, los que saben que hay una tremenda distancia que los separa de Dios. Estos están preparados para defenderse de la soberbia espiritual. El verdaderamente pobre sabe ubicarse, sabe ser humilde. Con razón santa Teresa de Ávila dice que humildad es verdad. El que realmente es humilde acepta su verdad, su realidad, lo que es. El soberbio, en cambio, vive una mentira, se autoengaña.
El Señor nos está indicando que si queremos vivir en el Reinado de Dios tenemos que ser como Dios. ¿Qué hace Dios? El es el Dios de los pobres, es padre de huérfanos y defensor de viudas.
3.- Por experiencia sabemos que el mundo es muy distinto, ya que no pertenece al Reino de Dios. En el mundo se valora y se tiene en cuenta lo que brilla, no el oro, sino el oropel. Los pobres no llenan las páginas sociales de ciertos diarios y revistas. En el mundo hay muchos distingos y miramientos. En el mundo reina la hipocresía y la mentira. Y un cristiano no puede compartir esta mentalidad.
Por eso el Señor, en el evangelio de hoy nos da dos lecciones muy concretas: primero, debemos saber ubicarnos y, para ello, no nos sobreestimemos a nosotros mismos. Un cristiano debe saber tener una sana autoestima, sin mirar en menos a nadie. Segundo, no ser arribistas. Lo que dice el Señor es fuerte: invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Horror! Eso es repugnante….
4.- Hoy el Señor nos ilumina. Frente a Dios no se pueden presentar títulos. Frente al hermano tampoco. Es el Señor quien invita al banquete del Reino. ¿Y a quiénes invita? A los pobres, a los necesitados, a los que somos lisiados, porque nos cuesta caminar en pos de El; a los que somos ciegos, porque no vemos lo que el Señor nos está pidiendo, ya que nuestra fe es débil. Sin embargo, el Señor come con nosotros. Con Francisco de Asís podemos decir: “Miren, hermanos, la humildad de Dios”.
Con fe, sin miedo, sin falsas humildades acerquémonos al Señor, ya que “El instala en un hogar a los solitarios”, porque su amor es exquisito. ¿Cómo no alabar al Señor? Démosle gracias y pidámosle que nos enseñe a ser mansos y humildes como lo es El.
Fuente: Equipo de Comunicaciones, Parroquia de San Miguel – Comunicaciones de Valparaíso

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