La vigilia comenzó con un texto del Cardenal Raúl Silva Henríquez fechado en enero de 1973, en el que se señalaba el “clima violento y duro” que vivía el país, haciendo un llamado a calmar los ánimos y no perder de vista los grandes valores del alma de Chile. Luego se escuchó el Himno a San Alberto Hurtado.
“Justicia y perdón”
El Obispo reflexionó sobre el evangelio de Juan sobre el grano de trigo que muere y da fruto. En sus palabras, don Gaspar se refirió a los hechos del 11 de septiembre de 1972 como “dolorosos y sangrientos”. “Más allá –dijo- de todos los errores e injusticias que cometimos a todo nivel, entre autoridades y ciudadanos, con su cuota de desaparecidos y de víctimas de los abusos de poder, nuestro pueblo necesita llegar a un acuerdo de corazón, en términos de justicia y de perdón”.
Don Gaspar dijo que era necesario “recomponer el tejido de nuestras relaciones como país de hermanos”. Valoró que “el dolor de haber perdido seres queridos, desaparecidos o no, ha pasado a ser un valor adquirido que nos ha hecho madurar”. T subrayó que “con los derechos humanos no se puede jugar, y recordar sensatamente lo que pasó el 11 es el mejor remedio para que esto no vuelva a suceder”. Concluyó señalando que “esperamos que el Dios que resucitó a su Hijo de entre los muertos nos ayude a los chilenos y chilenas a ponernos de pie, a pedirnos perdón y a mirar hacia adelante, hacia un proyecto común”.
En la vigilia se hizo oración especialmente por la dignidad humana, los detenidos desaparecidos, por una política diferente y por los pobres.
“El beso de la justicia y la paz”
Luego, fue el momento de recordar las palabras de Monseñor Fernando Ariztía, al inaugurar el memorial a los detenidos desaparecidos y ejecutados políticos de Copiapó, en junio de 2003. El texto fue leído por el P. Enrique Sarneguet, quien destacó las palabras del Obispo emérito, “En los tristes acontecimientos que ha vivido el país, lograr la verdad de lo sucedido con sus deudos es un derecho de los familiares”. “La Verdad es igualmente un gran bien para los culpables, para los hechores, para que no se mantengan como "hijos de la mentira". Jesús nos afirma que el demonio es "el padre de la mentira". La Verdad les podrá ayudar a liberar la conciencia de tan terrible peso que llevan. ¡Queremos que también los culpables lleguen a ser otra vez hijos de Dios, y no sigan como hijos del demonio! ¡Que reconozcan su responsabilidad y pidan perdón!” decía el documento de Mons. Ariztía, y concluía señalando que “la Verdad, la Justicia y la Reparación no concluyen en algo frío, sino que hará renacer la esperanza y seremos conducidos a llenar la gran aspiración del corazón humano, que es también la meta final de la historia: el abrazo del perdón y del reencuentro fraterno. Se producirá así el beso estrecho de la Justicia y de la Paz”.
La vigilia finalizó con un saludo de paz entre los presentes, el rezo del Padrenuestro, y la Oración a la Virgen del Carmen, como la Madre de Chile, presente en los momentos hermosos y también dolorosos del país.
Vigilias similares se realizaron simultáneamente en los valles norte y sur de la diócesis de Copiapó.
Fuente: Comunicaciones Copiapó

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