Monseñor Guillermo Vera Soto asumió como Obispo de la Diócesis de Iquique

Centenares de feligreses dieron la bienvenida este sábado 29 de Marzo de 2014 a Monseñor Guillermo Patricio Vera Soto, quien asumió oficialmente como el nuevo Obispo de la Diócesis de Iquique. El purpurado fue recibido por las más altas autoridades regionales y comunales, en un acto cívico en la ex Aduana.

Posteriormente se dirigió en procesión, acompañado por el Nuncio Apostólico, Ivo Scapolo; los cardenales Ricardo Ezzati y Francisco Javier Errázuriz, 17 obispos del país, el clero local y más de un millar de feligreses. En su paso por las calles céntricas de Iquique, recibió el cariño de los escolares de los colegios católicos, parroquias, comunidades, movimientos y los bailes religiosos que se apostaron en gran cantidad en calle San Martín.


Pasado el mediodía, Monseñor Guillermo Vera Soto recibió el saludo de diversos sectores de la vida de la Diócesis de Iquique. Ingresó tras la recepción por parte del Mundo Andino, a una Catedral colmada de personas, quienes le expresaron su cariño a través de un fuerte aplauso.


Fue el Arzobispo de Antofagasta y Administrador Apostólico, Monseñor Pablo Lizama Riquelme, quien le entregó el báculo al nuevo Pastor, asumiendo así en plenitud oficialmente como el Obispo de Iquique.


Homilía


Muy queridos hermanos y hermanas: Aquí en esta hermosa Iglesia Catedral, la comunidad creyente de Iquique se ha reunido para orar. Es el Señor que nos ha convocado para hacernos sentir su amor, su cercanía, que nunca abandona a su pueblo: “…puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas, pues aunque eso llegara a suceder ten presente que yo no me olvidaré de ti” dice el Señor. Él es el Padre y Pastor de su pueblo que de muchas maneras nos hace sentir su cuidado y que hoy lo manifiesta de manera especial al enviar un nuevo obispo, que ha de ser padre, pastor, hermano y amigo para la Iglesia y comunidad de Iquique, Alto Hospicio, Pozo Almonte, Camiña, Colchane, Huara, Pica, y cada uno de los pueblos del interior.


Vengo como obispo; como sucesor de los apóstoles en medio de esta querida Iglesia. Agradezco el recibimiento que ustedes con tanto cariño y espíritu de fe han preparado, pido a Dios su gracia y a ustedes su oración para poder cumplir la tarea que el Señor por medio del Papa Francisco me encomienda.


Vengo a continuar la misión que iniciaron los primeros obispos que desde tan lejos, desde Arequipa, tenían la misión de cuidar y acompañar la fe de los hijos de la Iglesia que vivían en estas tierras. Me corresponde continuar la obra que los obispos chilenos desde Mons. Labbe hasta don Pablo Lizama han realizado con generosa entrega para consolidar la fe de los hermanos. Al igual que ellos me gustaría como nos enseña el Papa: “ser un obispo que sepa estar adelante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo que se me ha confiado, que sepa también estar al medio con cercanía sencilla y misericordiosa y en otras ocasiones sepa caminar detrás de ustedes para ayudar a los rezagados y cuidando de que no se vayan por caminos extraviados.”


Como Padre he de decirles, como nos enseñaba hoy el profeta Oseas: “Vengan, volvamos al Señor”, sí, porque en muchas ocasiones con nuestras acciones nos alejamos de la cercanía de Dios, pero sabemos que Él nos espera con los brazos abiertos: por eso les animo a que todos con la humildad del publicano del evangelio podamos decir: “Señor, hemos dejado engañar, de mil maneras hemos escapado de tu amor, pero aquí estamos… Te necesitamos, acéptanos entre tus brazos redentores”.


Volvamos al Señor, como nos enseña el Papa Francisco: porque Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. Hermanos no huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase en la vida personal o de la Iglesia, que nada pueda más que el poder de la resurrección que nos lanza hacia adelante. ¨ ¡Nunca nos declaremos muertos, Volvamos al Señor”.


