Fundación Trabajo para un Hermano cumplió 32 años de servicio

“La labor que cumplen es fuera de serie”, “gracias por el apoyo y los conocimientos entregados”, “gracias por la calidad y humanidad con que capacitan a tantos hermanos que logran un trabajo justo y digno”; estos son algunos de los reconocimientos que dan sentido a una institución que cuenta con más de tres décadas de existencia y de trabajo con y para personas en condición de vulnerabilidad de la Región Metropolitana.

Son 32 años, en que Trabajo para un Hermano ha sido un aporte al cambio de vida y al desarrollo económico y social de muchos emprendedores y variados testimonios de vida dan cuenta de ello, como comenta Jesús Rojas, artesana, cerrajera y orfebre y una de las participantes de los cursos de orfebrería impartidos por esta Fundación: “Agradezco que me hayan permitido formar mi taller. Mejoré mi emprendimiento. Incluso he logrado juntar plata y darme el lujo de pagar los estudios universitarios de mi hija, pagar mis deudas y me está permitiendo proyectarme para salir de la casa donde vivo de allegada y obtener mi casa propia”.


Los inicios de Trabajo para un Hermano se remontan a 1982, cuando surge para entregar trabajo a cesantes, en un momento en que Chile tenía cerca de un 30% de desempleo; en la actualidad, esta cifra es baja, pero la brecha social y económica es enorme, por lo que se ha puesto el desafío de colaborar para poner en la agenda política y social la precariedad del empleo al que tiene acceso la mayoría de los chilenos. “Un crecimiento con trabajos precarios solo contribuye a aumentar la desigualdad, por eso debemos orientar nuestros esfuerzos a que en cada lugar de trabajo se ponga en práctica nuestro Decálogo por el Buen Trabajo y a través de la incidencia en sectores públicos y privados contribuir a un desarrollo equitativo y armónico en el país”, comenta Guillermo Sandoval, Director de la Fundación.


Como organización que nació al alero de una Comunidad Cristiana y con el apoyo del Cardenal Silva Henríquez, “lo que siempre ha prevalecido es el deseo de que nos miremos como hermanos y nos preocupemos del otro, que todos podamos dar pasos en el crecimiento humano en post de un Buen Trabajo que nos permita sustentar a una familia en buenas condiciones y podamos ser felices”, comenta su fundadora, Josefina Errázuriz.


“Después de 32 años, creo que nuestra proyección como Fundación siempre debe ser Dejar Huella, una que diga que a Dios le importa el trabajo humano y seamos el rostro del amor de Dios por las personas y su trabajo”, concluye Josefina Errázuriz.


Fuente: www.tph.cl



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