Tiempo de lucha y de conversión

Cardenal José Francisco Robles Ortega,

Arzobispo de Guadalajara


Hermanos, hermanas:


mensajeSeguimos en este largo camino que nos conduce a la Celebración de la Pascua; es decir, la Conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Pero en este tiempo no sólo se nos propone recorrer ese camino, sino que lo principal es hacerlo junto con Cristo. ¿Y cómo le vamos a hacer para acompañar a Cristo? Pues muriendo al pecado, al mal que hay en nosotros, y resucitando a una vida nueva, para ser verdaderamente cristianos. Se trata, por lo tanto, en la Cuaresma, de convertirnos, de recuperar nuestra dignidad de hijos de Dios, de quitar todo aquello que nos ata y que nos esclaviza, y de volver a vivir la libertad de la filiación divina.

Ya nos hemos dado cuenta de que hay un ser al que no le conviene esto; que no quiere que nosotros recuperemos esa dignidad. Es el Demonio, el cual nos tienta, nos prueba, nos pone tropiezos para que no vivamos la dicha de ser hijos de Dios; pero, ¿saben qué?, este enemigo ya fue vencido y ya no tiene poder, pues Cristo Nuestro Señor lo despojó de eso. A este respecto no debemos olvidar el pasaje del Evangelio que nos muestra a Jesús en el desierto, orando y ayunando por 40 días; es una escena que sigue a su Bautismo, cuando se nos reveló que Él es el Hijo amado de Dios; cuando, abriéndose el cielo, se dejó oír la voz del Padre, diciendo: “Éste es mi Hijo amado en quien me complazco”.

Mas, estando en el desierto, el Demonio le pone dos tentaciones a Jesús, al sugerirle: ‘Si eres el Hijo de Dios, haz que estas piedras se conviertan en pan; y si eres el Hijo de Dios, arrójate de lo más alto del Templo, y Dios mandará a sus Ángeles para que tu pie no tropiece’. Pero Cristo no dialoga con el Demonio. Le responde con certeras palabras bíblicas de Dios, y ante ello, Satanás se aparta, sabiendo que nada tiene qué hacer.

Por eso, en esta Cuaresma debemos revisar cuánto nos ha tentado el Diablo y nos ha envuelto en sus propuestas; cuánto hemos caído en sus trampas, y cuánto nos hemos dejado llevar por sus propuestas de una vida fácil, de ejercer el poder sobre los demás, de ver a nuestros prójimos como siervos y esclavos. Y, si así ha sucedido, debemos arrepentirnos y volver a la comunión con Cristo, a atender su palabra, a acercarnos a sus Sacramentos, para vivir así la abundancia de su Gracia y de la vida nueva que Él nos mereció con su Muerte en la Cruz.

Por lo tanto, si queremos realmente recuperar nuestra dignidad de hijos de Dios en esta Cuaresma, acompañemos a Jesús en su camino y muramos con Él. Duele morir, sobre todo cuando el pecado ya se hizo vicio y forma de vida, pero el premio será la dicha de recuperar la dignidad y la libertad, resucitando con Cristo a la abundancia de la Vida y de la Gracia.

Y no olvidemos que Dios Espíritu Santo es el protagonista de una auténtica conversión. No puede haber conversión si no es por la Luz y la Gracia que provienen del Espíritu. Nuestro camino de conversión tiene que estar íntimamente unido al Espíritu Santo, a la Palabra de Dios y a la comunidad.

Y, finalmente, además de la conversión personal, los exhorto a que busquemos durante la Cuaresma a otras personas que quieran emprender y seguir este camino, ya sea en nuestra familia, ya en nuestra comunidad parroquial, ya en los grupos a los que pertenecemos. Procuremos fortalecer nuestro camino cuaresmal con ese espíritu de fraternidad y de comunidad, que es la Iglesia.


Yo los bendigo en el nombre del Padre,

y del Hijo y del Espíritu Santo.


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