Ahora bien: no se trata solo de volver, sino también de permanecer junto al Señor, que nuestro amor no sea sólo un entusiasmo, o como decía el profeta como “una nube matinal, como el rocío que pronto se disipa”.


Para evitar esto, debemos “Esforzarnos en conocer al Señor”, no conozcamos al Señor solo de oídas, no vivamos la fe solo como una costumbre o piadosa tradición. Los creyentes debemos conocer al Señor y para eso, profundicemos en el conocimiento de su Palabra, en el encuentro con el Dios vivo en la Santa Misa, en el compromiso con la Iglesia no sólo en algunos acontecimientos y festividades sino con una responsabilidad de vida; leamos y estudiemos el Catecismo, acojamos la invitación a cursos de formación o Retiros. Iquiqueños les invito a que todos nos esforcemos por conocer más al Señor. No olvidemos lo que nos enseña Aparecida: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos puede haber ocurrido en la vida y darlo a conocer con nuestras palabras y obras ha de ser nuestro gozo.”.


Me corresponde asumir como obispo de Iquique en este nuevo pentecostés que estamos viviendo en la Iglesia. Todos somos llamados a reencantarnos con la fe, a ser de verdad discípulos y misioneros. Agradecemos a Dios todo el liderazgo pastoral del Papa Francisco, que hoy sentimos especialmente cercano con la presencia de su representante en Chile, el señor Nuncio Apostólico, Mons. Ivo Scapolo; en su persona señor Nuncio, agradezco al Papa la confianza que ha tenido para conmigo al encargarme esta querida Iglesia de Iquique. Hoy estamos como en el Cenáculo. A los señores Cardenales y a cada uno de los hermanos obispos mi más entrañable gratitud por su presencia, que junto a un gesto de fraternidad episcopal, es también un gran aliciente a toda la comunidad cristiana católica de Iquique, a continuar con renovado fervor el anuncio del evangelio. Quiero destacar de manera especial y manifestar mi agradecimiento a nombre personal y de toda la Iglesia de Iquique a Mons. Pablo Lizama Riquelme, hasta hace unos momentos Administrador Apostólico de esta Comunidad. El, a quien conozco desde hace tantos años; hermano obispo y amigo, supo con generosa entrega acompañar la vida de esta iglesia, haciendo sentir en su gente la ternura y cercanía del buen pastor. Iquique no olvidará su sabia guía pastoral. ¡Gracias Don Pablo y que Dios le bendiga por todo el bien que hizo a la Iglesia de Iquique!.


Al llegar como obispo de esta Diócesis, mi saludo a las Autoridades Civiles y Militares, una vez más agradezco su cálida acogida y les manifiesto mi deseo de estar cerca de ustedes para trabajar por el bien de toda la Comunidad. Desde ya comprometo mi oración por la tarea que cada uno realiza.


Dirijo mi mirada ahora a Ustedes hermanos sacerdotes, primeros colaboradores del Obispo. Gracias por su trabajo y entrega, les pido tengan para con su obispo una mirada de fe, quiero conocerlos y estar cerca de cada uno y pedirles que juntos soñemos y trabajemos porque el Reino de Dios crezca en medio nuestro. A ustedes queridos Diáconos, que junto a sus esposas y familias dan tan hermoso testimonio de trabajo y apostolado, les pido caminemos en comunión en la construcción del Reino.


A las queridas Religiosas que con su vida consagrada y cercanía a la gente hacen sentir la ternura de Dios, les digo, cuenten conmigo y hagamos que la gente crea en el amor de Dios.


A los Religiosos mi aprecio y gratitud por el apostolado que realizan y porque van manifestando con su vida la centralidad de Dios.


A los seminaristas, esperanza de esta Iglesia, mi saludo y ánimo para seguir con presteza y fidelidad la llamada del Señor. Iquique espera mucho de ustedes. ¡Católicos iquiqueños, oremos mucho para tener los sacerdotes que se necesitan para acompañar al pueblo de Dios!.


