“Acérquese la hermana Rosa Elena”, dijo el Cardenal Ezzati, frente a la religiosa que estaba tras el enrejado que separa la clausura del templo. “Heme aquí Señor, que me has llamado”, respondió la hermana. Así comenzó, el rito para acoger los votos de castidad, obediencia y pobreza, que exige la orden de la Visitación.
"Muy queridas hermanas de la Visitación. La Iglesia celebra hoy la fiesta de San José, esposo de María, y custodio de Jesús. En este día, este monasterio celebra por primera vez la profesión de una hermana, que se dedicara a la vida de oración y contemplación de la Visitación", dijo el Arzobispo de Santiago al comienzo de su homilía, y agregó: "Lo primero que podemos destacar de la historia de San José, es un llamado de Dios. Es Él quien lo llama, a pesar de sus dudas”.
La reflexión siguió con una invitación a responder a lo que Dios nos pide: “El señor nos llama a cada uno de nosotros. Nos ha llamado en el bautismo, ha querido que seamos hijos de Él, y nos ha entregado una vocación especial, ya sea al matrimonio, la vida sacerdotal o religiosa”, dijo, y agregó: “Dios es padre, y cuando nos llama, espera de nosotros lo que esperó de San José, de la Virgen María y de los santos, lo que espera de la Iglesia. Nuestra respuesta a ese llamado está llena de un contenido que es admirable, aquello que puede llenar de esperanza nuestros corazones”
Al final de la homilía, pidió por la nueva consagrada: “Invoquemos la presencia amorosa de la Virgen María, de San José, de San Francisco de Sales, para que esta vida que es hoy consagrada pueda ser vivida con fidelidad”.
De ahí vino la profesión de votos: "Querida hermana serás llamada de ahora en adelante hermana María Adriana", dijo el Cardenal Ezzati cuando termino el rito. Al momento de la paz la familia de la religiosa pudo acercarse al lugar de la clausura, donde emocionados saludaron a la hermana, ahora llamada María Adriana.
Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago
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