Padre Jesús Rodríguez y la experiencia de los “curas obreros”: “Predicar el Evangelio es predicar la



La bala atravesó la pared de madera y vino a alojarse en su cuello. Empinado sobre el escritorio de su habitación en calle Ranquil, la cabeza descansando sobre el Salmo 129 —Desde lo hondo a ti grito, Señor (…) —, el padre André Jarlan moría en la población La Victoria, en septiembre de 1984.

“El asesinato de André y de otras personas hace que La Victoria sea una tierra de mártires”, dice el misionero español Jesús Rodríguez Iglesias, que estuvo más de nueve años en esa población. “También fueron mártires los del cristianismo primitivo, que se convirtieron luego en columnas de la Fe para todo el Imperio Romano. Y lo son hasta hoy los mártires de nuestro tiempo”.


Cristo obrero


André Jarlán había llegado a Chile en febrero de 1983, donde le asignaron cooperar con Pierre Dubois, párroco de Nuestra Señora de La Victoria. Tanto Jarlán como Dubois y Rodríguez son parte de lo que se conoce popularmente como “curas obreros”, aquel grupo de sacerdotes que se aproximó al movimiento obrero, viviendo como tal, realizando trabajos mal remunerados.


Como movimiento eclesial, nace en Francia en 1944, hasta que en 1959 fue suprimido por el papa Juan XXIII, al comprobarse que la mitad de ellos había dejado de oficiar misa o ejercer su ministerio. Posteriormente, el papa Paulo VI vuelve a autorizar la experiencia y en 1964 se extiende a España.


“Creo que ha sido un signo de los tiempos que hubiera clérigos que, sin dejar de serlo, buscaran el modo de vivir de forma obrera”, dice el padre Jesús Rodríguez, que llegó a Chile en 1965.


“Yo he trabajado siempre predicando el Evangelio y en la atención pastoral, pero soy de origen campesino y obrero en Galicia, y trabajé en el campo y en la ciudad, en trabajos muy modestos antes de estar en este camino eclesiástico, antes de ser misionero trabajé en Ferrocarriles Españoles. Quise ser misionero para ir a un país lejano en que escaseara el personal”, cuenta.


Hoy, Jesús Rodríguez vive y realiza sus labores en Lo Sierra, comuna de Lo Espejo y en parte de la población José María Caro. Allí habita “una casa de un block que fue construido en los 70 con dinero fiscal, para gente sin casa”, dice.


“Lo que yo he deseado hacer en la vida ha sido testimoniar y predicar el Evangelio en las circunstancias en que vive la gente”, asegura, pues, para él “predicar el Evangelio es predicar justicia social, anunciar la esperanza cristiana, conocer a una persona, que es el Cristo, conocer de las opciones que nuestro maestro tomó y tratar de imitarlo, parecerse al máximo a lo que él haría si viviera en la población José María Caro en el siglo XXI”, agrega.


Y está convencido: “Jesús optaría por los maltratados. En su tiempo era muy despreciada la mujer en general, y mucho más la que tenía problema de prostitución. Jesús llegó a decir que las prostitutas les precederían en el Reino de Dios a los rabinos de Israel”. Por eso suele citar la epístola del Apóstol San Pablo a los Corintios: “Ha escogido Dios lo débil del mundo para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y lo despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es” (I Cor, 1, 27-28).


“Quien diga que cura obrero es equivalente a cura rojo intenta desacreditar un testimonio cristiano de excelencia”, asegura el padre Rodríguez. “A lo mejor algunos de los que dicen cura rojo están mal acostumbrados históricamente, y creen que el personal religioso está al servicio de ellos y secundariamente al servicio de los más pobres”, añade.


“Al acompañar a los habitantes de sectores modestos en el caminar cristiano —asegura— ellos también lo acompañan a uno, lo evangelizan”. Así pues, “es necesario hacer causa común con los pobres, porque ellos han sido tratados injustamente a lo largo de la historia y hasta estos días, y en forma muy grave. Que los creyentes hagan causa justa y unidad con ellos me parece un deber cristiano y misionero de la mayor importancia”.


No obstante, para el misionero español, militar en un partido político está descartado, “no porque sea algo malo”, opina, “pero como presbítero que atiende una comunidad que tiene diversidad de pensamientos, podría tener inconvenientes al prestar su servicio a aquellos que piensan políticamente distinto”. Ahora bien, agrega, “esto no significa ausentarse de una opción por la justicia en el mundo”.


Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago

www.iglesiadesantiago.cl



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