A los creyentes de los pueblos del interior, a los hermanos y hermanas Aymaras les digo: junto con ustedes quiero aprender a contemplar la obra de Dios en la belleza del desierto, en las fértiles quebradas y en la montaña majestuosa y a saber apreciar la sabiduría que los mayores nos han legado y que hemos de saber preservar.


A los hermanos de la Pampa les digo: quiero aprender de sus vidas de esfuerzo y trabajo paciente y sacrificado. A los pescadores les digo: con ustedes quiero crecer más en la confianza y abandono en la Divina Providencia, que en el mar de la vida, muchas veces embravecido, no nos deja. A los hermanos mineros que en la altura nos enseñan a escudriñar la tierra para sacar sus tesoros les digo: de ustedes quiero aprender a no descansar en el ir desentrañando las riquezas de la fe y entregar ese tesoro a los hijos y hermanos que se me confían.


A los hermanos y hermanas que en Iquique y los pueblos del interior no sólo rezan sino que bailan su fe, a ustedes que con sus expresiones tan llenas de color y alegría, son un tesoro de la Iglesia; les animo a sentirse orgullosos de lo que hacen y viven y les digo: de ustedes quiero aprender a rezar con alegría.


A los ancianos a quienes deseo escuchar y aprender de sus vidas, a los enfermos a quienes quiero confortar, a los niños y jóvenes a quienes deseo mostrar a Jesús, a los esposos a los cuales deseo animar en su noble misión, a los migrantes que tanto pueden entregarnos con su trabajo y con sus expresiones de fe, a todos les digo, quiero ser un obispo cercano, un obispo, padre, hermano, amigo y pastor, y esto con los que participan de la vida de la Iglesia en los diferentes grupos y Movimientos, con los que están cerca y con los alejados. A todos decirles con fuerza en mi primer mensaje, con las palabras del Papa Francisco: Querido hijos, queridos hermanos: “No es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con El que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en El, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón” decirles con fuerza: La vida con Jesús se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle sentido a la vida, por eso hermanos y hermanas: ¡Volvamos al Señor, esforcémonos en conocerlo y así evangelicemos, llevemos a todos su mensaje de salvación!.


Iquique es tierra de héroes y de campeones: que el ejemplo de hombres y mujeres que han hecho grande esta región, nos anime desde la fe a contribuir a su grandeza; y que el Señor con su gracias haga de nosotros, héroes de la fe, es decir santos, campeones de la caridad es decir, Cristianos de verdad.


Dirijo también mi mirada agradecida a quienes han venido de lejos a acompañarme en este momento de mi vida; a mi querida mamá y dos de mis hermanas. A quienes me conocieron en la juventud de mi sacerdocio en las parroquias queridas de Talagante, Curacaví, Melipilla y que han venido con cariño a acompañarme. A Calama, Iglesia amada con la cual estuve desposado durante casi once años, Iglesia a la cual procuré servir como obispo y que hoy se hace presente en alguno de sus sacerdotes, religiosas, y tantos hermanos que realizaron un cansador viaje, (salieron a las cuatro de la mañana, para llegar a esta celebración), a todos ellos y a través de ellos y de las ondas radiales, decirles a todos en Calama: Les he querido mucho, les llevo en mi corazón, gracias por el cariño que me dieron, recen por mí y que Dios bendiga a Calama y sus hermosos pueblos del interior.


Al terminar dirijo mi mirada llena de fe y confianza a María la Madre de Jesús que en su advocación de la Inmaculada es patrona de este templo Catedral y con su advocación del Carmen en el Santuario de la Tirana, es la estrella que guía los pasos de sus hijos, es la Madre que nos cobija, es la misionera que nos muestra a Jesús. Bajo su mirada y amparo coloco mi vida y ministerio episcopal; bajo su mirada les coloco a ustedes hermanos y hermanas y que bajo su mirada todos seamos más de Jesús.


A ella le decimos con fe: “Bendita sea tu pureza”


Fuente: Comunicaciones Iquique



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